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domingo, 18 de agosto de 2024

INTIMIDAD DIVINA - Ciclo B - 20º Domingo del Tiempo Ordinario: “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo”

 

«Que comiendo de ti, viva por, ti, Señor» (Jn 6, 57).

En línea con los domingos precedentes, continúa hoy el discurso del «pan de vida» (Jn 6, 51-59) presentado explícitamente en términos sacramentales: carne y sangre de Cristo dados en alimento a los hombres. La primera lectura (Pr 9, 1-6) anticipa su figura en la de un espléndido banquete dado por la sabiduría, personificada en una rica matrona que invita a su mesa especialmente a los más desprovistos de ella como son los jóvenes inexpertos y los ignorantes. «Venid a comer mi pan y a beber el vino que he mezclado» (ib 5). En ese contexto pan y vino son sinónimos de consejos sabios y prudentes dispensados con largueza por la sabiduría. Pero esto no quita que el lector cristiano pueda ver ahí -como insinúa la Liturgia del día- una prefiguración del pan y el vino eucarísticos ofrecidos por Cristo a todos los creyentes.

Al decir Jesús: «el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo» (Jn 6, 51) manifiesta su intención de llevar el don de sí a los hombres hasta dejarles en comida su carne y su sangre. La Eucaristía se presenta así no sólo en relación estrecha con la muerte del Señor sino también con su Encarnación, como prolongación mística de la misma. La carne tomada por el Verbo para hacer de ella una oblación al Padre en la cruz, continuará siendo sacrificada místicamente en el Sacramento eucarístico y ofrecida a los creyentes en alimento. A proposición tan inaudita los judíos se rebelaron vivamente: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» (ib 52).

Protesta justificable; pues ¿puede un hombre normal no estremecerse a la idea de tener que comer la carne de un semejante? Jesús, con todo, no retracta ni atenúa lo dicho, antes lo recalca con énfasis, evidenciando además la necesidad de esa «comida»: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna... Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida» (ib 53-55). El Señor no da explicaciones que hagan el misterio más accesible; quien no cree en él no las aceptaría. El quiere la fe. Pero los creyentes, que han recibido el don de la fe, ¿cómo y hasta qué punto creen en este admirable misterio? Tal vez el mundo moderno es tan escéptico frente a la Eucaristía porque con demasiada frecuencia tratan este Sacramento con una superficialidad y ligereza espantosas. Hay que postrarse, suplicar perdón, pedir una fe viva, profundizar en oración las palabras del Señor, adorar su Sacramento, comer de él con estremecimiento y con amor.

Entonces se comprenderán también las sublimes afirmaciones de Jesús: «El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me come, vivirá por mí» (ib 56-57). La Eucaristía está destinada a nutrir al cristiano para que sea siempre sarmiento vivo de Cristo, criatura conformada con su Señor, de tal modo abismada en él que de su ser y su obra se trasluzca la presencia de Aquel que, alimentándolo con su carne y con su sangre, lo asemeja a sí. La conducta del cristiano debe demostrar que no vive ya por sí mismo encerrado en estrechos horizontes terrenos, sino para Cristo, abierto a inmensos horizontes eternos, y que sus obras llevan ya la impronta de la vida eterna de que la Eucaristía le nutre. Sólo así puede el creyente ser en el mundo un testimonio vivo de la realidad inefable del misterio eucarístico.

 

Dios eterno, suma y eterna pureza, te has unido al barro de nuestra humanidad movido por el fuego de tu caridad, con el que te has quedado para alimento nuestro... Comida de los ángeles, suma y eterna pureza; por eso requiere tanta pureza en el alma que te recibe en este dulcísimo sacramento... ¿Cómo se purifica el alma? En el fuego de tu caridad, lavando su rostro en la sangre de tu unigénito Hijo...

Me despojaré de mi vestido hediondo, y con la luz de la fe santísima... conoceré que tú, trinidad eterna, eres nuestro alimento, mesa y servidor. Tú, Padre eterno, eres la mesa que nos da el alimento del Cordero, tu Unigénito Hijo; él es nuestra comida suavísima, sea por su doctrina que nos nutre en tu voluntad, sea por el sacramento que recibimos en la santa comunión, el cual nos apacienta y reconforta mientras somos peregrinos y viandantes en esta vida. El Espíritu Santo es el que nos sirve la comida, porque nos provee esta doctrina iluminando el ojo de nuestro entendimiento e inspirándonos seguirla. Nos da también la caridad para con el prójimo y el hambre de dar de comer a las almas y de la salvación de todo el mundo, para honra tuya, oh Padre. (Santa Catalina de Siena, Plegarias y elevaciones, 18).

 

Tomado del libro INTIMIDAD DIVINA,

del P. Gabriel de Santa María Magdalena, OCD.

 

También puede escuchar una síntesis en AUDIO haciendo clic AQUÍ.

 

domingo, 11 de agosto de 2024

INTIMIDAD DIVINA - Ciclo B - 19º Domingo del Tiempo Ordinario: “El que come de este pan, vivirá para siempre”

 

«Gustad y ved qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a él» (SI 33, 9).

Jesús, pan vivo bajado del cielo, ocupa hoy el centro de la Liturgia de la Palabra, toda ella orientada a la Eucaristía. La primera lectura es una introducción muy a propósito (1 Re 19, 4-8): representa la escena de Elías que, huido al desierto para salvarse del furor de la reina Jezabel, se tiende bajo un arbusto y gime: «Basta ya, Señor, quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres» (ib 4). Después de haber luchado hasta lo último para defender el culto del verdadero Dios, el profeta experimenta que es un hombre débil como los demás, y llama a la muerte. Se echa a dormir, pero siente que le despiertan: «Levántate, come» (ib 5. 7); el ángel del Señor le ha puesto al lado una hogaza y agua; a su invitación, se levantó Elías, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta el Horeb, el monte de Dios» (ib 8).

