Queridos
amigos y hermanos del blog: al estar cerca de una nueva fiesta litúrgica de la Santa
Madre Teresa de Calcuta, que se celebra cada 5 de septiembre, me pareció
oportuno que podamos volver a leer la última entrevista que concedió poco antes
de su muerte a la revista brasileña misionera «Sem Fronteras». He aquí algunos
pasajes que tradujo y transmitió en su momento la agencia de noticias católica Zenit.
Creo
que puede servirnos para profundizar en el conocimiento de esta humilde mujer
que supo entender que el amor no es solamente una doctrina, sino principal y
esencialmente una vivencia que debe comprometer toda nuestra existencia en una
síntesis perfecta entre fe y vida hecha caridad a Dios y a los hermanos,
especialmente hacia aquellos que más necesitan de nuestra especial solicitud.
¡Ojalá que sus palabras, expresión viva de un auténtico testimonio cristiano
nos cuestionen…, y mucho!:
—¿Cuántas son las
Misioneras de la Caridad?
—Madre
Teresa: Tenemos 3.604 hermanas que han pronunciado los votos religiosos, 411
novicias y 260 aspirantes a religiosas. Estamos esparcidas en 119 países. Hoy
disponemos de 560 tabernáculos o casas.
—¿Por qué los llaman
«tabernáculos»?
—Madre
Teresa: Porque Jesús está presente en estas casas. Son casas de Jesús. Nuestra
congregación quiere contribuir a que las personas puedan saciar su sed de
Jesús. Con ello tratamos de rescatar y santificar a los más pobres de los
pobres. Pronunciamos los votos de castidad, pobreza y obediencia. Pero hemos
recibido, además, la autorización especial para hacer un cuarto voto: ponernos
al servicio de los más pobres de los pobres.
—Usted suele afirmar que
no hay amor sin sufrimiento.
—
Madre Teresa: Sí, el verdadero amor hace sufrir. Cada vida y cada relación
familiar tienen que ser vividas honestamente. Esto presupone muchos sacrificios
y mucho amor. Pero, al mismo tiempo, estos sufrimientos se ven acompañados
siempre por un gran sentido de paz. Cuando en una casa reina la paz, allí se
encuentran también la alegría, la unión y el amor.
—Su congregación ha
abierto casas para enfermos de SIDA en diferentes partes del mundo…
—
Madre Teresa: Hasta hace algunos años, algunas personas llegaban incluso a
suicidarse cuando recibían la noticia de que estaban enfermos de SIDA. Hoy ni
un enfermo muere en la desesperación y en la angustia en nuestras casas. Todos,
incluidos los no católicos, mueren en la paz del Señor. ¿No cree que esto es
maravilloso?
—Las reglas de su
congregación indican que el trabajo por los pobres ha de realizarse tanto «en
la esfera espiritual como en la material». ¿Qué entiende por pobreza
espiritual?
—
Madre Teresa: Los pobres espirituales son los que todavía no han descubierto a
Jesús o los que se han separado de Él a causa del pecado. Los que viven en la
calle también tienen necesidad de ser ayudados en este sentido. Por otra parte,
me hace muy feliz el constatar que, en nuestro mundo, podemos contar también
con la ayuda de gente bien asentada, a quienes ofrecemos la oportunidad de
hacer una obra buena por Dios.
—¿Reciben ayuda también de
personas de otras religiones?
—
Madre Teresa: Sí, de musulmanes, de hindúes, de budistas y de muchos otros.
Hace unos meses, un grupo de budistas japoneses vino a hablar conmigo sobre
espiritualidad. Les dije que ayunamos todos los primeros viernes de mes y que
el dinero que ahorramos lo destinamos a los pobres. Cuando regresaron a su
país, pidieron a las familias y a las comunidades budistas que hicieran lo
mismo. El dinero que recogieron nos ha permitido construir el primer piso de
nuestro centro «Shanti Dan» («Don de Paz») para las muchachas que se encuentran
en la cárcel. Más de cien muchachas han salido ya de prisión.
—Quienes la critican
aseguran que su único objetivo es convertir a los que no son cristianos…
—
Madre Teresa: Nadie puede forzar o imponer la conversión: tiene lugar sólo por
la gracia de Dios. La mejor conversión consiste en ayudar a las personas a
amarse unas a otras. Nosotros, que somos pecadores, hemos sido creados para ser
hijos de Dios y tenemos que ayudarnos mutuamente para estar lo más cerca
posible de Él. Todos nosotros hemos sido llamados a amarle.
—Usted dice que sus
hermanas no son asistentes sociales.
—
Madre Teresa: Somos contemplativas, pues «rezamos» nuestro trabajo.
Desempeñamos un trabajo social, pero somos mujeres consagradas a Dios en el
mundo de hoy. Hemos confiado nuestra vida a Jesús, como Jesús nos ha dado su
vida en la Eucaristía. El trabajo que realizamos es importante, pero lo
importante no es la persona que hace ese trabajo. Hacemos esto por Jesucristo,
porque lo amamos. No somos capaces de hacer todo. De todos modos, yo rezo
siempre por todos los que se preocupan por las necesidades y miserias de los
pueblos. Muchas personas ricas se han unido a nuestra acción. Personalmente no
tenemos nada. Vivimos de la caridad y por la caridad.
—Y de la Providencia…
—
Madre Teresa: Tenemos que afrontar siempre necesidades imprevistas. Dios es
infinitamente bueno. Siempre se preocupa de nosotras.
—¿Por qué entran tantas
jóvenes en su congregación?
—
Madre Teresa: Creo que aprecian nuestra vida de oración. Rezamos cuatro horas
al día. Además, ven lo que hacemos por los pobres. No es que sean trabajos
importantes o impresionantes. Lo que hacemos es muy discreto, pero nosotros lo
hacemos por los más pequeños.
—Usted es una persona muy
conocida. ¿No se cansa nunca de ver a tanta gente, de las fotografías…?
—
Madre Teresa: Considero que es un sacrificio, pero también una bendición para
la sociedad. Dios y yo hemos hecho un pacto: le he dicho «por cada foto que me
hacen, Tú encárgate de liberar a un alma del Purgatorio…». —Entre sonrisas,
añade—. Creo que a este ritmo, dentro de poco se va a vaciar el Purgatorio.
—¿Qué mensaje le gustaría
dejarnos?
—
Madre Teresa: Amaos los unos a los otros, como Jesús os ama. No tengo nada que
añadir al mensaje que Jesús nos dejó. Para poder amar hay que tener un corazón
puro y rezar. El fruto de la oración es la profundización en la fe. El fruto de
la fe es el amor. Y el fruto del amor es el servicio al prójimo. Esto nos trae
la paz.