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lunes, 7 de abril de 2025

UNA LUZ EN TU VIDA (audios): "Vía Matris"

 


¿Conocen la devoción del “Vía Matris”? ("Camino de la Madre") Ésta es una práctica piadosa que sigue el modelo del Viacrucis, pero referida a los Siete dolores de María. El rezo del Vía Matris es habitual en Cuaresma, especialmente el Viernes de Dolores, y en Semana Santa.



martes, 25 de marzo de 2025

INTIMIDAD DIVINA – Santoral: La Anunciación del Señor

 

«Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad» (Salmo responsorial).

El motivo dominante de la liturgia de esta solemnidad es el del ofrecimiento y entrega total a Dios. Se canta en la antífona de entrada, se repite en el estribillo del salmo responsorial y se proclama en la segunda lectura: «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad» (Hb 10, 5-7). Expresa las disposiciones de Cristo y de su Madre íntimamente unidos en una actitud idéntica de ofrecimiento y de aceptación.

El autor de la Carta a los Hebreros sacó esas palabras del salterio (SI 39, 8.9) y las recibió como pronunciadas por el Hijo de Dios en el momento de su encarnación: «Cuando Cristo entró en el mundo, dijo: "Tú no quieres sacrificios ni ofrendas; pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias". Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad"» (Hb 10, 5-7). Antes que el Hijo de Dios pronunciase en el tiempo su ofrecimiento, antes que tomase el cuerpo que el Padre había determinado prepararle en el seno de una humilde doncella, era necesario que ese mismo ofrecimiento fuese hecho por la que debía ser su Madre.

Dios, en efecto, infinitamente respetuoso de la libertad de su criatura, «quiso que precediera a la encarnación la aceptación de la Madre predestinada» (LG 56). Y María al anuncio del ángel, hizo su ofrecimiento: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). La diferencia de términos no anula la Identidad de significado y de disposiciones. El Ecce ancilla Domini de María es el eco perfecto en el tiempo del Ecce eterno del Verbo y hace posible su actuación. Su ofrecimiento se funde con el de Cristo formando una única oblación que Madre e Hijo vivirán inseparablemente unidos hasta consumarla en el Calvario para gloria del Padre y redención de los hombres.

Así hoy, guiados por la Liturgia, los fieles celebran la ofrenda más excelsa que jamás haya sido presentada a Dios y de la que salió nuestra salvación. Mientras dan gracias a Cristo y a su Madre por este don inmenso, le suplican los haga capaces de ofrecerse a Dios sin reservas para que se cumpla en ellos toda su voluntad. «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad».

En la solemnidad de la Anunciación, aparece Jesús más unido que nunca a María no sólo en el relato evangélico, sino también en la profecía de Isaías que hoy se lee en la primera lectura (7, 10-14). En un momento crítico de la historia de Israel, el profeta anuncia al rey Acaz un salvador extraordinario enviado por Dios, cuyo nacimiento será de una virgen: «Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pone por nombre Emmanuel» (ib 14).

El vaticinio, aunque pronunciado en un contexto de detalles que se refieren a la historia de aquellos tiempos, es demasiado explícito para no reconocer en él el primer anuncio misterioso de la encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen de Nazaret. Así lo interpreta Mateo, que lo reproduce textualmente como conclusión de su narración del nacimiento de Jesús: «Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: "Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo y le pone por nombre Emmanuel, que significa: Dios con nosotros"» (1, 22-23).

En el Evangelio del día, Lucas refiere el hecho histórico del anuncio del nacimiento de Jesús (1, 26-38). La narración es abiertamente mariana, sea porque sólo María puede haberla referido, sea porque fue ella la protagonista. Pero todo está en función del que había de venir: Jesús. Este es designado como «Hijo del Altísimo», a quien se le dará «el trono de David..., y su reino no tendrá fin» (ib 32-33). Su concepción en el seno de María no será por obra de varón, sino por intervención divina especial: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Ib 35).

Ante la grandeza inaudita de este anuncio, María se abisma en un acto de fe y de humildad sin precedentes. Justamente porque es humilde, cree cosas humanamente imposibles; primera entre todas las criaturas cree la Virgen en Cristo Hijo de Dios, que, por un misterio inexplicable, está para hacerse en ella hombre verdadero. Creyendo acepta, pero su humildad no le permite ofrecerse a Dios sino en cualidad de esclava; y Dios responde al punto haciendo de ella la madre intacta de su Unigénito. Misterio de misericordia infinita por parte del Altísimo; acto de humildad y de fe por parte de María. «La Virgen escucha, cree y concibe», dice San Agustín (Sermón 196, 1, 1). Humildad y fe son la tierra fértil en la que Dios realiza los milagros de su amor todopoderoso.

 

¡Oh Verbo!, tú te lanzas hacia la [criatura] imagen tuya y por amor a la carne te revestiste de carne; por amor a mi alma, te dignas fundir tu persona divina con un alma inteligente... ¡Oh fusión inaudita, oh compenetración paradójica! Tú, que eres el que es, vienes al tiempo, increado, te haces objeto de creación. Tú que no puedes ser contenido en ningún lugar, entras en el tiempo y en el espacio y un alma espiritual se convierte en mediadora entre la divinidad y la pesadez de la carne. Tú que lo enriqueces todo, te haces pobre y sufres la pobreza de mi carne, para que sea yo enriquecido con tu divinidad. Tú que eres la plenitud, te vacías; te despojas por un tiempo de tu gloria, para que pueda yo participar de tu plenitud.