El abatimiento del profeta refleja la experiencia del que, habiendo realizado grandes empresas -aun apostólicas- y habiendo creído tal vez ser más que los otros, cuando menos piensa se ve por tierra sin fuerza alguna. Es una experiencia preciosa porque pone al hombre en la verdad de su insuficiencia y de su esencial y continua necesidad de Dios, y el alimento divino que restaura a Elías dándole fuerza para resistir la larga travesía hasta el monte santo, es figura transparente de la Eucaristía, viático del cristiano en su camino hacia la eternidad, de que habla el Evangelio de hoy (Jn 6, 41-52), volviendo a tomar el tema del domingo pasado.

Los judíos murmuran porque Jesús ha afirmado que es el pan bajado del cielo. ¿Es que puede el pan tomar figura de hombre? Y aquel hombre, Jesús, ¿no es acaso «el hijo de José», cuyo padre y cuya madre todos conocen? (ib 42). No teniendo ellos fe, no pueden sobrepasar la interpretación material de las palabras del Señor. Por otra parte, la fe es un don. «Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado» (ib 44). El Padre trae, pero el hombre tiene que dejarse llevar y enseñar por él: «Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí» (ib 45). El pecado de los judíos continúa siendo el rechazar obstinadamente la palabra de Dios que les llega por medio de Cristo. Cristo es el sacramento del Padre; quien lo rechaza no puede ir al Padre, ni tener la vida eterna; sólo «el que cree tiene la vida eterna» (ib 47). Estremece esta resistencia al Salvador de parte de sus contemporáneos que no menos que sus discípulos han visto sus milagros y escuchado sus enseñanzas.

También hoy está Cristo con su Iglesia, y todos los hombres pueden encontrarlo en la Eucaristía, pero ¿cuántos creen en este «misterio de fe»? No por nada Jesús antes de anunciarlo insiste tanto en la necesidad de la fe. Para el que cree, las palabras del Señor no ofrecen margen de duda: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo» (ib 51). Los hebreos que se alimentaron del maná, murieron; Elías reconfortado con el alimento ofrecido por el ángel, tuvo fuerza para subir al monte santo, donde el Señor se le manifestó en una teofanía misteriosa; el cristiano que come la carne de Cristo «vivirá para siempre» y será admitido a la visión cara a cara de Dios. En esta marcha hacia la visión eterna no está solo, sino unido íntimamente en un solo cuerpo con los hermanos que se alimentan también de la Eucaristía, sacramento de amor y de unidad. De este modo se hace capaz de «vivir en el amor» (Ef 5, 2; segunda lectura), imitando la caridad de Dios que le amó hasta el punto de darle su Unigénito, e imitando la caridad de Cristo, que se dio a él hasta la cruz, para alimentarlo con su carne.

 

Pan dulcísimo, cura el paladar de mi corazón para que experimente la suavidad de tu amor. Sánalo de toda debilidad, para que no guste otra dulzura fuera de ti, ni busque otro amor, ni ame otra belleza. Pan purísimo que encierras, que contienes en ti todo deleite y el sabor de toda suavidad, que siempre nos restauras y nunca te desvirtúas, de ti se nutra mi corazón y de tu dulzura se llene lo íntimo de mi alma. De ti se nutre en plenitud el ángel; nútrase de ti, según su capacidad, el hombre peregrino, para que, fortalecido con tal alimento, no desfallezca por el camino.

Pan santo, Pan vivo..., que has bajado del cielo y das la vida al mundo, ven a mi corazón y límpiame de toda impureza de la carne y del espíritu: entra en mi alma y santifícame interior y exteriormente. Sé tú la continua salvación de mi alma y de mi cuerpo. Aleja de mí a los enemigos que me tienden asechanzas; huyan lejos de la presencia de tu poder, para que fortalecido por ti en lo exterior y en lo Interior, llegue por el sendero recto a tu reino, donde te veremos, no envuelto en el misterio como en esta vida, sino cara a cara... Entonces me saciarás de ti con una saciedad admirable, de modo que no tenga ya hambre ni sed eternamente. (San Anselmo, Orationes, 29).

 

Tomado del libro INTIMIDAD DIVINA,

del P. Gabriel de Santa María Magdalena, OCD.

 

También puede escuchar una síntesis en AUDIO haciendo clic AQUÍ.


domingo, 4 de agosto de 2024

INTIMIDAD DIVINA - Ciclo B - 18º Domingo del Tiempo Ordinario: “Yo soy el Pan de Vida”

 

«Señor, tú eres el pan de vida; el que venga a ti no tendrá hambre» (Jn 6, 35).

La Liturgia de la Palabra se centra hoy -y por otros tres domingos sucesivos- sobre el discurso de Jesús acerca del «pan de vida», referido en el Evangelio de S. Juan enseguida de la multiplicación de los panes (cf domingo precedente); discurso que trata dos grandes temas: la fe y la Eucaristía.

