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miércoles, 19 de marzo de 2025

INTIMIDAD DIVINA – Santoral: San José

 

«Este es el administrador fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su servidumbre» (Entrada).

La Liturgia de hoy en honor de San José pone de relieve las características de este hombre humilde y silencioso que ocupó un puesto de primer plano en la inserción del Hijo de Dios en la historia. Descendiente de David -«hijo de David», como dice el Evangelio (Mt 1, 20)- emparenta a Cristo con la estirpe de la que Israel esperaba al Mesías. Por medio del humilde carpintero de Nazaret se realiza así la profecía hecha a David: «Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre» (2 Sm 7, 16; 1.a lectura) José no es el padre natural de Jesús porque no le ha dado la vida, pero es el padre virginal que por mandato divino cumple, para con él, una misión legal: le da un nombre, lo inserta en su linaje, lo tutela y provee a su sustento. Esta relación tan íntima con Jesús le viene de su desposorio con María.

José es el, hombre «justo» (Mt 1, 19) al que ha sido confiada la misión de esposo virgen de la más excelsa entre las criaturas y de padre virginal del Hijo del Altísimo. Es «justo» en el sentido pleno del vocablo, que indica virtud perfecta y santidad. Una justicia, pues, que penetra todo su ser mediante una total pureza de corazón y de vida y una total adhesión a Dios y a su voluntad. Todo esto en un cuadro de vida humilde y escondida como ninguna, pero resplandeciente de fe y amor. «El justo vivirá de la fe» (Rm 1, 17); y José, el «justo» por excelencia, vivió en grado máximo de esta virtud. Muy oportunamente la segunda lectura (Rm 4, 13.1618. 22) habla de la fe de Abrahán presentándola como tipo y figura de la de José.

Abrahán «creyó contra toda esperanza» (ib 18) que llegaría a ser padre de una gran descendencia y continuó creyéndolo aun cuando, por obedecer a una orden divina, estaba para sacrificar a su hijo único. José frente al misterio desconcertante de la maternidad de María creyó en la palabra del ángel: «la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo» (Mt 1, 20), y cortando toda vacilación obedeció a su mandato: «no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer» (ib). Con más fe que Abrahán, hubo de creer en lo que es humanamente inimaginable: la maternidad de una virgen y la encarnación del Hijo de Dios. Por su fe y obediencia mereció que estos misterios se cumpliesen bajo su techo.

Toda la vida de José fue un acto continuado de fe y de obediencia en las circunstancias más oscuras y humanamente difíciles. Poco después del nacimiento de Jesús se le dice: «Levántate, toma al Niño y a su madre y huye a Egipto» (Mt 2, 13); más tarde el ángel del Señor le ordena: «Ve a la tierra de Israel» (ib 20). Inmediatamente -de noche- José obedece. No demora, no pide explicaciones ni opone dificultades. Es a la letra «el administrador fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia» (Lc 12, 42), totalmente disponible a la voluntad de Dios, atento al menor gesto suyo y presto a su servicio. Una entrega semejante es prueba de un amor perfecto; José ama a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas.

Su posición de jefe de la sagrada familia le hace entrar en una intimidad singular con Dios cuyas veces hace, cuyas órdenes ejecuta y cuya voluntad interpreta; con María, cuyo esposo es; con el Hijo de Dios hecho hombre, a quien ve crecer bajo sus ojos y sustenta con su trabajo. Desde el momento en que el ángel le revela el secreto de la maternidad de María, José vive en la órbita del misterio de la encarnación; es su espectador, custodio, adorador y servidor. Su existencia se consume en estas relaciones, en un clima de comunión con Jesús y María y de oración silenciosa y adoradora. Nada tiene y nada busca para sí: Jesús le llama padre, pero José sabe en que no es su hijo, y Jesús mismo lo confirmará: «¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?» (Lc 2, 49).

María es su esposa, pero José sabe que ella pertenece exclusivamente a Dios y la guarda para él, facilitándole la misión de madre del Hijo de Dios. Y luego, cuando su obra ya no es necesaria, desaparece silenciosamente. Sin embargo, José ocupa todavía en la Iglesia un lugar importante, pues continúa para con la entera familia de los creyentes su obra de custodio silencioso y providente, comenzada con la pequeña familia de Nazaret. Así la Iglesia lo venera e invoca como su protector y así lo contemplan los creyentes mientras se esfuerza en imitar sus virtudes. En los momentos oscuros de la vida, el ejemplo de San José es para todos un estímulo a la fe inquebrantable, a la aceptación sin reservas de la voluntad de Dios y al Servicio generoso.


