lunes, 22 de julio de 2024
viernes, 24 de mayo de 2024
VIRGEN MARÍA: El “Mes de María” en la reflexión de Benedicto XVI
El sábado 30 de mayo de 2009
en los Jardines Vaticanos, el Santo Padre Benedicto XVI realizó la siguiente
reflexión al final del rezo del Santo Rosario como conclusión del mes de mayo,
el Mes de María:
Venerados hermanos;
queridos hermanos y hermanas:
Os saludo a todos con afecto
al final de la tradicional velada mariana con la que se concluye el mes de mayo
en el Vaticano. Este año ha adquirido un valor muy especial, pues coincide con
la vigilia de Pentecostés. Al reuniros aquí, congregados espiritualmente en
torno a la Virgen María y contemplando los misterios del santo rosario, habéis
revivido la experiencia de los primeros discípulos, reunidos en el Cenáculo con
"la madre de Jesús", "perseverando todos en la oración con un
mismo espíritu" a la espera de la venida del Espíritu Santo (cf. Hch 1,
14). También nosotros, en esta penúltima tarde de mayo, desde la colina del
Vaticano invocamos la efusión del Espíritu Paráclito sobre nosotros, sobre la
Iglesia que está en Roma y sobre todo el pueblo cristiano.
La gran fiesta de Pentecostés
nos invita a meditar en la relación entre el Espíritu Santo y María, una
relación muy íntima, privilegiada e indisoluble. La Virgen de Nazaret fue
elegida para convertirse en la Madre del Redentor por obra del Espíritu Santo:
en su humildad halló gracia a los ojos de Dios (cf. Lc 1, 30). De hecho, en el
Nuevo Testamento vemos que la fe de María, por decirlo así, "atrajo"
el don del Espíritu Santo. Ante todo en la concepción del Hijo de Dios,
misterio que el mismo arcángel Gabriel explicó así: "El Espíritu Santo
vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1,
35). Inmediatamente después María fue a ayudar a Isabel, y cuando llegó a su
casa y la saludó, el Espíritu Santo hizo que el niño saltara de gozo en el seno
de su anciana prima (cf. Lc 1, 44); y todo el diálogo entre las dos madres fue
inspirado por el Espíritu de Dios, sobre todo el cántico de alabanza con el que
María expresó sus sentimientos profundos, el Magníficat. Todos los acontecimientos
relacionados con el nacimiento de Jesús y con sus primeros años de vida
estuvieron dirigidos de manera casi palpable por el Espíritu Santo, aunque no
siempre se le nombre. El corazón de María, en perfecta sintonía con su Hijo
divino, es templo del Espíritu de verdad, donde cada palabra y cada
acontecimiento son conservados en la fe, en la esperanza y en la caridad (cf.
Lc 2, 19.51).
Así podemos tener la certeza de que el corazón santísimo de Jesús en todo el arco de su vida oculta en Nazaret encontró en el corazón inmaculado de su Madre un "hogar" siempre encendido de oración y de atención constante a la voz del Espíritu. Un testimonio de esta singular sintonía entre la Madre y el Hijo, buscando la voluntad de Dios, es lo que aconteció en las bodas de Caná. En una situación llena de símbolos de la alianza, como es el banquete nupcial, la Virgen Madre intercede y provoca, por decirlo así, un signo de gracia sobreabundante: el "vino bueno" que hace referencia al misterio de la Sangre de Cristo.
Esto nos remite directamente
al Calvario, donde María está al pie de la cruz junto con las demás mujeres y
con el apóstol san Juan. La Madre y el discípulo recogen espiritualmente el
testamento de Jesús: sus últimas palabras y su último aliento, en el que
comienza a derramar el Espíritu; y recogen el grito silencioso de su Sangre,
derramada totalmente por nosotros (cf. Jn 19,25-34). María sabía de dónde venía
esa sangre, pues se había formado en ella por obra del Espíritu Santo, y sabía
que ese mismo "poder" creador resucitaría a Jesús, como él mismo
había prometido.