Como de costumbre el trozo evangélico está preludiado por un fragmento del Antiguo Testamento. Hoy se toma del Éxodo (16, 2-4. 12-15) la historia de las murmuraciones de los Hebreos en el desierto, los cuales, viéndose sin agua y sin comida, se lamentaban de haber dejado las ollas de carne en Egipto. A pesar del descomedimiento de sus quejas, Dios interviene de nuevo en su favor: «Yo haré llover pan del cielo» (ib 4). Comienza así a caer sobre el campamento el maná de madrugada, y la carne -las codornices- de tarde, para sustento de todos. Apenas se ve en dificultad, el hombre murmura fácilmente de la Providencia y lamenta lo que ha dejado. Así hizo el antiguo pueblo de Dios, y así continúa haciendo el nuevo, olvidado de las múltiples intervenciones benéficas de Dios en su vida y demostrando la pobreza de su fe. Viene a cuento el aviso de san Pablo: «No andéis ya, como es el caso de los gentiles que andan en la vaciedad de sus criterios... No es así como habéis aprendido a Cristo» (Ef 4, 17. 20; 2.a lectura). Vaciedad de criterio es lamentarse de la Providencia, echar de menos los bienes temporales y buscar a Dios no por él mismo sino con miras interesadas.

Errores parecidos reprocha Jesús a la turba que después de la multiplicación de los panes le había seguido al otro lado del lago: «me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, dando vida eterna» (Jn 6, 26-27). San Agustín comenta: «¡Cuántos buscan a Jesús sólo por ventajas temporales!... Es difícil que se busque a Jesús por Jesús» (In Jo 25, 10). La búsqueda desinteresada del Señor supone fe; por eso en el debate con los judíos insiste Jesús sobre este punto: «Este es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). El primero y más importante trabajo que Dios pide a los hombres es que crean en él, en lo que él hace por ellos en Cristo Jesús. Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios enviado a salvar al mundo va a él con confianza abandonándose completamente a su acción redentora.

Los judíos que no tienen esa fe, exigen de Jesús «signos» semejantes a la caída del maná del cielo. Y Jesús, esforzándose en levantarlos a pensamientos más espirituales, rectifica: «no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo» (ib 32-33). Pero ellos refiriéndose siempre a la comida material y esperando tal vez un milagro que prolongase la multiplicación de los panes, dicen: «Señor, danos siempre de ese pan» (ib 34). Mentalidad y propuesta idénticas a las de la Samaritana que pensando en el agua material, había dicho a Jesús «Señor, dame de esa agua» (Jn 4, 15). Como a ella, también a estos últimos quiere Jesús hacerles comprender el verdadero alcance de sus palabras, y así se expresa en términos semejantes a los usados con aquella mujer: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed» (Jn 6, 35). Ya no es posible el equívoco: el pan de vida, pan de Dios bajado del cielo, para dar vida al mundo, es Jesús; el que va a él y se alimenta de él -de su palabra y de la Eucaristía- con fe viva, no tendrá más hambre, no tendrá más sed.

 

Date, Señor, a mí, y basta, porque sin ti ninguna consolación satisface; sin ti no puedo ser y sin tu visitación no puedo vivir. Por eso me conviene llegarme a ti muchas veces, y recibirte para remedio de mi salud, porque no desmaye en, el camino si fuere privado de este celestial manjar. Porque tú, benignísimo Jesús, predicando a los pueblos y curando diversas enfermedades, dijiste: No quiero consentir que se vayan ayunos, porque no desmayen en el camino. Haz, pues; ahora conmigo de esta manera, pues te dejaste en el Sacramento para consolación de los fieles.

Alumbra también mis ojos para que pueda mirar tan al misterio, y esfuérzame para creerlo con firmísima fe. Porque, esto, Señor, obra tuya es, y no humano poder. Es sagrada, ordenación tuya, y no invención de hombres...

Señor, en simplicidad de corazón, en buena y firme fe por tu mandato, vengo a ti con esperanza y reverencia y creó verdaderamente que estás presente aquí en este Sacramento, Dios y hombre. Y pues quieres, Salvador mío, que yo te reciba y que me una a ti en caridad, suplico a tu clemencia e imploro me sea dada una muy especialísima gracia para que me derrita todo en ti y rebose de amor y que no cuide más de otro alguna consolación. (Imitación de Cristo, IV, 3, 2; 4, 1-24.)

 

Tomado del libro INTIMIDAD DIVINA,

del P. Gabriel de Santa María Magdalena, OCD.

 

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domingo, 2 de junio de 2024

INTIMIDAD DIVINA - Ciclo B – Corpus Christi

 

«Alzaré la copa de la salvación, invocando tu nombre» (Salmo 115, 13).

Según la Liturgia renovada, al título del Cuerpo de Cristo añade el de la Sangre. Esto que siempre estuvo implícito -porque donde está el Cuerpo está también la Sangre del Señor y viceversa-, ahora se proclama explícitamente llamando así la atención sobre el aspecto sacrificial de la Eucaristía. Precisamente sobre este aspecto convergen las lecturas bíblicas del día. Del libro del Éxodo (24, 3-8; 1.ª lectura) se lee el texto que describe la estipulación de la Alianza entre Dios e Israel. Moisés reúne al pueblo, construye un altar, manda ofrecer en holocausto unas novillas y derrama luego su sangre, una mitad sobre el altar y la otra mitad sobre el pueblo diciendo: «Esta es la sangre de la alianza que el Señor hace con vosotros, sobre todos estos mandatos» (ib 8). «Estos mandatos» eran las cláusulas propuestas por Dios y leídas con anterioridad al pueblo, referentes al decálogo que Israel se obligaba a observar y a las promesas que Dios mismo se obligaba a cumplir. Este pacto bilateral se estipulaba mediante la sangre de los animales ofrecidos en sacrificio, sangre que derramada sobre el altar y sobre el pueblo indicaba el lazo espiritual que unía a Israel con Dios.