¡Qué riqueza de bondad! ¡Qué inmenso misterio te envuelve! He sido hecho partícipe de tu imagen, Dios mío, pero no he sabido guardarla; ahora tú te haces partícipe de mi carne para salvar la imagen que me diste y para hacer inmortal mi carne. (San Gregorio Nacienceno, Oratio, 45, 9).

¡Oh María!, vaso de humildad, en el que está y arde la llama del verdadero conocimiento, por el que te levantaste por encima de ti y por eso agradaste al Padre eterno, por lo cual él te arrebató y te atrajo a sí, amándote con singular amor. Con esta luz y fuego de tu caridad y con el aceite de tu humildad atrajiste e inclinaste a su divinidad a venir a ti; aunque antes fue atraído para venir a nosotros por el ardentísimo fuego de su inestimable caridad...

¡Oh María, dulcísimo amor mío!, en ti está escrito el Verbo, del que hemos recibido la doctrina de la vida... Yo veo que este Verbo, apenas escrito en ti, no estuvo sin la cruz del santo deseo; apenas concebido en ti, le fue infundido y unido el deseo de morir por la salvación del hombre, para lo que se encarnó...

¡Oh María!, hoy tu tierra nos ha germinado al Salvador... ¡Oh María! Bendita seas entre todas las mujeres por todos los siglos, que hoy nos has dado parte de tu harina. Hoy le Deidad se ha unido y amasado con nuestra humanidad tan fuertemente, que jamás se pudo separar ya esta unión ni por la muerte ni por nuestra ingratitud. (Santa Catalina de Siena, Elevaciones, 15).

 

Tomado del libro INTIMIDAD DIVINA,

del P. Gabriel de Santa María Magdalena, OCD.


miércoles, 1 de enero de 2025

INTIMIDAD DIVINA - Santoral: Santa María, Madre de Dios

 

«Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre» (Lc 1, 42).

La reforma litúrgica ha consagrado a la Madre de Dios la octava de Navidad que coincide con el comienzo del año civil y que, según el Evangelio, es el día en que fue impuesto el nombre a Jesús: «Cuando se hubieron cumplido los ocho días le dieron el nombre de Jesús» (Lc 2, 21).

Al tema del nombre del Señor, recordado explícitamente en el Evangelio de hoy, se entona la primera lectura con el texto de una conmovedora bendición sacerdotal sugerida por Dios mismo: «De este modo habréis de bendecir a los hijos de Israel; diréis: Que Yahvé te bendiga y te guarde. Que haga resplandecer su faz sobre ti y te otorgue su gracia... Así invocarán mi nombre... y yo los bendeciré (Nm 6, 23-27). La bendición del Señor, reservada un tiempo a los hijos de Israel, se extiende hoy a todos los pueblos por mediación de Jesús. «En Cristo» bendice Dios «con toda bendición espiritual» (Ef 1, 3) a quien le busca con corazón sincero; por Cristo «vuelve a él su rostro y le da la paz» (Nm 6, 26). No hay modo mejor de comenzar el año que invocando el nombre de Dios y recibiendo de él el don precioso de la paz.

La consideración de un niño «de ocho días» no puede separarse del recuerdo de su madre; y por eso la liturgia se dirige hoy espontáneamente a María, la Virgen Madre, presente siempre, aunque discretamente, donde quiera se encuentra su Hijo divino. Mirando a Cristo la Iglesia invoca la intercesión maternal de María sobre todos los creyentes: «Dios y Señor nuestro... concédenos experimentar la intercesión de aquélla de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida (Colecta). La bendición de Dios adquiere, por decirlo así, un tono materno: los creyentes son bendecidos en Jesús por intercesión de María, porque sólo la pureza y el amor de esta humilde Virgen los hacen dignos «de recibir al autor de la vida», Jesús, Hijo de Dios.

La bendición del Señor prometida a Israel, llegue hoy, por medio de Jesús y de María, a todos los hombres, trayendo a todos los corazones la gracia y la paz: «Ten piedad de nosotros, y bendícenos» (Ps 66, 2).

La presencia de María aflora con insistencia en los varios textos litúrgicos, pero siempre de forma velada, perfectamente entonada a su carácter, todo silencio y humildad.

En la segunda lectura san Pablo la menciona, pero no la nombra; subraya únicamente el hecho del nacimiento de Cristo de una mujer: «Envió Dios a su Hijo nacido de mujer... para que recibiésemos la adopción de hijos» (GI 4, 4-5). La encarnación del Hijo de Dios se ha realizado de un modo virginal, pero por la vía normal de la naturaleza humana: nace de una mujer, María, y por medio de ella se introduce hombre entre los hombres. Y precisamente porque pertenece a su estirpe, porque es su hermano en la carne, Jesús puede rescatar a los hombres y hacerlos hermanos suyos en el espíritu y por lo tanto participantes de su filiación divina. La gracia de adopción llega a los hombres por mediación de María, que, siendo madre de Cristo, es también madre de los que en Cristo son hechos hijos de Dios. Si en el corazón de los creyentes mora «el Espíritu de su Hijo que grita ¡Abba, Padre!» (ib. 6), esto se debe también —por haberlo así dispuesto Dios— a la función materna de María Santísima.