Así, la fe de María sostuvo la
de los discípulos hasta el encuentro con el Señor resucitado, y siguió
acompañándolos incluso después de su Ascensión al cielo, a la espera del
"bautismo en el Espíritu Santo" (cf. Hch 1, 5). En Pentecostés, la Virgen
Madre aparece de nuevo como Esposa del Espíritu, para una maternidad universal
con respecto a todos los que son engendrados por Dios mediante la fe en Cristo.
Precisamente por eso María es para todas las generaciones imagen y modelo de la
Iglesia, que juntamente con el Espíritu camina en el tiempo invocando la vuelta
gloriosa de Cristo: "¡Ven, Señor Jesús!" (cf. Ap 22, 17.20).
Queridos amigos, siguiendo el
ejemplo de María, aprendamos también nosotros a reconocer la presencia del
Espíritu Santo en nuestra vida, a escuchar sus inspiraciones y a seguirlo
dócilmente. Él nos hace crecer según la plenitud de Cristo, según los frutos
buenos que el apóstol san Pablo enumera en la carta a los Gálatas: "amor,
alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de
sí" (Ga 5, 22).
Os deseo que seáis colmados de
estos dones y que caminéis siempre con María según el Espíritu y, a la vez que
os agradezco y os felicito por vuestra participación en esta celebración
vespertina, os imparto de corazón a todos vosotros y a vuestros seres queridos
la bendición apostólica.
Benedicto
XVI
viernes, 5 de enero de 2024
BENEDICTO XVI: A un año de su partida, maestro y testigo de la fe
En la
visión cristiana de Benedicto XVI, la ampliación de la razón llega a abarcar la
lógica del amor, que se expresa en la lógica de la gratuidad y se traduce en
fraternidad, solidaridad y reconciliación.
(Federico Lombardi para Vatican
News) Un año después de la partida de Benedicto XVI, el tema
sobre el que es justo y natural razonar es su legado. ¿Se trata de una figura
que debe confiarse principalmente a los maestros de la lectura del pasado, o de
una figura que sigue interpelándonos a todos, hoy, precisamente en este tiempo
dramático que vivimos?
Que es un maestro de la fe
está fuera de toda duda. No nos cansaremos nunca de releer su Introducción al
cristianismo y su Trilogía sobre Jesús de Nazaret; los teólogos podrán escarbar
durante mucho tiempo en su Opera Omnia, de la que seguirán extrayendo
sugerencias y orientaciones para su reflexión e investigación.
Que es también un testigo
eminente de la vida en la fe -y de la fe cristiana en la vida eterna- lo tienen
también muy claro quienes le han escuchado en sus homilías y en su magisterio
espiritual, así como quienes han podido conocerle de cerca, siguiendo su largo
camino interior hacia el encuentro con Dios.
Sin embargo, lo que quisiera
observar ahora es que J. Ratzinger sigue siendo un valioso compañero también
para quienes viven con participación y pasión la historia y la vida humana en
esta tierra, con todos los dramáticos interrogantes que conlleva hoy.
No podemos ocultar que el
curso de nuestro mundo en muchos aspectos parece -y está- "fuera de
control". La crisis ecológica, la continua manifestación de riesgos y
desarrollos dramáticos en el uso de la tecnología, la comunicación, las
aplicaciones de la llamada inteligencia artificial y, en fin, las
reivindicaciones de derechos contradictorios y la convulsión de la convivencia
internacional, con la proliferación cada vez más amenazadora de las guerras...
Como muy bien ha puesto de relieve el Prof. Francesc Torralba al recibir el
Premio Ratzinger el pasado 30 de noviembre, Benedicto XVI ha abordado en
profundidad las razones de la crisis de nuestra época, y ha propuesto a la
cultura contemporánea, no rechazar la razón moderna, sino ampliar sus
horizontes, devolviendo espacio a la razón ética y a la racionalidad de la fe.
La perspectiva de J.