La Antigua Alianza era figura de la Nueva, sellada por Cristo no con «sangre de machos cabríos ni de becerros, sino (con) la suya propia» (2.a lectura: Hb 9, 9, 11-15). Mientras en el Antiguo Testamento los sacrificios eran múltiples y tenían un valor puramente externo y simbólico, en el Nuevo hay un solo sacrificio, ofrecido «una vez para siempre» (ib 12), porque su valor es intrínseco, real e infinito. En él no hay animales degollados, ni multitud de oferentes; víctima y sacerdote se identifican en el Hijo de Dios hecho hombre, que se ofreció a sí mismo «a Dios como sacrificio sin mancha»; y su sangre tiene el poder de purificar «nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto de Dios vivo» (ib 14). No se trata ya de una purificación exterior, sino interior, que transforma al hombre por dentro, lavándolo de los pecados, para que, «vivo» por la gracia y el amor, pueda servir al «Dios vivo». La regeneración del cristiano tiene lugar en el agua bautismal; pero ésta saca su virtud de la sangre de Cristo, porque «sin efusión de sangre no hay remisión» (ib 22).

Pero antes de derramar su sangre en la cruz, Jesús quiso anticipar este don a los discípulos con la institución de la Eucaristía. De ella habla el Evangelio (Mc 14, 12-16. 22-26) por la relación de Marcos, que, aunque más escueto que los otros sinópticos, no omite la referencia explícita a la sangre de la antigua Alianza sustituida definitivamente por la sangre de Cristo. «Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron. Y les dijo: "Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos"» (ib 23-24). Con esto caducan los antiguos sacrificios y entra el nuevo, ofrecido históricamente una sola vez en el Calvario, pero renovado sacramentalmente cada día en la Santa Misa para aplicar sus méritos a los fieles de todos los tiempos y para que todos puedan acercarse y beber de esta sangre como la bebieron los discípulos en la última Cena.

Así por la Sangre de Cristo la Iglesia vive y crece, los fieles son purificados continuamente de los pecados, regados por la gracia, robustecidos por el amor y reunidos en un solo pueblo. El Cuerpo y la Sangre de Cristo son el centro y el sostén de la vida cristiana. Y como son cuerpo y sangre inmolados, es necesario que el que se alimenta de ellos participe en la inmolación de Cristo abrazando con él la cruz, uniéndose con él a la voluntad del Padre y ofreciéndose con espíritu de sacrificio y expiación a todas las pruebas, trabajos y amarguras de la vida. De este modo por medio de la Eucaristía el creyente vive el misterio de la muerte de Cristo y se prepara a participar en su gloria eterna, en una comunión que no tendrá fin.

 

Oh sagrado convite, en el que se recibe a Cristo, se perpetúa el recuerdo de su Pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura. Oh, cuán suave es, Señor, tu espíritu, pues para dar a tus hijos una prueba de tu afecto, colmas de bienes a los hambrientos con el suavísimo Pan del cielo. (Santo Tomás de Aquino, Oraciones).

La boca del alma... te gusta dulcemente a ti, oh Verbo; gusta la pureza de la esencia de tu divinidad y de tu humanidad, y llega a tal conocimiento de tu pureza, que lo que antes en sí o en los otros le parecía virtud ahora le parece defecto. Y tomando con la boca los Sacramentos que tienen el vigor de tu Sangre y de tu Pasión, se llega por ese medio a gustar la dulzura de tu Pasión y de tu Sangre derramada. Y sobre todo se la gusta recibiendo el santísimo Sacramento de tu Cuerpo y de tu Sangre, porque en él se halla escondida esa suavidad y dulzura, más que en ningún otro, cuando se lo recibe verdaderamente con pureza y sinceridad. El que quiera gustar tu suavidad y tu dulzura, acérquese a esta Sangre y allí encontrará todo reposo y consuelo. El alma se lavará en tu Sangre, se embellecerá con tu Sangre, se purificará con tu Sangre, se nutrirá con tu Sangre. (Santa María Magdalena de Pazzi, Icolloqui, Op. v 3, p. 90).

 

Tomado del libro INTIMIDAD DIVINA,

del P. Gabriel de Santa María Magdalena, OCD.

 

También puede escuchar una síntesis en AUDIO haciendo clic AQUÍ.


miércoles, 17 de enero de 2024

ES TIEMPO DE MISERICORDIA (audios): La misericordia en el sacramento de la Eucaristía


Tema del programa Nº 10 del ciclo:

La misericordia en el sacramento de la Eucaristía

“Es tiempo de Misericordia”, es un micro programa de evangelización, realizado por el sacerdote, periodista y escritor argentino residente en España, José Antonio Medina Pellegrini, que se emitió dentro del Programa “Iglesia Noticia” de la Diócesis de Getafe.

Su día y horario de emisión fue el domingo a las 09:45 hs y fue transmitido por Cadena Cope, en las siguientes frecuencias: Cope Comunidad 101.0 FM, Cope Madrid Sur 89.7 FM, Cope Jarama. 100.5 FM y Cope Pinares 92.2 FM (cada una de estas frecuencias se escuchan en la zona sur de Madrid), desde el mes de febrero hasta diciembre de 2016.

“Es tiempo de Misericordia” nos presenta en cada una de sus emisiones distintas alocuciones, homilías y catequesis del Santo Padre Francisco sobre la Divina Misericordia, para que nosotros, al escucharlas, nos decidamos a ser receptores de la misma y a darla, a manos llenas, a nuestros hermanos.

Locución: Cristina Lozano

domingo, 11 de junio de 2023

INTIMIDAD DIVINA - Ciclo A – Corpus Christi

 


«Concédenos, Señor, participar con fe en el misterio de tu Cuerpo y de tu Sangre» (Misal Romano Colecta).