Con igual discreción presenta el Evangelio de la misa del día a María en actitud de cumplir su oficio de madre. La narración de Lucas deja entrever a María que, poco después del nacimiento de Jesús, acoge a los pastores y «llena de alegría, les muestra a su Hijo primogénito» (LG, 157), escuchando con atención cuanto ellos cuentan de la aparición y anuncio del ángel. Luego, mientras se van los pastores glorificando y alabando a Dios por lo que habían oído y visto (Lc 2, 20), María se queda junto a su Hijo «guardando todas estas cosas y meditándolas en su corazón» (ib. 19).

María es madre de Jesús no sólo porque le ha dado la carne y la sangre, sino también porque ha penetrado íntimamente en su misterio y se ha unido a él de la manera más profunda: «se consagró totalmente a sí misma... a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la redención con él y bajo él» (LG 56). Por eso María «es nuestra Madre en el orden de la gracia» (ib. 61).

 

Tú, ¡oh Benigno!, que naciste por nosotros de una Virgen... no desprecies a los que formaste con tu mano; muestra tu poder a los hombres, ¡oh Misericordioso! Escucha a la que te engendró, tu Madre que intercede por nosotros, y salva, ¡oh Salvador nuestro!, al pueblo desolado. (Oraciones de rito bizantino a la Madre de Dios).

¡Oh Hija siempre virgen que pudiste concebir sin intervención de varón! Porque el que tú concebiste tiene un Padre eterno. ¡Oh hija de la estirpe terrestre que llevaste al Creador en tus brazos divinamente maternales!...

Verdaderamente tú eres más preciosa que toda la creación, porque sólo de ti ha recibido el Creador en herencia las primicias de nuestra materia humana. Su carne ha sido hecha de tu carne, su sangre de tu sangre; Dios se ha alimentado con tu leche, y tus labios han tocado los labios de Dios...

¡Oh mujer toda amable y mil veces bienaventurada! «Tú eres bendita entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu seno». ¡Oh Mujer, hija del rey David y Madre de Dios, rey universal! Obra maestra viviente, en quien Dios creador se complace, y cuyo espíritu es guiado sólo por Dios y a él sólo atiende... Por él tú viniste a la vida y en gracia a él servirás a la salvación universal, para que por medio tuyo se cumpla el antiguo designio de Dios, que es la encarnación del Verbo y nuestra divinización. (Texto atribuido a San Juan Damasceno, Homilía in nativ. B. V. M.).

Quiero considerar este año nuevo, oh Jesús mío, como una página en blanco que tu Padre me presenta y en la cual irá escribiendo día tras día lo que haya dispuesto de mí en sus divinos designios. Yo desde este momento escribo en la cabecera de la primera página con absoluta confianza: ‘Domine, fac de me sicut vis’: Señor, haz lo que quieras de mí. Y al final de esa misma página pongo ya desde ahora el amén, el sí de mi aceptación a todas las disposiciones de tu voluntad divina. ¡Oh Señor!, desde este momento, sí a todas las alegrías, a todos los dolores, a todas las gracias, a todas las fatigas que has preparado para mí y que día tras día me irás descubriendo. Haz que mi amén sea el amén de Pascua, seguido siempre por el aleluya, esto es, pronunciado con todo el corazón, con la alegría de una entrega completa. Dame tu amor y tu gracia y no necesitaré otra cosa para ser rico. (Sor Carmela del Espíritu Santo, Escritos inéditos).

 

Tomado del libro INTIMIDAD DIVINA,

del P. Gabriel de Santa María Magdalena, OCD.

sábado, 16 de noviembre de 2024

VIRGEN MARÍA: Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila

Nuestra Señora de los Dolores
de Chandavila.
 

El Dicasterio para la Doctrina de la Fe dio su consentimiento a la propuesta del arzobispo de Mérida-Badajoz para que la "riqueza espiritual" de Chandavila siga siendo usufructuada por los fieles.

El Dicasterio para la Doctrina de la Fe "presta gustosamente su conformidad" para que el arzobispo de Mérida-Badajoz, monseñor José Rodríguez Carballo, proceda a la propuesta de declaración de nihil obstat, para que "el santuario de Chandavila, heredero de una rica historia de sencillez, pocas palabras y mucha devoción, siga ofreciendo, a los fieles que deseen acercarse a él, un lugar de paz interior, consuelo y conversión".

Así lo escribe el prefecto, cardenal Víctor Manuel Fernández en una carta, aprobada por el Papa Francisco el 22 de agosto, en respuesta a una misiva del prelado español, fechada el pasado 28 de julio, que incluía el relato de los hechos, que se remontan a 1945, acerca de dos jóvenes a las que se habría aparecido la Virgen como Nuestra Señora de los Dolores, en la localidad española de Chandavila, en Extremadura, cerca de la frontera con Portugal.

Según las normas publicadas el 17 de mayo por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, con el nulla osta, "aunque no se exprese ninguna certeza sobre la autenticidad sobrenatural del fenómeno, se reconocen muchos signos de una acción del Espíritu Santo", por lo que "se anima al obispo diocesano a apreciar el valor pastoral y también a promover la difusión de esta propuesta espiritual, incluso a través de posibles peregrinaciones a un lugar sagrado", mientras que se autoriza a los fieles a dar, "de manera prudente, su adhesión".