Ratzinger, ante los fracasos de la razón humana, no fue, pues, negarla o
limitarla, sino ampliarla, invitarla a buscar con valentía no sólo cómo
funciona el mundo, sino también por qué existe y cuál es el lugar del hombre en
el cosmos y el sentido de su aventura.
No se puede negar que esta
perspectiva, que es en cierto sentido una propuesta de diálogo con la cultura
contemporánea, ha sido a menudo recibida con frialdad o a veces rechazada. El
matemático Odifreddi, que se profesa ateo y a menudo adopta posiciones provocadoras,
pero que de hecho intentó dialogar con Ratzinger, recibiendo de él una atención
extraordinaria y respetuosa en los años posteriores a su dimisión, calificó el
pontificado de Benedicto XVI de "trágico" precisamente por este
aspecto: su propuesta cultural y su apertura, por un lado, y la falta de
respuesta de los "hombres de cultura", por otro. Personalmente, no estoy de acuerdo, porque
creo que Benedicto XVI no fue tan ingenuo como para esperar una rápida
respuesta favorable. Por el contrario, considero que la propuesta de Benedicto
XVI es clarividente, conserva toda su validez y representa también para el
futuro una vía de diálogo entre la ciencia y la fe, y más en general entre la
cultura moderna y la fe, sobre la base de una profunda confianza en la razón
humana. Mejor aún, que sea una vía elevada para el compromiso cristiano en el
mundo contemporáneo, que no puede sustraerse a la fatiga de la reflexión sobre
las causas de los problemas y a la búsqueda de un consenso basado en la verdad,
y no en la precaria convergencia contingente de intereses y utilidades.
En la visión cristiana de
Benedicto XVI, la ampliación de la razón llega a abarcar la lógica del amor,
que se expresa en la lógica de la gratuidad y se traduce en fraternidad,
solidaridad y reconciliación. La verdad y el amor se manifiestan plenamente en
la encarnación del Logos, el Verbo de Dios.
Deus caritas est, Caritas in
veritate, Laudato si', Fratelli tutti... Las principales palabras de los dos
últimos pontificados se suceden con continuidad y coherencia. El compromiso de
la Iglesia y de los cristianos y su responsabilidad en el destino de la
historia humana en el mundo requieren tanto la razón como el amor, unidos en la
luz que ofrece la fe. Los gestos concretos de caridad, a los que Francisco nos
llama continuamente, piden ser insertados en el marco luminoso y coherente de
la visión de la Iglesia como comunión, en camino en nuestro tiempo hacia el
encuentro con Dios.
Hablando del Concilio Vaticano
II en una carta -importante y para mí sorprendente- escrita tres meses antes de
su muerte con ocasión de un Simposio organizado por la Fundación Ratzinger con
la Universidad Franciscana de Steubenville, J. Ratzinger afirmaba con decisión
que el Concilio había resultado "no sólo sensato, sino necesario" y
proseguía: "Por primera vez ha surgido en su radicalidad la cuestión de
una teología de las religiones. También el problema de la relación de la fe con
el mundo de la razón pura. Ambas cuestiones no habían sido previstas". Así
pues, al principio parecía que el Concilio amenazaba a la Iglesia, pero
"entretanto se fue haciendo patente la necesidad de reformular la cuestión
de la naturaleza y la misión de la Iglesia. De este modo va surgiendo
lentamente la fuerza positiva del Concilio... En el Vaticano II la cuestión de
la Iglesia en el mundo se ha convertido finalmente en la cuestión
central".
El último Papa que participó
en todo el Concilio y lo vivió desde dentro nos deja así un testimonio de su
perenne actualidad, y nos anima a seguir desarrollando sin miedo sus gérmenes y
consecuencias, reformulando la misión misma de la Iglesia en el mundo,
comprometiendo a la razón y a la fe a trabajar juntas por el bien y la
salvación de la humanidad y del mundo. La mirada se vuelve hacia el futuro con
esperanza. El servicio de Benedicto XVI continúa en el movimiento más profundo
de la Iglesia del Señor, guiada por Francisco y sus sucesores.
domingo, 31 de diciembre de 2023
NAVIDAD: San José y la Navidad, una homilía inédita de Benedicto XVI
(Vatican News) El
dominical alemán Welt am Sonntag, vinculado al diario alemán Die Welt, ha
publicado recientemente la versión alemana de una de las homilías pronunciadas
por el Papa emérito durante las celebraciones dominicales privadas en la
capilla del monasterio Mater Ecclesiae tras su renuncia.