La Iglesia celebra la Eucaristía cada día del año: la ofrece a Dios en sacrificio de alabanza, la da en alimento a los fieles y la conserva en los sagrarios para que Cristo presente en el Sacramento sea el centro y el sostén de su vida. Por eso la solemnidad de hoy no es tanto el recuerdo de la institución de este Sacramento, cuanto la celebración de un misterio siempre vivo y actual. A esta perspectiva se ha de considerar la Liturgia de hoy. La primera lectura (Dt 8, 2-3. 14b-16a) evoca un hecho sucedido hace ya miles de años, pero actual todavía en cuanto a su significado espiritual: el maná bajado del cielo y el agua viva manada de la roca para saciar el hambre y la sed de Israel errante por el desierto.

Es un tema sobre el que Moisés volvía con insistencia para tener despiertos la fe y el reconocimiento del pueblo. Con más razón la Iglesia pone todo cuidado en que el nuevo pueblo de Dios no desdeñe el don inmensamente mayor -del que el maná no es sino una pálida imagen-, que cada día tiene a su alcance, la Eucaristía. No es alimento material, sino espiritual, verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo que se le ofrece como viático de su peregrinación terrena. Es el pan «de cada día» que los fieles deberían pedir y comer a diario, más hambrientos y deseosos de él que del pan material.

Precisamente en esto induce a reflexionar el Evangelio de hoy (Jn 6, 51- 59), en el cual resuenan las palabras de Jesús: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que come de este pan vivirá siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo» (ib 51). La Eucaristía es un pan tan vivificador que es germen y prenda de vida eterna justo porque es el Cuerpo del que es «la vida» (Jn 14, 6). Los Hebreos después de haber comido el maná en el desierto, murieron; en cambio, «el que come este pan vivirá para siempre» (Jn 6, 58). La Eucaristía es el memorial de la muerte del Señor y ofrece a los fieles el mismo cuerpo de Cristo que se inmoló en la cruz por ellos, y es también el memorial de su resurrección porque es «pan vivo» en el que Cristo está presente y viviente como lo está en la gloria del cielo.

Sacramento de nuestra fe», proclama la Iglesia cada vez que se consagra la Eucaristía; «sacramento de fe» debe repetir el cristiano cada vez que se acerca a recibirlo. Pero también sacramento de amor, por el que Cristo ha llevado hasta el extremo el don de sí mismo: después de haber dado su vida por los hombres, se da a ellos en alimento, y no una sola vez, sino continuamente, cada día «hasta que vuelva». Hay que adorar, dar gracias, amar; hay que acercarse y comer. «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él... El que me come vivirá por mí» (ib 56-57). La comunión sacramental es fuente de comunión vital y permanente con Cristo, por la que el cristiano vive realmente «por él», no sólo porque recibe de él la vida, sino porque endereza a él toda su existencia.

La segunda lectura (1 Cr 10, 16-17) abre otra perspectiva: la Eucaristía es también fuente de comunión entre los hermanos. «El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan» (ib 17). Como el pan eucarístico es uno —el Cuerpo de Cristo—, así los que participan de él forman a su vez un solo cuerpo, la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo. En otro lugar recuerda San Pablo todos los motivos que comprometen a los creyentes con la unidad: «Un solo Espíritu..., una sola esperanza..., un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Un solo Dios Padre de todos» (Ef 4, 6). Aquí afirma que el sacramento fortalecedor de esta unidad es el único pan eucarístico. «Justo porque participamos en un solo pan, nos hacemos todos un solo Cuerpo de Cristo, una sola sangre, y miembros los unos de los otros, hechos un solo cuerpo con Cristo» (San Juan Damasceno, De fide orth. 4, 13). El cristiano debe, pues, sacar de la Comunión eucarística el fruto de una comunión más intensa con los hermanos.

 

Alabado seas, oh Señor todopoderoso... Viniste a librarnos de nuestros pecados. Nosotros te cantamos, admirable Salvador. Tú eres el pastor del rebaño, enviado por el Padre...

Haz que recibamos con reverencia el Sacramento, que nos saciemos de tu dulzura, oh Cristo. Nos has dado el pan del cielo: nosotros hemos comido el pan de los Ángeles. Haz que nos amemos unos a otros porque tú, oh Dios, eres caridad. El que ama a su hermano ha nacido de ti y te contempla; en él es perfecta la caridad. (Cf. Priéres eucharistiques, 47).

Señor, tú vives en mí con tu gracia, yo me complazco en ti por encima de todas las cosas. Yo te debo amar, dar gracias, alabar; no puedo menos, porque eso es para mí vida eterna. Tú eres mi manjar y mi bebida: cuanto más como, más hambre tengo; cuanto más bebo, tengo más sed, cuanto más te poseo, más te deseo. Eres para mí más dulce que la miel, superior a toda dulzura que se pueda gustar. Siempre tengo hambre y deseo de ti, porque no puedo agotarte. ¿Eres tú quien me consumes y yo quien te consumo a ti? No lo sé; porque en el fondo de mi alma siento ambas cosas. Tú quieres que yo sea una cosa contigo; quiero abandonar mis malos hábitos para abandonarme entre tus brazos. No puedo sino darte gracias, alabarte, honrarte, porque ello es para mí vida eterna. Siento en mí cierta desazón, y no sé lo que es. Si pudiese llegar a ser una sola cosa contigo, oh Dios..., acabarían todos mis lamentos. Señor, tú que conoces todas mis necesidades, haz de mí lo que quieras. Yo me abandono completamente a ti y en ti me refugio sin temor en todas mis penas. (Ruys-Broeck, Oeuvres, v 1, p. 237).

Tomado del libro INTIMIDAD DIVINA,

del P. Gabriel de Santa María Magdalena, OCD.