Anuncia, oh José..., los prodigios divinos que tus ojos han contemplado: tú has visto al Infante reposar en el seno de la Virgen; lo has adorado con los Magos; has cantado gloria a Dios con los pastores según la palabra del Ángel: ruega a Cristo Dios para que nuestras almas sean salvas...

Tu alma fue obediente al divino mandato; colmado de pureza sin par, oh dichoso José, mereciste recibir por esposa a la que es pura e inmaculada entre todas las mujeres; tú fuiste el custodio de esa Virgen, cuando mereció convertirse en tabernáculo del Creador...

Tú llevaste, de la ciudad de David a Egipto, a la Virgen pura, como a nube misteriosa que lleva escondido en su seno el Sol de justicia... Oh José, ministro del incomprensible misterio.

Tú asististe con acierto, oh José, al Dios hecho niño en la carne; le serviste como uno de sus ángeles; él te iluminó al punto, y tú acogiste sus rayos espirituales. ¡Oh dichoso! Te mostraste esplendente de tu luz en tu corazón y en tu alma. El que con una palabra formó el cielo, la tierra y el mar, se llamó hijo del carpintero, hijo tuyo, oh admirable José. Fuiste hecho padre del que no tiene principio y que te honró como a ministro de un misterio que excede toda inteligencia.

¡Qué preciosa fue tu muerte a los ojos del Señor, oh dichoso! Consagrado al Señor desde la infancia, fuiste el guardián sagrado de la Virgen bendita; y cantaste con ella el cántico: «Toda criatura bendiga al Señor y lo ensalce por los siglos. Amén». (Himno de la Iglesia griega, de Les plus beaux textes sur S. Joseph, p. 121-2).

Oh José, varón prudente, esplendente de bondad..., teniendo en tus brazos a Cristo, fuiste santificado. Santifica a los que ahora celebran tu memoria, oh justo, oh José santísimo, esposo de la Madre de Dios la toda santa... ¡Oh tú, feliz, pide sin cesar al Verbo libre de tentaciones a los que te veneran. Tú guardaste a la Inmaculada que conservó intacta su virginidad y en la cual el Verbo se hizo carne. Tú la guardaste después de la Natividad misteriosa. Junto con ella, oh José, portador de Dios, acuérdate de nosotros. (José el Himnógrafo, de Les plus beaux textes sur S. Joseph, p. 29-31).

 

Tomado del libro INTIMIDAD DIVINA,

del P. Gabriel de Santa María Magdalena, OCD.

viernes, 31 de enero de 2025

JESUCRISTO, TÚ SÍ QUE VALES: ¿Soy suficientemente santo para ser sacerdote?

 Tema del episodio Nº 07 del ciclo:

¿Soy suficientemente santo para ser sacerdote?

“Jesucristo, Tú sí que vales”, es un micro programa de reflexión vocacional, realizado por el sacerdote, periodista y escritor argentino residente en España, José Antonio Medina Pellegrini, quien era en el momento de su emisión original en antena el Director Espiritual del Seminario "San Bartolomé" de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, España.

Se emitió originalmente en el curso pastoral 2012-2013 todos los viernes al mediodía en Cope Cádiz, y posteriormente por Radio María España.

La locución está realizada por el Sr. Nino Romero.

jueves, 25 de julio de 2024

SANTORAL: Santiago Apóstol rogad por España para que sea siempre fiel al Evangelio de Jesucristo

 

Queridos amigos y hermanos del blog: el apóstol Santiago, primer apóstol mártir, viajó desde Jerusalén hasta Cádiz (España). Como sus predicaciones no fueron bien recibidas, se trasladó posteriormente a Zaragoza. Ahí se convirtieron muchos habitantes de la zona. Estuvo predicando también en Granada, ciudad en la que fue hecho prisionero junto con todos sus discípulos y convertidos. Santiago llamó en su ayuda a la Virgen María, que entonces vivía aún en Jerusalén, rogándole lo ayudase. La Virgen le concedió el favor de liberarlo y le pidió que se trasladara a Galicia a predicar la fe, y que luego volviese a Zaragoza.