El padre Federico Lombardi,
presidente de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger - Benedicto XVI, explicó
que existe una colección de homilías "privadas" de Benedicto XVI,
grabadas y transcritas por las "Memores Domini", las consagradas que
vivieron con él. La colección contiene más de treinta homilías, en italiano, de
los años de su pontificado y más de cien de los primeros años después de su
renuncia. El padre Lombardi la publicará próximamente como volumen en la
Libreria Editrice Vaticana.
La homilía que sigue fue
pronunciada para el cuarto domingo de Adviento, 22 de diciembre de 2013, y está
dedicada principalmente a la figura de san José, presentada por el texto
evangélico del día. A continuación reproducimos el texto íntegro.
Queridos amigos:
Junto a María, Madre del
Señor, y a san Juan Bautista, hoy la liturgia nos presenta una tercera figura,
que casi incorpora el Adviento: san José. Meditando el texto evangélico podemos
ver, me parece, tres elementos constitutivos de esta visión.
El primero y decisivo es que
San José es llamado "hombre justo". Esta es para el Antiguo
Testamento la caracterización máxima de quien vive verdaderamente según la
palabra de Dios, de quien vive la alianza con Dios.
Para entenderlo bien, debemos
pensar en la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
El acto fundamental del
cristiano es el encuentro con Jesús, en Jesús con la Palabra de Dios, que es
Persona. Al encontrarnos con Jesús nos encontramos con la verdad, con el amor
de Dios, y así la relación de amistad se convierte en amor, crece nuestra comunión
con Dios, somos verdaderamente creyentes y nos convertimos en santos.
El acto fundamental en el
Antiguo Testamento es diferente, porque Cristo era todavía algo futuro y, por
tanto, en el mejor de los casos se iba al encuentro de Cristo, pero no era
todavía un verdadero encuentro como tal. La palabra de Dios en el Antiguo Testamento
tiene básicamente la forma de la ley - "Torá". Dios guía, ese es el
significado, Dios nos muestra el camino. Es un camino de educación que forma al
hombre según Dios y le capacita para el encuentro con Cristo. En este sentido,
esta rectitud, este vivir según la ley es un camino hacia Cristo, una
prolongación hacia Él; pero el acto fundamental es la observancia de la Torá,
de la ley, y ser así "un hombre justo".
San José es de nuevo un justo
ejemplar del Antiguo Testamento.
Pero aquí hay un peligro y al
mismo tiempo una promesa, una puerta abierta.
El peligro aparece en las
discusiones de Jesús con los fariseos y, sobre todo, en las cartas de San
Pablo. El peligro consiste en que si la palabra de Dios es fundamentalmente
ley, debe ser vista como una suma de prescripciones y prohibiciones, un paquete
de normas, y la actitud debe ser, por tanto, observar las normas y por tanto
ser correcto. Pero si la religión es así, no es más que eso, no nace una
relación personal con Dios, y el hombre permanece en sí mismo, busca
perfeccionarse, ser perfecto. Pero esto da lugar a la amargura, como vemos en
el segundo hijo de la parábola del hijo pródigo, que, habiéndolo observado
todo, al final se amarga e incluso tiene un poco de envidia de su hermano que,
como él piensa, ha tenido vida en abundancia. Este es el peligro: la mera
observancia de la ley se vuelve impersonal, solo un hacer, el hombre se vuelve
duro e incluso amargado. Al final no puede amar a este Dios, que se presenta
solamente con reglas y a veces incluso con amenazas. Este es el peligro.