 

También puede escuchar una síntesis en AUDIO haciendo clic AQUÍ.

miércoles, 15 de febrero de 2023

LA LUZ DE FRANCISCO (audios): El Sacramento de la Eucaristía


Tema del episodio Nº 23 del ciclo:

El Sacramento de la Eucaristía 

“La luz de Francisco”, es un micro programa de evangelización, realizado por el sacerdote argentino José Antonio Medina Pellegrini, que se emitió todos los viernes a las 13:30 hs por Cadena Cope Cádiz, España, desde octubre de 2013 a junio de 2014.

El programa cuenta con una particularidad muy importante: la sintonía del mismo ha sido escrita e interpretada por Palito Ortega en homenaje al Papa Francisco y regalada al Padre José Medina para que le acompañe en este programa de evangelización, que adopta su nombre de esta misma canción.

domingo, 19 de junio de 2022

Domingo de Corpus Christi - Ciclo C

 


Texto del Evangelio: Lc 9,11b-17

En aquel tiempo, Jesús les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados. Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado». Él les dijo: «Dadles vosotros de comer». Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente».

Pues había como cinco mil hombres. Él dijo a sus discípulos: «Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta». Hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.

viernes, 17 de junio de 2022

SAGRADA EUCARISTÍA: Santa Juliana de Cornillón contribuyó a la institución del Corpus Christi

En la audiencia general del 17 de noviembre de 2010, el Papa Benedicto XVI, habló sobre santa Juliana de Cornillon, que contribuyó a la institución de la solemnidad del Corpus Christi.

Nacida cerca de Lieja (Bélgica), a finales del siglo XII, huérfana a los cinco años, Juliana "fue confiada -dijo el Santo Padre- al cuidado de las religiosas agustinas del convento-leprosería de Mont-Cornillon", tomando más tarde el habito agustino y llegando a ser priora del mismo.

El Papa explicó que la santa belga "poseía una notable cultura (...) y un sentido profundo de la presencia de Cristo, que experimentaba viviendo de modo particularmente intenso el Sacramento de la Eucaristía".

A los dieciséis años tuvo una visión, continuó, que la llevó a comprender la necesidad de instituir la fiesta litúrgica del Corpus Cristi, "para que los creyentes adoraran la Eucaristía para aumentar su fe, avanzar en la práctica de las virtudes y reparar las ofensas al Santísimo Sacramento".

Juliana "confió la revelación a otras dos fervientes adoradoras de la Eucaristía" y las tres "establecieron una especie de "alianza espiritual", con el propósito de glorificar el Santísimo Sacramento".

Benedicto XVI señaló que "el obispo de Lieja, Robert de Thourotte, tras algunas dudas iniciales, aceptó la propuesta de Juliana y sus compañeras, e instituyó por primera vez, la solemnidad del Corpus Christi en su diócesis. Más tarde, otros obispos lo imitaron, estableciendo la misma fiesta en los territorios confiados a sus cuidados pastorales".

Juliana, dijo el Papa, "tuvo que sufrir la fuerte oposición de algunos miembros del clero y del mismo superior del que dependía su monasterio. Entonces, decidió dejar el convento de Mont-Cornillon con algunas compañeras, y durante diez años, de 1248 a 1258, vivió en distintos monasterios de monjas cistercienses", mientras "continuaba difundiendo con devoción el culto eucarístico. Murió en 1258, en Fosses-la-Ville, Bélgica".

El Santo Padre recordó que "el Papa Urbano IV, en 1264, quiso instituir la solemnidad del Corpus Christi como fiesta de precepto para la Iglesia universal, el jueves después de Pentecostés. (...) Para dar personalmente ejemplo, celebró esta solemnidad en Orvieto, ciudad en la que vivía entonces". En la catedral de esta ciudad  se conserva "el famoso corporal con las huellas del milagro eucarístico ocurrido en 1263, en Bolsena".

"Urbano IV pidió a uno de los más grandes teólogos de la historia, Santo Tomás de Aquino -que acompaña al Papa en ese momento y se encontraba en Orvieto-, que compusiera los textos del oficio litúrgico de esta gran fiesta, (...) para expresar alabanza y gratitud al Santísimo Sacramento".

El Papa dijo que "a pesar de que tras la muerte de Urbano IV, la celebración de la fiesta del Corpus Christi se limitaba a algunas regiones de Francia, Alemania, Hungría y del norte de Italia, el Papa Juan XXII, en 1317, la extendió a toda la Iglesia".

"¡Quisiera afirmar con alegría -exclamó el Santo Padre- que hoy en la Iglesia hay una "primavera eucarística": Cuántas personas rezan en silencio ante el sagrario, manteniendo una conversación amorosa con Jesús! Es reconfortante saber que muchos grupos de jóvenes han vuelto a descubrir la belleza de la adoración a la Santísima Eucaristía. Rezo para que esta "primavera eucarística" se extienda cada vez más en todas las parroquias, especialmente en Bélgica, la patria de santa Juliana".

Benedicto XVI invitó a "renovar, recordando a santa Juliana de Cornillon, nuestra fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. (...) ¡La fidelidad al encuentro con Cristo  Eucarístico en la Santa Misa dominical es fundamental para el camino de fe, pero tratemos también de visitar con frecuencia al Señor presente en el sagrario! (...) Precisamente -concluyó- mediante la contemplación en adoración, el Señor nos atrae hacia sí, nos hace penetrar en su misterio, para transformarnos como transformó el pan y el vino".

sábado, 3 de julio de 2021

PARA SALVARTE, RAZONES PARA CREER (audios): El valor infinito de la Santa Misa

 

Programa radiofónico: "PARA SALVARTE, Razones para creer".

Director: Padre José Antonio Medina sobre textos y audios del Padre Jorge Loring.