Santiago cumplió su misión en Galicia y regresó a Zaragoza, donde corrió muchos peligros. Una noche, el apóstol estuvo rezando intensamente con algunos discípulos junto al río Ebro, cerca de los muros de la ciudad, pidiendo luz para saber si debía quedarse o huir. Él pensaba en María Santísima y le pedía que rogara con él para pedir consejo y ayuda a su divino Hijo Jesús, que nada podía entonces negarle. De pronto, se vio venir un resplandor del cielo sobre el apóstol y aparecieron sobre él los ángeles que entonaban un canto muy armonioso mientras traían una columna de luz, cuyo pie, en medio de un rayo luminoso, señalaba un lugar, a pocos pasos del apóstol, como indicando un sitio determinado.

Sobre la columna, se le apareció la Virgen María. Santiago se levantó del lugar donde estaba rezando de rodillas, y recibió internamente el aviso de María de que debía erigir de inmediato una iglesia allí; que la intercesión de María debía crecer como una raíz y expandirse. María le indicó que, una vez terminada la iglesia, debía volver a Jerusalén. Santiago se levantó, llamó a los discípulos que lo acompañaban, que habían oído la música y visto el resplandor; les narró lo demás, y presenciaron luego todos cómo se iba desvaneciendo el resplandor de la aparición. En el lugar de la aparición, se levantó lo que hoy es la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, un lugar de peregrinación famoso en el mundo entero que no fue destruido en la guerra civil española (1936-1939), puesto que las bombas que se lanzaron no explotaron, pudiéndose hoy en día verse expuestas en el interior de la Basílica.

Santiago partió de España, para trasladarse a Jerusalén, como María le había ordenado. En este viaje visitó a María en Éfeso. María le predijo la proximidad de su muerte en Jerusalén, y lo consoló y lo confortó en gran manera. Santiago se despidió de María y de su hermano Juan, y se dirigió a Jerusalén, donde al poco tiempo fue hecho prisionero.

Fue llevado al monte Calvario, fuera de la ciudad. Durante el recorrido, estuvo predicando y aún fue capaz de convertir a algunas personas. Cuando le ataron las manos, dijo: "Vosotros podéis atar mis manos, pero no mi bendición y mi lengua". Un tullido que se encontraba a la vera del camino, clamó al apóstol que le diera la mano y lo sanase. El apóstol le contestó: "Ven tú hacia mí y dame tu mano". El tullido fue hacia Santiago, tocó las manos atadas del apóstol e inmediatamente sanó.

Josías, la persona que había entregado a Santiago, fue corriendo hacia él para implorar su perdón. Este hombre se convirtió a Cristo. Santiago le preguntó si deseaba ser bautizado. Él dijo que sí, por lo que el apóstol lo abrazó y le dijo: "Tú serás bautizado en tu propia sangre". Y así se cumplió más adelante, siendo Josías asesinado posteriormente por su fe. En otro tramo del recorrido, una mujer se acercó a Santiago con su hijo ciego para alcanzar de él la curación para su hijo, obteniéndola de inmediato.

Una vez llegado al Monte Calvario, el mismo lugar donde años antes fue crucificado nuestro Señor, Santiago fue atado a unas piedras. Le vendaron los ojos y le decapitaron. El cuerpo de Santiago estuvo un tiempo en las cercanías de Jerusalén. Cuando se desencadenó una nueva persecución, lo llevaron a Galicia (España) algunos discípulos.

En siglos posteriores y hasta el momento actual, numerosos fieles, principalmente de Europa, recorren total o parcialmente el "Camino de Santiago" que les conduce a la tumba del Santo, con el fin de pedir perdón por sus pecados y la gracia de renovar y profundizar su conversión a Dios.

Santiago Apóstol es Patrono de España y de las siguientes provincias y ciudades:

- Santiago de Compostela (España)

- Santiago de Chile

- Caracas, Venezuela.

- Santiago de Guayaquil (Ecuador)

- Santiago de Cuba

- Santiago de Querétaro (México)

- Santiago de Cali, (Colombia)

- Santiago de Guatemala

- Santiago de Veraguas (Panamá)

- Santiago de Chiuitos (Bolivia)

- Santiago de los Caballeros (Rep. Dominicana)

- Provincia de Santiago de México

- Saltillo Coahuila (México)

- Santiago de Sesimbra (Portugal)

- Alanje (Panamá)

- Santiago del Estero (Argentina)

- Baradero (Argentina)

- Provincia de Mendoza (Argentina)

 

ORACIÓN AL GRAN APÓSTOL SAN SANTIAGO

¡Gran Apóstol Santiago, familiar cercano de nuestro Señor y aún más cercano a Él por lazos espirituales! Al ser llamado por Jesús entre los primeros discípulos y ser favorecido con Su especial intimidad, tú respondiste con gran generosidad, dejándolo todo para seguirle a la primera llamada. También tuviste el privilegio de ser el primero de los Apóstoles en morir por Él, sellando tu predicación con tu sangre.