La promesa, en cambio, es:
podemos ver también estas prescripciones, no solo como un código, un paquete de
reglas, sino como una expresión de la voluntad de Dios, en la que Dios me
habla, yo hablo con Él. Entrando en esta ley entro en diálogo con Dios, conozco
el rostro de Dios, empiezo a ver a Dios, y así estoy en camino hacia la palabra
de Dios en persona, hacia Cristo. Y un verdadero justo como san José es así:
para él la ley no es simplemente la observancia de unas normas, sino que se
presenta como una palabra de amor, una invitación al diálogo, y la vida según
la palabra es entrar en este diálogo y encontrar detrás de las normas y en las
normas el amor de Dios, comprender que todas estas normas no sirven por sí
mismas, sino que son normas de amor, sirven para que crezca en mí el amor. Así
se comprende que, finalmente, toda ley es solo amor a Dios y al prójimo. Una
vez que se ha encontrado esto, se ha observado toda la ley. Si uno vive en este
diálogo con Dios, un diálogo de amor en el que busca el rostro de Dios, en el
que busca el amor y hace comprender que todo lo dicta el amor está en camino
hacia Cristo, es un verdadero justo. San José es un verdadero justo, por eso en
él el Antiguo Testamento se convierte en Nuevo, porque en las palabras busca a
Dios, a la persona, busca su amor, y toda observancia es vida en el amor.
Lo vemos en el ejemplo que nos
ofrece este Evangelio. San José, comprometido con María, descubre que espera un
hijo. Podemos imaginarnos su decepción: conocía a esta muchacha y la
profundidad de su relación con Dios, su belleza interior, la extraordinaria
pureza de su corazón; veía brillar en ella el amor de Dios y el amor a su
palabra, a su verdad, y ahora se encuentra gravemente decepcionado. ¿Qué hacer?
He aquí que la ley ofrece dos posibilidades, en las que aparecen dos caminos,
el peligroso, el fatal, y el de la promesa. Puede demandar ante el tribunal y
así exponer a María a la vergüenza, destruirla como persona. Puede hacerlo en
privado con una carta de separación. Y san José, un hombre verdaderamente
justo, aunque sufrió mucho, llega a la decisión de tomar este camino, que es un
camino de amor en la justicia, de justicia en el amor, y san Mateo nos dice que
luchó consigo mismo, en sí mismo con la palabra. En esta lucha, en este camino
para comprender la verdadera voluntad de Dios, ha encontrado la unidad entre el
amor y la regla, entre la justicia y el amor, y así, en su camino hacia Jesús,
está abierto a la aparición del ángel, abierto a que Dios le dé a conocer que
se trata de una obra del Espíritu Santo.
San Hilario de Poitiers, en el
siglo IV, una vez, tratando del temor de Dios, dijo al final: "Todo
nuestro temor está puesto en el amor", es solo un aspecto, un matiz del
amor. Así que podemos decir aquí para nosotros: toda la ley está puesta en el
amor, es una expresión del amor y debe cumplirse entrando en la lógica del
amor. Y aquí hay que tener en cuenta que, incluso para nosotros los cristianos,
existe la misma tentación, el mismo peligro que existía en el Antiguo
Testamento: incluso un cristiano puede llegar a una actitud en la que la
religión cristiana sea vista como un paquete de reglas, prohibiciones y normas
positivas, de prescripciones. Se puede llegar a la idea de que solo se trata de
cumplir prescripciones impersonales y así perfeccionarse, pero de este modo se
vacía el fondo personal de la palabra de Dios y se llega a una cierta amargura
y dureza del corazón. En la historia de la Iglesia vemos esto en el jansenismo.
También nosotros conocemos este peligro, también nosotros sabemos personalmente
que debemos superar siempre de nuevo este peligro y encontrar a la Persona y,
en el amor a la Persona, el camino de la vida y la alegría de la fe. Ser justos
es encontrar este camino, y por eso también nosotros estamos siempre de nuevo
en camino del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento en la búsqueda de la
Persona, del rostro de Dios en Cristo. Esto es precisamente el Adviento: salir
de la pura norma hacia el encuentro del amor, salir del Antiguo Testamento, que
se convierte en Nuevo.
Este es, pues, el primer y
fundamental elemento de la figura de San José, tal como aparece en el Evangelio
de hoy. Ahora, dos comentarios muy breves sobre el segundo y el tercer
elemento.
El segundo: ve al ángel en
sueños y escucha su mensaje. Esto supone una sensibilidad interior hacia Dios,
una capacidad de percibir la voz de Dios, un don de discernimiento, que le hace
capaz de discernir entre los sueños que son sueños y un verdadero encuentro con
Dios. Solo porque san José estaba ya en camino hacia la Persona del Verbo,
hacia el Señor, hacia el Salvador, pudo discernir; Dios pudo hablarle y él
comprendió: esto no es un sueño, es la verdad, es la aparición de su ángel. Y
así pudo discernir y decidir.
También es importante para
nosotros esta sensibilidad a Dios, esta capacidad de percibir que Dios me
habla, y esta capacidad de discernir. Por supuesto, Dios no nos habla
normalmente como habló a través del ángel a José, pero también tiene sus modos
de hablarnos. Son gestos de la ternura de Dios, que debemos percibir para
encontrar alegría y consuelo, son palabras de invitación, de amor, incluso de
petición en el encuentro con personas que sufren, que necesitan mi palabra o mi
gesto concreto, una acción. Aquí hay que ser sensible, conocer la voz de Dios,
comprender que ahora Dios me habla y responder.
Y así llegamos al tercer
punto: la respuesta de San José a la palabra del ángel es la fe y luego la
obediencia, que se cumple. Fe: comprendió que era realmente la voz de Dios, que
no era un sueño. La fe se convierte en un fundamento sobre el que actuar, sobre
el que vivir, es reconocer que es la voz de Dios, el imperativo del amor, que
me guía por el camino de la vida, y luego hacer la voluntad de Dios. San José
no era un soñador, aunque el sueño fue la puerta por la que Dios entró en su
vida. Era un hombre práctico y sobrio, un hombre de decisión, capaz de
organizarse. No fue fácil -creo- encontrar en Belén, porque no había sitio en
las casas, el establo como lugar discreto y protegido y, a pesar de la pobreza,
digno para el nacimiento del Salvador. Organizar la huida a Egipto, encontrar
un lugar donde dormir cada día, vivir durante mucho tiempo: todo ello exigía un
hombre práctico, con sentido de la acción, con capacidad para responder a los
desafíos, para encontrar formas de sobrevivir. Y luego, a su regreso, la
decisión de volver a Nazaret, de fundar aquí la patria del Hijo de Dios,
muestra también que era un hombre práctico, que como carpintero vivía y hacía
posible la vida cotidiana.
Así, san José nos invita, por
una parte, a este camino interior en la Palabra de Dios, a estar cada vez más
cerca de la persona del Señor, pero al mismo tiempo nos invita a una vida
sobria, al trabajo, al servicio cotidiano para cumplir con nuestro deber en el
gran mosaico de la historia.
Demos gracias a Dios por la
hermosa figura de San José. Oremos: "Señor ayúdanos a abrirnos a Ti, a
encontrar cada vez más tu rostro, a Amarte, a encontrar el amor en la norma, a
enraizarnos, a realizarnos en el amor. Ábrenos al don del discernimiento, a la
capacidad de escucharte y a la sobriedad de vivir según tu voluntad y en
nuestra vocación". Amén.
BENEDICTO XVI
viernes, 29 de diciembre de 2023
APOLOGÉTICA HOY (audios): La razonabilidad de la fe en Dios
Programa radiofónico: " APOLOGÉTICA HOY, Colaboradores de la Verdad".
Director: Padre José Antonio Medina.
Tema del episodio Nº 05:
Tema: La razonabilidad de la fe en Dios
Contenido:
-
Oración inicial: “Plegaria
por la vida humana naciente” de Benedicto XVI.
- Magisterio de la Iglesia Católica:
“La razonabilidad de la fe en Dios” (Benedicto XVI, Catequesis del 21 de noviembre de 2012).
Benedicto XVI: audio de la síntesis en español de su Catequesis del 21 de noviembre de 2012.
-
Oración final: “Madre, que
no nos cansemos” de San Manuel González.
Fecha de emisión original en Radio María España el miércoles 27 de diciembre
de 2023.
viernes, 3 de noviembre de 2023
PAPA FRANCISCO: Santa Misa en sufragio del difunto Sumo Pontífice Benedicto XVI
SANTA MISA EN SUFRAGIO
DEL DIFUNTO SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI
Y DE LOS CARDENALES Y
OBISPOS FALLECIDOS DURANTE EL AÑO
CAPILLA PAPAL
Viernes, 3 de noviembre
de 2023
Jesús estaba a punto de entrar en Naím, los discípulos y «una gran multitud» caminaban con Él (cf. Lc 7,11). Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, otro cortejo marchaba en dirección opuesta; salía para enterrar al hijo único de una madre que se había quedado viuda. Y, dice el Evangelio: «Al verla, el Señor se conmovió» (Lc 7,13). Jesús ve y se deja conmover. Benedicto XVI, que hoy recordamos junto a los cardenales y obispos difuntos durante el año, en su primera Encíclica escribió que el programa de Jesús es un «corazón que ve» (Deus caritas est, 31). Cuántas veces nos ha recordado que la fe no es en primer lugar una idea que debamos entender o una moral que debamos asumir, sino una Persona que debemos encontrar, Jesucristo. Su corazón late con fuerza por nosotros, su mirada se apiada de nuestros sufrimientos.
El Señor detiene ante el dolor
de esa muerte. Es interesante que precisamente en esta ocasión, por primera
vez, el Evangelio de Lucas atribuye a Jesús el título de “Señor”: «el Señor se
conmovió». Se le llama Señor —es decir, Dios, que domina todo— precisamente
cuando se compadece de una madre viuda que ha perdido, con su único hijo, el
motivo de vivir. Este es nuestro Dios, cuya divinidad resplandece al tocar
nuestras miserias, porque su corazón es compasivo. La resurrección de aquel
hijo, el don de la vida que vence a la muerte, brota precisamente de aquí, de
la compasión del Señor que se conmueve ante nuestro mal extremo, la muerte. Qué
importante es comunicar esta mirada de compasión a quien vive el dolor de la
muerte de sus seres queridos.
La compasión de Jesús tiene
una característica, es concreta. Él, dice el Evangelio, «se acercó y tocó el
féretro» (Lc 7,14). Tocar el féretro de un muerto era inútil; en ese tiempo,
además, se consideraba un gesto impuro, que contaminaba a quien lo hacía. Pero
Jesús no repara en esto, su compasión elimina las distancias y lo lleva a
hacerse cercano. Este es el estilo de Dios, hecho de cercanía, compasión y
ternura. Y de pocas palabras. Cristo no da sermones sobre la muerte, sólo le
dice a esa madre una cosa: «No llores» (Lc 7,13). ¿Por qué? ¿Está mal llorar?
No, Jesús mismo llora en los Evangelios. Pero a esa madre le dice: No llores,
porque con el Señor las lágrimas no duran para siempre, se terminan. Él es el
Dios que, como profetiza la Escritura, «destruirá la Muerte» y «enjugará las
lágrimas de todos los rostros» (Is 25,8; cf. Ap 21,4). Se ha apropiado de
nuestras lágrimas para apartarlas de nosotros.
Esta es la compasión del
Señor, que llega a reanimar a aquel hijo. Jesús lo hace, a diferencia de otros
milagros, sin siquiera pedirle a la madre que tenga fe. ¿Por qué un prodigio
tan extraordinario y raro? Porque aquí están implicados el huérfano y la viuda,
que la Biblia indica, junto al forastero, como los más solos y abandonados, que
no pueden poner su confianza en nadie más que en Dios. La viuda, el huérfano,
el forastero. Son por tanto las personas más íntimas y queridas para el Señor.
