Queridos amigos y hermanos del blog: para disfrutar de las vacaciones, la Iglesia nos recomienda cultivar la amistad con Dios y con los demás, la admiración de la naturaleza y del arte.
A quienes pueden disfrutar en este verano boreal de un período de vacaciones se invita a tratar de utilizar estos días para vivir de una manera nueva las relaciones con los demás y con Dios. Si se puede interrumpir el ritmo cotidiano frenético o afanoso, es bueno tomar un poco de tiempo para los demás y para el Señor.
Se sugiere también llevar en la propia maleta la Palabra de Dios, en particular el Evangelio, y realizar una lectura serena y contemplativa que nos lleve a ver la creación a nuestro alrededor, a admirar la belleza y estremecerse ante la maravilla que hace presentir la presencia y la grandeza del Creador.
Es un don magnífico, que hay que observar con la atención con la que la observaba Jesús, que sabía interpretar el lenguaje y los signos. Un don que hay que respetar, custodiar, proteger, del que somos responsables ante Dios, ante los demás, ante la humanidad del futuro.
Otra clave cristiana para las vacaciones es descubrir con curiosidad inteligente y profunda los monumentos de la historia cristiana como testimonios de cultura y de fe, auténtico patrimonio espiritual de lazos con nuestras raíces, lugares -como las catedrales o las abadías- en los que la belleza ayuda a reconocer la presencia de Dios.
Al contemplar estos lugares de sorprendente belleza, ellos mismos nos invitan a la oración por la humanidad en camino en el tercer milenio.
En definitiva aprovechar este período de vacaciones para buscar a Dios y pedirle que nos libere de todo los que nos estorba inútilmente. Pidamos por tanto un corazón inteligente y sabio que sepa encontrarle.
Decálogo para unas buenas vacaciones
1. La creación. Redescubre y valora el hermoso espectáculo que cada día te ofrece gratuitamente la madre naturaleza donde está tan palpable la huella del Creador.
2. El silencio y la reflexión. Por ellos puedes vencer la superficialidad, descender a tu interioridad y reencontrarte contigo mismo.
3. Austeridad en tiempos de crisis. Descansar, pasarlo bien, disfrutar de la familia… no equivale a derrochar, malgastar o a vivir de forma egoísta.
4. La oración y la práctica dominical. Las múltiples ocupaciones pueden llevarte a olvidar lo fundamental para tu fe. Reza un poco más y recupera el hábito de ir a la Iglesia; te sentirás mejor.
5. El descanso. La fatiga y el afán por el trabajo y otras ocupaciones pueden ofuscar el criterio de lo verdadero y lo justo.
6. La alegre serenidad. No pienses que el goce humano nace del antojo satisfecho o del dejarse llevar por lo más fácil.
7. Memoria histórica. Recuerda de dónde vienes y recupera tus orígenes; mucho de lo que allí has recibido, debes recuperarlo, familia, tradiciones, vivencia cristiana.
8. La familia. En una sociedad donde trabaja el padre y la madre fuera del hogar, los hijos gozan poco de sus progenitores.
9. La amistad. Las relaciones entre los amigos necesitan tiempo y espacio. Cuídalas.
10. Volver a tu lugar de siempre. Retorna a tu aldea, da vida a tu pueblo, alegra a los que allí siguen, cultiva algunos frutos del campo, comparte su día a día, y sobre todo, el tiempo lento del campo.
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