Tema del episodio Nº 34 del ciclo:

El valor infinito de la Santa Misa

Contenido:

- Catecismo de la Iglesia Católica: “La celebración litúrgica de la Eucaristía. La misa de todos los siglos. El banquete pascual”, lectura y comentario de los números 1345 a 1355 y del 1382 a 1383.

- Audios del Padre Loring: Conferencia “El valor de la Santa Misa”, donde se hace referencia a los siguientes temas: Objeciones para no ir a Misa, La obligación de adorar a Dios, Acto oficial de esta adoración, Valor de la Santa Misa.

Fecha de emisión original en Radio María España el viernes 28 de mayo de 2021.

sábado, 12 de junio de 2021

PARA SALVARTE, RAZONES PARA CREER (audios): Catequesis y milagros de la Sagrada Eucaristía

 

Programa radiofónico: "PARA SALVARTE, Razones para creer".

Director: Padre José Antonio Medina sobre textos y audios del Padre Jorge Loring.

Tema del episodio Nº 33 del ciclo:

Catequesis y milagros de la Sagrada Eucaristía

Contenido:

- Catecismo de la Iglesia Católica: “El sacramento de la Eucaristía”, lectura y comentario de los números 1384 a 1405: “Tomad y comed todos de Él: la Sagrada Comunión”.

- Audios del Padre Loring: Conferencia “Los milagros eucarísticos”, donde se hace referencia a los siguientes milagros eucarísticos: los Corporales de Daroca, la Sagrada Forma del Escorial, los peces de Alboraya y el milagro eucarístico acontecido en Lanciano, Italia.

Fecha de emisión original en Radio María España el viernes 14 de mayo de 2021.


miércoles, 9 de junio de 2021

LAS FLORECILLAS DEL PAPA FRANCISCO (audios): Testigo de uno de los mayores milagros eucarísticos de la historia

 


Tema del episodio Nº 17

Testigo de uno de los mayores milagros eucarísticos de la historia

“Las florecillas del Papa Francisco”, es un micro programa radiofónico de evangelización, realizado por el sacerdote y escritor argentino residente en España, José Antonio Medina Pellegrini, que se emite dentro del Programa “Iglesia Noticia” de la Diócesis de Getafe.

Su día y horario de emisión es el domingo a las 09:45 hs y es transmitido por Cope Madrid Regional 101.0, y Cope Pinares 90.5 y 92.2 (estas frecuencias se escuchan en la zona sur de Madrid), desde el mes de febrero de 2021.

domingo, 6 de junio de 2021

Solemnidad de Corpus Christi - Ciclo B

 


Texto del Evangelio: Mc 14,12-16.22-26

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?». Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde entre, decid al dueño de la casa: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?’. Él os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros». Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.

Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, éste es mi cuerpo». Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios».

Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.

sábado, 5 de junio de 2021

LITURGIA: Solemnidad de Corpus Christi


Queridos amigos y hermanos del blog: Corpus Christi: "Cuerpo de Cristo", en latín. Esta fiesta conmemora la institución de la Santa Eucaristía el Jueves Santo con el fin de tributarle a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud. Por eso se celebraba en la Iglesia Latina el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad. En muchos países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad.

La Solemnidad de Corpus Christi se remonta al siglo XIII. Dos eventos extraordinarios contribuyeron a la institución de la fiesta: Las visiones de Santa Juliana de Mont Cornillon y El milagro Eucarístico de Bolsena/Orvieto.

Urbano IV, amante de la Eucaristía, publicó la bula “Transiturus” el 8 de septiembre de 1264, en la cual, después de haber ensalzado el amor de nuestro Salvador expresado en la Santa Eucaristía, ordenó que se celebrara la solemnidad de “Corpus Christi” en el día jueves después del domingo de la Santísima Trinidad, al mismo tiempo otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la santa misa y al oficio. Este oficio, compuesto por el doctor angélico, Santo Tomás de Aquino, por petición del Papa, es uno de los más hermosos en el breviario Romano y ha sido admirado aun por eminentes teólogos protestantes.

La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta. La fiesta fue aceptada en Cologne en 1306. El Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y en el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. Publicó un nuevo decreto incorporando el de Urbano IV. Juan XXII, sucesor de Clemente V, instó su observancia.

Procesiones. Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV y se hicieron bastante comunes en a partir del siglo XIV.

El Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad, y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. El Beato Juan Pablo II ha exhortado en numerosísimas oportunidades a que se renueve la costumbre de honrar a Jesús en este día llevándolo en solemnes procesiones.

En la Iglesia griega la fiesta de Corpus Christi es conocida en los calendarios de los sirios, armenios, coptos, melquitas y los rutinios de Galicia, Calabria y Sicilia.


Santa Juliana de Mont Cornillon y la fiesta de Corpus Christi.

La santa nace en Retines cerca de Liège, Bélgica en 1193. Quedó huérfana muy pequeña y fue educada por las monjas Agustinas en Mont Cornillon. Cuando creció, hizo su profesión religiosa y más tarde fue superiora de su comunidad. Por diferentes intrigas tuvo que irse del convento. Murió el 5 de abril de 1258, en la casa de las monjas Cistercienses en Fosses y fue enterrada en Villiers.

Juliana, desde joven, tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento. Y siempre añoraba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo se dice haberse intensificado por una visión que ella tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad. Ella comunicó esta visión a Roberto de Thorete, el entonces obispos de Liège, también al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los Países Bajos; a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Liège, después obispo de Verdun, Patriarca de Jerusalén y finalmente al Papa Urbano IV.

El obispo Roberto se impresionó favorablemente y como en ese tiempo los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año entrante; también el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan debía escribir el oficio para esa ocasión. El decreto está preservado en Binterim (Denkwürdigkeiten, V.I. 276), junto con algunas partes del oficio.