“Atronador” en el entusiasmo en la tierra desde el cielo, te has mostrado defensor de su Iglesia una y otra vez, apareciendo en el campo de batalla de los cristianos para derrotar y dispersar a los enemigos de la Cruz, y llevar a los descorazonados creyentes a la victoria. Fuerza de los cristianos, refugio seguro de aquellos que te suplican con confianza, oh, protégenos ahora en los peligros que nos rodean.

Que por tu intercesión, nuestro Señor nos conceda su santo amor, filial temor, justicia, paz y la victoria sobre nuestros adversarios, tanto visibles como invisibles, y sobre todo, que un día nos conceda la felicidad de verlo y tenerlo con nosotros en el cielo, en tu compañía y la de los ángeles y santos para siempre. Amén.

martes, 19 de marzo de 2024

SANTORAL: San José, Esposo virginal de María y Padre putativo de Jesús

 

Icono de San José*

Queridos amigos y hermanos del blog: San José es modelo de padre y esposo, patrón de la Iglesia universal, de los trabajadores, de infinidad de comunidades religiosas y de la buena muerte. A San José Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen María y custodio de la Sagrada Familia. Es por eso el santo que más cerca esta de Jesús y de la Santísima Virgen María.

Nuestro Señor fue llamado "hijo de José" (Juan 1,45; 6,42; Lucas 4,22) el carpintero (Mateo 12,55). No era padre natural de Jesús (quién fue engendrado en el vientre virginal de la Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios), pero José lo adoptó y Jesús se sometió a él como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!

San José es llamado el "Santo del silencio" No conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. José fue "santo" desde antes de los desposorios. Un "escogido" de Dios. Desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor.

Vida de San José

Las principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. San Mateo (1,16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3,23), su padre era Helí.  Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Pero al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), San José vivía en Nazaret.

Según San Mateo 13,55 y Marcos 6,3, San José era un "tekton". La palabra significa en particular que era carpintero. San Justino lo confirma y la tradición ha aceptado esta interpretación.

Si el matrimonio de San José con María Santísima ocurrió antes o después de la Encarnación aun es discutido por los exegetas. La mayoría de los comentadores, siguiendo a Santo Tomás, opinan que en la Anunciación, la Virgen María estaba solo prometida a José.  Santo Tomás observa que esta interpretación encaja mejor con los datos bíblicos.

Los hombres por lo general se casaban muy jóvenes y San José tendría quizás de 18 a 20 años de edad cuando se desposó con María. Era un joven justo, casto, honesto, humilde carpintero... ejemplo para todos nosotros.

Amor virginal

Ambos recibieron extraordinarias gracias a las que siempre supieron corresponder. San José y María Santísima permanecieron vírgenes por razón de su privilegiada misión en relación a Jesús.  La virginidad, como donación total a Dios, nunca es una carencia; abre las puertas para comunicar el amor divino en la forma más pura y sublime. Dios habitaba siempre en aquellos corazones puros y ellos compartían entre sí los frutos del amor que recibían de Dios.

El matrimonio fue auténtico, pero al mismo tiempo, según San Agustín y otros, los esposos tenían la intención de permanecer en el estado virginal. Pronto la fe de San José fue probada con el misterioso embarazo de María. No conociendo el misterio de la Encarnación y no queriendo exponerla al repudio y su posible condena a lapidación, pensaba retirarse cuando el ángel del Señor se le apareció en sueño:

"Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer." (Mt. 1,19-20, 24).

Unos meses mas tarde, llegó el momento para San José y María de partir hacia Belén para empadronarse según el decreto de Cesar Augustus. Esto vino en muy difícil momento ya que ella estaba en cinta. (cf. Lucas 2,1-7).

En Belén tuvo que sufrir con la Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en un establo. Allí nació su Hijo. El atendía a los dos como si fuese el verdadero padre. Cual sería su estado de admiración a la llegada de los pastores, los ángeles y mas tarde los magos de Oriente. Referente a la Presentación de Jesús en el Templo, san Lucas nos dice: "Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él" (Lucas 2,33).

Después de la visita de los magos de Oriente, Herodes el tirano, lleno de envidia y obsesionado con su poder, quiso matar al niño. San José escuchó el mensaje de Dios transmitido por un ángel: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle» (Mateo 2,13).  San José obedeció y tomo responsabilidad por la familia que Dios le había confiado.

San José tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto.   Esto representaba dificultades muy grandes: la Sagrada familia, siendo extranjera, no hablaba el idioma, no tenían el apoyo de familiares o amigos, serían víctimas de prejuicios, dificultades para encontrar empleo y la consecuente pobreza. San José aceptó todo eso por amor sin exigir nada.

Una vez mas por medio del ángel del Señor, supo de la muerte de Herodes: "«Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.» Él se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel.  Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea" (Mateo 2,22).

Fue así que la Sagrada Familia regresó a Nazaret. Desde entonces el único evento que conocemos relacionado con San José es la "pérdida" de Jesús al regreso de la anual peregrinación a Jerusalén (cf. Lucas 2,42-51).  San José y la Virgen lo buscaban por tres angustiosos días hasta encontrarlo en el Templo.  Dios quiso que este santo varón nos diera ejemplo de humildad en la vida escondida de su sagrada familia y su taller de carpintería.

Lo más probable es que San José haya muerto antes del comienzo de la vida pública de Jesús ya que no estaba presente en las bodas de Canaá ni se habla más de él. De estar vivo, San José hubiese estado sin duda al pie de la Cruz con María. La entrega que hace Jesús de su Madre a San Juan da también a entender que ya San José estaba muerto.

Devoción a San José

La devoción a San José se fundamenta en que este hombre "justo" fue escogido por Dios para ser el esposo de María Santísima y hacer las veces de padre de Jesús en la tierra.  Durante los primeros siglos de la Iglesia la veneración se dirigía principalmente a los mártires. Quizás se veneraba poco a San José para enfatizar la paternidad divina de Jesús. Pero, así todo, los Padres (San Agustín, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, entre otros), ya nos hablan de San José.  Según San Callistus, esta devoción comenzó en el Oriente donde existe desde el siglo IV, relata también que la gran basílica construida en Belén por Santa Elena había un hermoso oratorio dedicado a nuestro santo.

San Pedro Crisólogo: "José fue un hombre perfecto, que posee todo género de virtudes" El nombre de José en hebreo significa "el que va en aumento". Y así se desarrollaba el carácter de José, crecía "de virtud en virtud" hasta llegar a una excelsa santidad.

En el Occidente, referencias a (Nutritor Domini) San José aparecen  en el siglo IX en martirologios locales y en el 1129 aparece en Bologna la primera iglesia a él dedicada.  Algunos santos del siglo XII comenzaron a popularizar la devoción a San José entre ellos se destacaron San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, Santa Gertrudiz y Santa Brígida de Suecia. Según Benito XIV (De Serv. Dei beatif., I, iv, n. 11; xx, n. 17), "La opinión general de los conocedores es que los Padres del Carmelo fueron los primeros en importar del Oriente al Occidente la laudable práctica de ofrecerle pleno culto a San José".

San José se introdujo en el calendario Romano en el 19 de Marzo. Desde entonces su devoción ha seguido creciendo en popularidad.  En 1621 Gregorio XV la elevó a fiesta de obligación. Benedicto XIII introdujo a San José en la letanía de los santos en 1726.

San Bernardino de Siena: "... siendo María la dispensadora de las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer que enriqueciese de ella a su esposo San José, a quién tanto amaba, y del que era respectivamente amada?" Y así, José crecía en virtud y en amor para su esposa y su Hijo, a quién cargaba en brazos en los principios, luego enseñó su oficio y con quién convivió durante treinta años.

Los franciscanos fueron los primeros en tener la fiesta de los desposorios de La Virgen con San José. Esta fiesta eventualmente se extendió por todo el reino español. La devoción a San José se arraigó entre los obreros durante el siglo XIX.  El crecimiento de popularidad movió a Pío IX, el mismo un gran devoto, a extender a la Iglesia universal la fiesta del Patronato (1847) y en diciembre del 1870 lo declaró Santo Patriarca, patrón de la Iglesia Católica. San Leo XIII y Pío X fueron también devotos de San José. Este últimos aprobó en 1909 una letanía en honor a San José.

San Alfonso María de Ligorio nos hace reflexionar: "¿Cuánto no es también de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?" José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quién Jesús conversaba y oraba. José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos.

*Icono san José, Parroquia Ntra. Sra. de Madrid, Técnica: Temple al huevo sobre tabla. Oro de 24 kilates, Hecho por mano de Juan José de Julián, Donado a la parroquia por Dña. Dolores.