La historia de Marcelina y Afra

La devoción a Nuestra Señora de los Dolores en Chandavila nació a finales de la Segunda Guerra Mundial, con las experiencias espirituales que dos niñas -Marcelina Barroso Expósito, de 10 años, y Afra Brígido Blanco, de 17- tuvieron por separado en esta misma localidad, a partir de mayo de 1945.

"Marcelina -escribe el cardenal Fernández- narró que, al principio, veía una forma oscura en el cielo, que en otros momentos se fue perfilando más claramente como la Virgen de los Dolores, con manto negro cuajado de estrellas, sobre un castaño. La experiencia profunda de esta muchacha, más que la visión, fue haber sentido el abrazo y el beso que la Virgen le dio en la frente. Esta seguridad de la cercanía afectuosa de la Virgen es quizás el más bello mensaje. Si bien, con el paso de los días, tanto ella como Afra identificaron la figura como la Virgen de los Dolores, lo que más se destaca es una presencia de la Virgen que infunde consuelo, estímulo, confianza. Cuando la Virgen pide a Marcelina caminar de rodillas por un tramo de erizos de castaño secos, espinos y piedras cortantes, no lo hace para provocarle un sufrimiento. Al contrario, le pide confianza ante ese desafío: 'No temas, nada te sucederá'".


La ternura de María

"Este llamado de la Virgen a la confianza en su amor -continúa el cardenal prefecto- dio a esta niña pobre y sufrida una esperanza y una experiencia de sentirse dignificada. Ese sencillo manto hecho de cañas y hierbas con el cual la Virgen protegió las rodillas de la muchacha, ¿no es una hermosa expresión de la ternura de María? Al mismo tiempo, fue una experiencia de hermosura, porque la Virgen se presentó rodeada de constelaciones luminosas, como las que podían admirarse por las noches en el límpido cielo de los pequeños pueblos de Extremadura".

Una vida discreta al servicio de enfermos, ancianos y huérfanos

Tras las supuestas visiones, las dos jóvenes llevaron "una vida discreta y sin estridencias", dedicándose "a obras de caridad, especialmente atendiendo a personas enfermas, ancianas o huérfanos, y transmitiendo así, a las personas sumidas en el dolor, aquel dulce consuelo del amor de la Virgen que ellas habían experimentado", agregó el prefecto.

Muchos aspectos que indican una acción del Espíritu

Por todo ello -escribió el cardenal Fernández al arzobispo Rodríguez Carballo-, "no hay nada que se pueda objetar a esta hermosa devoción, que presenta la misma sencillez que podemos ver en María de Nazaret, nuestra Santísima Madre. Son muchos los aspectos positivos que indican una acción del Espíritu Santo en tantos peregrinos que se acercan, tanto de España como de Portugal, en las conversiones, curaciones y otros signos preciosos que acaecen en ese lugar".

Por último, el cardenal recuerda el Jubileo de 2020, con motivo del 75º aniversario de las experiencias espirituales en Chandavila, un año jubilar reconocido por el entonces arzobispo de Mérida-Badajoz "como una bendición para la arquidiócesis".

Santuario de Nuestra Señora de Chandavila, La Codosera, España.


martes, 8 de octubre de 2024

PAPA FRANCISCO: Le suplica a la Virgen: “Intercede por nuestro mundo en peligro”

 

(Vatican News) El pasado domingo 6 de octubre, desde la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, Francisco se unió a los miembros del Sínodo de los Obispos y a los fieles de todo el mundo para rezar el rosario en súplica del don de la paz en el mundo por intercesión de la Virgen. «¡Acoge nuestro grito!», rezó el Papa, pidiendo también una “mirada materna sobre la familia humana”.

A los pies de la Santísima Virgen María, en la víspera de la jornada de oración y ayuno por la paz en el mundo, desde la Basílica de Santa María la Mayor, un sitio muy querido para él, Francisco elevó una fervorosa súplica a Nuestra Señora este domingo 6 de octubre. A Ella, que conoce los dolores y las fatigas "que en esta hora abruman nuestro corazón", como expresó en su plegaria, le pidió: "¡Escucha nuestro clamor!".

Tras rezar el santo rosario junto a los miembros del Sínodo, a quienes invitó especialmente a esta iniciativa, el Sucesor de Pedro exclamó:

Oh María, Madre nuestra, estamos de nuevo aquí ante ti. Tú conoces los dolores y las fatigas que en esta hora abruman nuestro corazón. Nosotros elevamos la mirada hacia ti, nos sumergimos en tus ojos y nos encomendamos a tu corazón.

También a ti, oh Madre, la vida te reservó difíciles pruebas y humanos temores, pero fuiste valiente y audaz; confiaste todo a Dios, le respondiste con amor, te ofreciste incondicionalmente. Como intrépida Mujer de la caridad, fuiste rápidamente a ayudar a Isabel; con prontitud percibiste la necesidad de los esposos durante las bodas de Caná; con fortaleza interior en el Calvario iluminaste de esperanza pascual la noche del dolor. Por último, con ternura de Madre animaste a los discípulos temerosos en el Cenáculo y, con ellos, acogiste el don del Espíritu.