El obispo Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por primera vez con los cánones de San Martín en Liège. Jacques Pantaleón llegó a ser Papa el 29 de agosto de 1261. La ermitaña Eva, con quien Juliana había pasado un tiempo y quien también era ferviente adoradora de la Santa Eucaristía, le insistió a Enrique de Guelders, obispo de Liège, que pidiera al Papa que extendiera la celebración al mundo entero.


El milagro de Bolsena

En el siglo XIII, el sacerdote alemán, Pedro de Praga, se detuvo en la ciudad italiana de Bolsena, mientras realizaba una peregrinación a Roma. Era un sacerdote piadoso, pero dudaba en ese momento de la presencia real de Cristo en la Hostia consagrada. Cuando estaba celebrando la Misa junto a la tumba de Santa Cristina, al pronunciar las palabras de la Consagración, comenzó a salir sangre de la Hostia consagrada y salpicó sus manos, el altar y el corporal.

El sacerdote estaba confundido. Quiso esconder la sangre, pero no pudo. Interrumpió la Misa y fue a Orvieto, lugar donde residía el Papa Urbano IV.

El Papa escuchó al sacerdote y mandó a unos emisarios a hacer una investigación. Ante la certeza del acontecimiento, el Papa ordenó al obispo de la diócesis llevar a Orvieto la Hostia y el corporal con las gotas de sangre.

Se organizó una procesión con los arzobispos, cardenales y algunas autoridades de la Iglesia. A esta procesión, se unió el Papa y puso la Hostia en la Catedral. Actualmente, el corporal con las manchas de sangre se exhibe con reverencia en la Catedral de Orvieto.

A partir de entonces, miles de peregrinos y turistas visitan la Iglesia de Santa Cristina para conocer donde ocurrió el milagro. En Agosto de 1964, setecientos años después de la institución de la fiesta de Corpus Christi, el Papa Paulo VI celebró Misa en el altar de la Catedral de Orvieto. Doce años después, el mismo Papa visitó Bolsena y habló en televisión para el Congreso Eucarístico Internacional. Dijo que la Eucaristía era “un maravilloso e inacabable misterio”.

sábado, 22 de mayo de 2021

PARA SALVARTE, RAZONES PARA CREER (audios): Catequesis apologética sobre la Sagrada Eucaristía


Programa radiofónico: "PARA SALVARTE, Razones para creer".

Director: Padre José Antonio Medina sobre textos y audios del Padre Jorge Loring.

Tema del episodio Nº 32 del ciclo:

Catequesis apologética sobre la Sagrada Eucaristía

Contenido:

- Catecismo de la Iglesia Católica: “El sacramento de la Eucaristía” (lectura y comentario de los números 1322 a 1344 y del 1356 a 1361).

- Audios del Padre Loring: Conferencia “Catequesis sobre la Sagrada Eucaristía”.

Fecha de emisión original en Radio María España el viernes 30 de abril de 2021.


jueves, 17 de diciembre de 2020

UNA LUZ EN TU VIDA (audios): “La Misa es larga, dices, y añado yo: porque tu amor es corto”

                                                                               Tema de este episodio:

“La Misa es larga, dices, y añado yo: porque tu amor es corto” 

¿Qué es “Una luz en tu vida”? Es un micro-programa radiofónico de casi 4 minutos de duración y de emisión diaria (de lunes a domingo), escrito y dirigido por el Padre José Antonio Medina. Pensado y rezado como programa de evangelización para la reflexión en familia para compartir la Buena Noticia de Jesucristo desde la espiritualidad, como camino de unión y comunión con Dios y con los hermanos.

Nuevos programas de la Temporada 2020

- 18 temporadas emitidas en Argentina con el nombre de “Dios con Nosotros".

- 7 temporadas emitidas en España con el nombre de “Una luz en tu vida”.

Locución: Yolanda Gómez

Se emite todos los días a las 07:00 y las 15:00 hs. por Radio María España desde el mes de enero de 2014.

jueves, 19 de noviembre de 2020

UNA LUZ EN TU VIDA (audios): “Historia de una espiga” (José María Pemán)

Tema de este episodio:

“Historia de una espiga” (José María Pemán)

¿Qué es “Una luz en tu vida”? Es un micro-programa radiofónico de casi 4 minutos de duración y de emisión diaria (de lunes a domingo), escrito y dirigido por el Padre José Antonio Medina. Pensado y rezado como programa de evangelización para la reflexión en familia para compartir la Buena Noticia de Jesucristo desde la espiritualidad, como camino de unión y comunión con Dios y con los hermanos.

Nuevos programas de la Temporada 2020

- 18 temporadas emitidas en Argentina con el nombre de “Dios con Nosotros".

- 7 temporadas emitidas en España con el nombre de “Una luz en tu vida”.

Locución: Yolanda Gómez

Se emite todos los días a las 07:00 y las 15:00 hs. por Radio María España desde el mes de enero de 2014.

domingo, 14 de junio de 2020

COMPARTIENDO EL EVANGELIO (CICLO A): Solemnidad de Corpus Christi

Programa “Compartiendo el Evangelio”
Con el Padre José Antonio Medina
Episodio Nº 2
Fecha: Domingo 14 de junio de 2020.
Lugar: Capilla del Hospital Universitario Infanta Elena, Valdemoro, Madrid, España.
Título: Solemnidad de Corpus Christi (Ciclo A)
Evangelio y reflexión sobre: Juan 6,51-58

sábado, 13 de junio de 2020

SAGRADA EUCARISTÍA: Solemnidad de Corpus Christi - Ciclo A


Texto del Evangelio: Jn 6,51-58

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».

Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre».