Las tasas de suicidio, en
nuestros países europeos, son relativamente altas, algo más de 10 por cada
100.000 habitantes; en algunos países de América o África son bastante más
altas. Es un tema del que no se suele hablar. Es lógico suponer que, entre los
sacerdotes, religiosas y religiosos, en este tema y en otros (adicciones,
determinadas tendencias), las tasas serán similares a las del conjunto de la
población. Pero el fallecimiento del sacerdote italiano ha sido muy comentado
en redes sociales, bastante más que otros casos similares.
Antiguamente, hechos como este
eran muy mal vistos y juzgados negativamente. El código de derecho canónico de
1917 excluía a quienes se quitaban la vida del derecho a las exequias
cristianas. Esta prohibición ha desaparecido del actual código. En el caso que
nos ocupa, el funeral fue presidido por el Obispo de la diócesis, Mons. Franco
Giulio Brambilla, que hizo una emotiva homilía y se preguntó qué nos dice a
todos la muerte de Don Matteo. Sí, qué dice la muerte de una persona querida y
valorada por los jóvenes a los propios jóvenes. Y qué dice una muerte así a los
obispos y a los sacerdotes.
Una muerte es siempre una
pregunta frente a Dios. Y toda pregunta pide una respuesta. Pero el exceso de
preguntas puede desvirtuar la respuesta. No es sano preguntar continuamente al
amado si te ama. Deberíamos aprovechar la ocasión para preguntarnos por el tipo
de formación afectiva que se da en los seminarios; por los primeros destinos a
los que se envía a los jóvenes sacerdotes; y por la soledad que todos sentimos,
pero los célibes de un modo especial. Todos necesitamos amor, y solo con amor
podemos superar nuestras debilidades. Y el amor de Dios pasa siempre por el
amor a y de los hermanos y por la manera de situarnos con y frente a ellos.
El Vaticano II, a propósito
del voto de castidad de los religiosos, dijo algo muy sabio: “recuerden todos,
especialmente los superiores, que la castidad se guarda más seguramente cuando
entre los hermanos reina verdadera caridad fraterna en la vida común”. En el
contexto del amor, la castidad se guarda fácilmente. En la soledad, seguramente
ya no tanto. En el contexto del amor, la vida tiene sentido. Fuera de este
contexto, la vida resulta, a veces, insoportable.
Cuando un sacerdote está
contento con su ministerio, cuando está ocupado, cuando reza, cuando vive
fraternalmente y se siente querido, las depresiones desaparecen pronto. Yo no
sé qué es lo que llevó a este sacerdote italiano a tomar la decisión que tomó,
pero de una cosa estoy seguro: el buen sacerdote no quería quitarse la vida; en
todo caso, quería quitarse de encima lo insoportable de la vida. Cuidemos las
vidas y estemos atentos a los hechos y acontecimientos que, a veces, las hacen
insoportables, para atacar lo insoportable y cuidar la vida.
por Martín Gelabert Ballester, op
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