Ahora te suplicamos, ¡escucha nuestro clamor! Necesitamos tu mirada, tu mirada amorosa que nos invita a confiar en tu Hijo Jesús. Tú que estás dispuesta a acoger nuestros dolores, ven a socorrernos en este tiempo en que estamos oprimidos por las injusticias y devastados por las guerras; enjuga las lágrimas sobre los rostros sufridos de cuantos lloran la muerte de sus seres queridos, de sus propios hijos; despiértanos del letargo que ha oscurecido nuestro camino y despoja nuestros corazones de las armas de la violencia, para que se cumpla pronto la profecía de Isaías: «Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra» (Is 2,4).

Madre, dirige tu mirada maternal a la familia humana, que ha perdido el gozo de la paz y ha extraviado el sentido de la fraternidad. Madre, intercede por nuestro mundo en peligro, para que custodie la vida y rechace la guerra; para que cuide a los que sufren, a los pobres, a los indefensos, a los enfermos y a los afligidos, y proteja nuestra casa común.

A ti imploramos, Madre, la misericordia de Dios, a ti que eres Reina de la paz. Convierte los corazones de quienes alimentan el odio, silencia el ruido de las armas que provocan la muerte, apaga la violencia que habita en el interior del hombre e inspira proyectos de paz en las decisiones de quienes gobiernan las naciones.

María, Reina del santo Rosario, desata los nudos del egoísmo y disipa las nubes oscuras del mal. A nosotros tus hijos llénanos con tu ternura, levántanos con tu mano bondadosa y danos tu caricia de Madre, que nos hace esperar el advenimiento de una nueva humanidad donde «el desierto será un vergel y el vergel parecerá un bosque. En el desierto habitará el derecho y la justicia morará en el vergel. La obra de la justicia será la paz» (Is 32,15-17).

Oh Madre, Salus Populi Romani, ¡ruega por nosotros!

jueves, 3 de octubre de 2024

ES TIEMPO DE MISERICORDIA (audios): María, Reina y Madre de Misericordia


Tema del programa Nº 23 y último del ciclo:

María, Reina y Madre de Misericordia

“Es tiempo de Misericordia”, es un micro programa de evangelización, realizado por el sacerdote, periodista y escritor argentino residente en España, José Antonio Medina Pellegrini, que se emitió dentro del Programa “Iglesia Noticia” de la Diócesis de Getafe.

Su día y horario de emisión fue el domingo a las 09:45 hs y fue transmitido por Cadena Cope, en las siguientes frecuencias: Cope Comunidad 101.0 FM, Cope Madrid Sur 89.7 FM, Cope Jarama. 100.5 FM y Cope Pinares 92.2 FM (cada una de estas frecuencias se escuchan en la zona sur de Madrid), desde el mes de febrero hasta diciembre de 2016.

“Es tiempo de Misericordia” nos presenta en cada una de sus emisiones distintas alocuciones, homilías y catequesis del Santo Padre Francisco sobre la Divina Misericordia, para que nosotros, al escucharlas, nos decidamos a ser receptores de la misma y a darla, a manos llenas, a nuestros hermanos.

Locución: Cristina Loza

miércoles, 17 de julio de 2024

ES TIEMPO DE MISERICORDIA (audios): El Santo Rosario de María es expresión de la Misericordia


Tema del programa Nº 20 del ciclo:

El Santo Rosario de María es expresión de la Misericordia

“Es tiempo de Misericordia”, es un micro programa de evangelización, realizado por el sacerdote, periodista y escritor argentino residente en España, José Antonio Medina Pellegrini, que se emitió dentro del Programa “Iglesia Noticia” de la Diócesis de Getafe.

Su día y horario de emisión fue el domingo a las 09:45 hs y fue transmitido por Cadena Cope, en las siguientes frecuencias: Cope Comunidad 101.0 FM, Cope Madrid Sur 89.7 FM, Cope Jarama. 100.5 FM y Cope Pinares 92.2 FM (cada una de estas frecuencias se escuchan en la zona sur de Madrid), desde el mes de febrero hasta diciembre de 2016.

“Es tiempo de Misericordia” nos presenta en cada una de sus emisiones distintas alocuciones, homilías y catequesis del Santo Padre Francisco sobre la Divina Misericordia, para que nosotros, al escucharlas, nos decidamos a ser receptores de la misma y a darla, a manos llenas, a nuestros hermanos.

Locución: Cristina Lozano

viernes, 24 de mayo de 2024

VIRGEN MARÍA: El “Mes de María” en la reflexión de Benedicto XVI

 

El sábado 30 de mayo de 2009 en los Jardines Vaticanos, el Santo Padre Benedicto XVI realizó la siguiente reflexión al final del rezo del Santo Rosario como conclusión del mes de mayo, el Mes de María:

Venerados hermanos;

queridos hermanos y hermanas:

Os saludo a todos con afecto al final de la tradicional velada mariana con la que se concluye el mes de mayo en el Vaticano. Este año ha adquirido un valor muy especial, pues coincide con la vigilia de Pentecostés. Al reuniros aquí, congregados espiritualmente en torno a la Virgen María y contemplando los misterios del santo rosario, habéis revivido la experiencia de los primeros discípulos, reunidos en el Cenáculo con "la madre de Jesús", "perseverando todos en la oración con un mismo espíritu" a la espera de la venida del Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14). También nosotros, en esta penúltima tarde de mayo, desde la colina del Vaticano invocamos la efusión del Espíritu Paráclito sobre nosotros, sobre la Iglesia que está en Roma y sobre todo el pueblo cristiano.

La gran fiesta de Pentecostés nos invita a meditar en la relación entre el Espíritu Santo y María, una relación muy íntima, privilegiada e indisoluble. La Virgen de Nazaret fue elegida para convertirse en la Madre del Redentor por obra del Espíritu Santo: en su humildad halló gracia a los ojos de Dios (cf. Lc 1, 30). De hecho, en el Nuevo Testamento vemos que la fe de María, por decirlo así, "atrajo" el don del Espíritu Santo. Ante todo en la concepción del Hijo de Dios, misterio que el mismo arcángel Gabriel explicó así: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1, 35). Inmediatamente después María fue a ayudar a Isabel, y cuando llegó a su casa y la saludó, el Espíritu Santo hizo que el niño saltara de gozo en el seno de su anciana prima (cf. Lc 1, 44); y todo el diálogo entre las dos madres fue inspirado por el Espíritu de Dios, sobre todo el cántico de alabanza con el que María expresó sus sentimientos profundos, el Magníficat. Todos los acontecimientos relacionados con el nacimiento de Jesús y con sus primeros años de vida estuvieron dirigidos de manera casi palpable por el Espíritu Santo, aunque no siempre se le nombre. El corazón de María, en perfecta sintonía con su Hijo divino, es templo del Espíritu de verdad, donde cada palabra y cada acontecimiento son conservados en la fe, en la esperanza y en la caridad (cf. Lc 2, 19.51).

Así podemos tener la certeza de que el corazón santísimo de Jesús en todo el arco de su vida oculta en Nazaret encontró en el corazón inmaculado de su Madre un "hogar" siempre encendido de oración y de atención constante a la voz del Espíritu. Un testimonio de esta singular sintonía entre la Madre y el Hijo, buscando la voluntad de Dios, es lo que aconteció en las bodas de Caná. En una situación llena de símbolos de la alianza, como es el banquete nupcial, la Virgen Madre intercede y provoca, por decirlo así, un signo de gracia sobreabundante: el "vino bueno" que hace referencia al misterio de la Sangre de Cristo.

Esto nos remite directamente al Calvario, donde María está al pie de la cruz junto con las demás mujeres y con el apóstol san Juan. La Madre y el discípulo recogen espiritualmente el testamento de Jesús: sus últimas palabras y su último aliento, en el que comienza a derramar el Espíritu; y recogen el grito silencioso de su Sangre, derramada totalmente por nosotros (cf. Jn 19,25-34). María sabía de dónde venía esa sangre, pues se había formado en ella por obra del Espíritu Santo, y sabía que ese mismo "poder" creador resucitaría a Jesús, como él mismo había prometido.

Así, la fe de María sostuvo la de los discípulos hasta el encuentro con el Señor resucitado, y siguió acompañándolos incluso después de su Ascensión al cielo, a la espera del "bautismo en el Espíritu Santo" (cf. Hch 1, 5). En Pentecostés, la Virgen Madre aparece de nuevo como Esposa del Espíritu, para una maternidad universal con respecto a todos los que son engendrados por Dios mediante la fe en Cristo. Precisamente por eso María es para todas las generaciones imagen y modelo de la Iglesia, que juntamente con el Espíritu camina en el tiempo invocando la vuelta gloriosa de Cristo: "¡Ven, Señor Jesús!" (cf. Ap 22, 17.20).

Queridos amigos, siguiendo el ejemplo de María, aprendamos también nosotros a reconocer la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, a escuchar sus inspiraciones y a seguirlo dócilmente. Él nos hace crecer según la plenitud de Cristo, según los frutos buenos que el apóstol san Pablo enumera en la carta a los Gálatas: "amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí" (Ga 5, 22).

Os deseo que seáis colmados de estos dones y que caminéis siempre con María según el Espíritu y, a la vez que os agradezco y os felicito por vuestra participación en esta celebración vespertina, os imparto de corazón a todos vosotros y a vuestros seres queridos la bendición apostólica.

Benedicto XVI

viernes, 22 de marzo de 2024

VIRGEN MARÍA: ¿Cuáles son los siete dolores de la Virgen y las promesas que encierran?

 


(Sobre un artículo original de “Desde la Fe”) Los siete dolores de la Virgen María hacen referencia a distintos pasajes bíblicos que narran los episodios más dolorosos en la vida de la Madre de Dios.

En Suecia, hacia 1320, la Virgen María se manifestó a santa Brígida diciéndole: “Miro a todos en el mundo para ver quién se compadece de mí y en mis dolores… pero son pocos quienes lo hacen”.

Era la Madre de Jesús con lágrimas en los ojos y el rostro pálido. Su corazón parecía herido por siete espadas; cada una representando los dolores que vivió a lado de su Hijo Jesús.

Los siete dolores de la Virgen María son:

1) La profecía que hizo Simeón sobre el dolor que ella viviría por Jesús (Lc. 2,22-35).

2) La persecución del Rey Herodes y la huida a Egipto de la Sagrada Familia (Mt. 2,13-15).

3) Cuando Jesús se perdió por tres días en el Templo de Jerusalén (Lc. 2,41-50).

4) La cuarta Estación del Vía Crucis, es decir, cuando María encuentra a Jesús con la cruz a cuestas.

5) La crucifixión presenciada por la Virgen y San Juan (Jn. 19,17-30).

6) El momento en el que la Virgen María recibe a Jesús cuando fue bajado de la Cruz (Mc. 15,42-46).

7) La sepultura de Jesús (Jn. 19,38-42).

Así, aquella Madre doliente dijo a santa Brígida que quienes hicieran oración recordando su dolor y pena, alcanzarían siete favores especiales:

1) Paz en sus familias.

2) Confianza en el actuar de Dios.

3) Consuelo en las penas.

4) Defensa y protección ante el mal.

5) La consecución de los favores que a ella pidan y no sean contrarios a la voluntad de Jesús.

6) El perdón de los pecados.

7) La vida eterna a las almas que propaguen su devoción.


sábado, 9 de marzo de 2024

CINE, FE Y VALORES: “Guadalupe: Madre de la Humanidad”

 

La esperada, nueva película de Goya Producciones “Guadalupe: Madre de la Humanidad” se estrenó el pasado viernes 1 de marzo en cines de toda España. La cinta distribuida por European Dreams Factory está disponible en 79 cines situados en 38 principales ciudades españolas.

El día 22 de febrero "Guadalupe: Madre de la Humanidad" celebró su gran estreno mundial en más de 400 salas de cine en México, Estados Unidos, Puerto Rico y Centroamérica. El estreno fue precedido por una serie de premiers, entre ellas la presentación oficial con una rueda de prensa en la Basílica de Guadalupe, en presencia de autoridades y medios.

El preestreno español tuvo lugar el pasado martes, 27 de febrero en el Cine Paz de Madrid con la presencia de los productores, la distribuidora y parte del elenco. En la entrada al cine a los invitados les esperaba un grupo de Mariachis que ofreció un alegre concierto. Al finalizar la sesión, los espectadores se mostraron muy entusiasmados y compartieron su vivencia del encuentro con la Guadalupana.

Según los productores, es la mejor y más completa película sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe, que han movilizado a millones de personas a lo largo de la historia. El film muestra también su creciente impacto en los corazones de las personas de hoy. “Con esta cinta nos proponemos metas muy altas: nada menos que recrear en los corazones de las personas de hoy el maravilloso efecto que tuvieron las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el México de 1531. Podemos ahora ofrecer a muchos la dicha y el honor de contribuir a conseguirlo”, afirma su director, Andrés Garrigó.

El largometraje, filmado en México, Estados Unidos, España, y Alemania, comienza con unas impresionantes recreaciones en ficción de las apariciones de la Virgen en Guadalupe en 1531, basadas en el verdadero relato original del Nican Mopohua. Bajo la dirección del cineasta español Pablo Moreno, actúan la conocida actriz Karyme Lozano, como presentadora; la joven Angélica Chong, como Virgen de Guadalupe, y Mario Alberto Hernández, como Juan Diego, todos ellos actores mexicanos.

Con trazos fuertes el director, Andrés Garrigó, nos muestra la dramática historia del México prehispánico, a la llegada de los españoles y cómo, tras las apariciones de Guadalupe, el pueblo abandona los sangrientos sacrificios humanos y abraza el cristianismo.

Con ayuda de las últimas tecnologías la cinta descubre los mensajes ocultos en la tilma, la tela milagrosa en que se plasmó la imagen de la Virgen: las imágenes humanas que aparecen en sus ojos, el significado de las estrellas y demás dibujos del manto, y hasta la música que se desprende de sus proporciones áureas.

El documental presenta además impresionantes testimonios actuales de personas procedentes de varios países, que relatan historias, a veces desgarradoras, de cómo la Virgen de Guadalupe las libró de la muerte, de la esclavitud de la droga, o del abismo del aborto.

"Guadalupe: Madre de la Humanidad" ya es el mejor documental del año y la 9ª película española con mayor recaudación en 2024, puede colgarse también la medalla de haber sido el tercer mejor estreno del fin de semana y mejor estreno absoluto de cine español.

Ha sido aclamado tanto por el público general como por la crítica profesional, y ha sido calificado como "conmovedor", "brillante", "poderoso" o "la película más completa sobre el evento guadalupano".

SINOPSIS

Ninguna madre se ha mostrado tan tierna y tan poderosa a la vez, como la que se apareció hace 500 años al indio Juan Diego.

Hoy, la Virgen de Guadalupe despliega, más que nunca, su ternura y su poder en tantos lugares del planeta. ¿Por qué y cómo ocurrió lo que parecía imposible? ¿Qué misterios encierra la Tilma? ¿Son ciertos tantos relatos de milagros? Esta película nos traslada a las Apariciones como si estuviéramos allí presentes.

Testimonios impactantes e inéditos la convierten en un canto luminoso y ágil, que busca la verdad y descubre el amor irresistible de quien es Madre de Dios y de la Humanidad fundiendo en lágrimas los corazones y transformando el mundo por dentro.

 


Consulta los detalles y compra tus entradas en la página oficial:

www.peliculaguadalupe.com

 

viernes, 8 de diciembre de 2023

VIRGEN MARÍA: Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María

 

Francisco de Zurbarán - Inmaculada Concepción Niña
- 1630 - Museo Diocesano  de Sigüenza

Queridos amigos y hermanos del blog: hoy, 8 de diciembre, celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, que es el dogma de fe que declara que por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde su concepción.

La concepción es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica  procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana. Cuando hablamos del dogma de la Inmaculada Concepción no nos referimos a la concepción de Jesús quién, claro está, también fue concebido sin pecado. El dogma declara que María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre santa Ana. Es decir María es la “llena de gracia” desde su concepción.

Fundamento Bíblico

La Biblia no menciona explícitamente el dogma de la Inmaculada Concepción, como tampoco menciona explícitamente muchas otras doctrinas que la Iglesia recibió de los Apóstoles. La palabra “Trinidad”, por ejemplo, no aparece en la Biblia. Pero la Inmaculada Concepción se deduce de la Biblia cuando ésta se interpreta correctamente a la luz de la Tradición Apostólica.

El primer pasaje que contiene la promesa de la redención (Genesis 3,15) menciona a la Madre del Redentor. Es el llamado Proto-evangelium, donde Dios declara la enemistad entre la serpiente y la Mujer. Cristo, la semilla de la mujer (María) aplastará la cabeza de la serpiente. Ella será exaltada a la gracia santificante que el hombre había perdido por el pecado. Solo el hecho de que María se mantuvo en estado de gracia puede explicar que continúe la enemistad entre ella y la serpiente. El Proto-evangelium, por lo tanto, contiene una promesa directa de que vendrá un redentor.  Junto a El se manifestará su obra maestra: La preservación perfecta de todo pecado de su Madre Virginal.

En Lucas 1,28 el ángel Gabriel enviado por Dios le dice a la Santísima Virgen María “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Las palabras en español “Llena de gracia” no hace justicia al texto griego original que es “kecharitomene” y significa una singular abundancia de gracia, un estado sobrenatural del alma en unión con Dios. Aunque este pasaje no “prueba” la Inmaculada Concepción de María ciertamente lo sugiere.

El Apocalipsis narra sobre la “mujer vestida de sol” (Ap 12,1). Ella representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la Santísima Virgen, en virtud de una gracia singular. Ella es toda esplendor porque no hay en ella mancha alguna de pecado. Lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.

Papa Pío IX y el Dogma de la Inmaculada:

Con las siguientes palabras fue proclamado el Dogma de la Inmaculada por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus:

 “...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles...” (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854).

La Encíclica “Fulgens corona”, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: “Si en un momento determinado la Santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre”.

La Solemnidad litúrgica:

En el siglo IX se introdujo en Occidente la fiesta de la Concepción de María, primero en Nápoles y luego en Inglaterra. Esta fiesta aparece (8 de Diciembre) cuando en el Oriente su desarrollo se había detenido. El tímido comienzo de la nueva fiesta en algunos monasterios anglosajones en el siglo XI, en parte ahogada por la conquista de los normandos, vino seguido de su recepción en algunos cabildos y diócesis del clero anglo-normando. El Papa Sixto IV, en 1483, casi 4 siglos antes del dogma, había extendido la fiesta de la Concepción Inmaculada de María a toda la Iglesia de Occidente.

Resonancia espiritual:

La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María tiene un llamado para nosotros:

1-Nos llama a la purificación, ser puros para que Jesús resida en nosotros.

2-Nos llama a la consagración al Corazón Inmaculado de María, lugar seguro para alcanzar conocimiento perfecto de Cristo y camino seguro para ser llenos del Espíritu Santo.

“Con la Inmaculada Concepción de María comenzó la gran obra de la Redención, que tuvo lugar con la sangre preciosa de Cristo. En Él toda persona está llamada a realizarse en plenitud hasta la perfección de la santidad” (Juan Pablo II, 5-XII-2003).

El apelativo llena de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra atención hacia la santidad especial de María y hacia el hecho de que fue completamente librada del influjo de Satanás, nos hacen intuir en el privilegio único concedido a María por el Señor el inicio de un nuevo orden, que es fruto de la amistad con Dios y que implica, en consecuencia, una enemistad profunda entre la serpiente y los hombres.

Por ultimo, el Apocalipsis invita a reconocer más particularmente la dimensión eclesial de la personalidad de María: la mujer vestida de sol representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una gracia singular. La fiesta de la Inmaculada ilumina como un faro el período de Adviento, que es un tiempo de vigilante y confiada espera del Salvador. Mientras salimos al encuentro de Dios, que viene, miremos a María que “brilla como signo de esperanza segura y de consuelo para el pueblo de Dios en camino” (Lumen gentium, 68).


Oración a la Inmaculada Virgen María

 

Santísima Virgen, yo creo y confieso vuestra Santa

e Inmaculada Concepción pura y sin mancha.

¡Oh Purísima Virgen!,

por vuestra pureza virginal,

vuestra Inmaculada Concepción y

vuestra gloriosa cualidad de Madre de Dios,

alcanzadme de vuestro amado Hijo la humildad,

la caridad, una gran pureza de corazón,

de cuerpo y de espíritu,

una santa perseverancia en el bien,

el don de oración,

una buena vida y una santa muerte. Amén.