No se puede ser íntimos y queridos para el Señor ignorándolos, pues gozan de su
protección y de su predilección, y nos acogerán en el cielo. La viuda, el
huérfano y el forastero.
Dirigiendo hacia ellos nuestra
mirada, obtenemos una lección importante, que condenso en la segunda palabra de
hoy: humildad. El huérfano y la viuda son de hecho los humildes por excelencia,
aquellos que, depositando toda su esperanza en el Señor y no en sí mismos, han
situado el centro de la vida en Dios. No ponen su confianza en sus propias
fuerzas, sino en Él, que se hace cargo de ellos. Los que rechazan toda
presunción de autosuficiencia, se reconocen necesitados de Dios y se abandonan
en Él, ellos son los humildes. Y son estos pobres en espíritu los que nos
revelan la pequeñez que al Señor agrada, el camino que conduce al Cielo. Dios
busca personas humildes, que esperan en Él, no en sí mismos y en sus propios
planes. Hermanos y hermanas, esta es la humildad cristiana. No es una virtud
entre otras, sino la actitud fundamental de nuestra vida, la de creernos
necesitados de Dios y dejarle lugar, poniendo en Él toda nuestra confianza.
Esta es la humildad cristiana.
Dios ama la humildad porque le
permite interactuar con nosotros. Más aún, Dios ama la humildad porque Él mismo
es humilde. Él desciende hasta nosotros, se abaja, no se impone, deja espacio.
Dios no sólo es humilde, es humildad. «Tú eres humildad Señor», así rezaba san
Francisco de Asís (cf. Alabanzas de Dios Altísimo, 4). Pensemos en el Padre,
cuyo nombre está totalmente referido al Hijo, y no a sí mismo; y al Hijo, cuyo
nombre está todo él en relación al Padre. Dios ama a aquellos que no están
centrados en sí mismos, que no son el centro de todo, ama precisamente a los
humildes. Aquellos que se le parecen más que ninguno. Por esta razón, como dice
Jesús, «el que se humilla será ensalzado» (Lc 14,11). Y me gusta recordar
aquellas palabras iniciales del Papa Benedicto: «humilde trabajador de la viña
del Señor» (Urbi et Orbi, 19 abril 2005). Sí, el cristiano, sobre todo el Papa,
los cardenales, los obispos, están llamados a ser humildes trabajadores: a
servir, no a ser servidos; a pensar, antes que en sus propios beneficios, en
los de la viña del Señor. Y qué hermoso es renunciar a sí mismos por la Iglesia
de Jesús.
Hermanos, hermanas, pidamos a
Dios una mirada compasiva y un corazón humilde. No nos cansemos de pedírselo,
porque es en el camino de la compasión y de la humildad que el Señor nos da su
vida, que vence a la muerte. Y recemos por nuestros queridos hermanos difuntos.
Sus corazones han sido pastorales, compasivos y humildes, porque el sentido de
sus vidas ha sido el Señor. Que en Él encuentren la paz eterna. Que se alegren
con María, a quien el Señor ha ensalzado mirando su humildad (cf. Lc 1,48).
lunes, 3 de julio de 2023
viernes, 17 de febrero de 2023
BENEDICTO XVI: Obispo autoriza oración para la devoción privada
(Por Walter Sánchez Silva en
ACIPRENSA) Un obispo autorizó y publicó una oración para la devoción privada al
Papa Benedicto XVI, fallecido el 31 de diciembre de 2022 a los 95 años en Roma.
Mons. Carlos Rossi Keller,
Obispo de Frederico Westphalen, en el estado de Río Grande del Sur (Brasil),
publicó la oración en portugués, español, francés e italiano.
“Como hijos de la Iglesia
debemos rezar y pedir a Dios su descanso eterno en el Cielo”, dijo el Prelado
al publicar la oración en portugués en su cuenta de Facebook.
“Pero como testigos de su
entrega generosa a Dios y sabiendo que sus últimas palabras fueron ‘Señor, te
amo’, también podemos pedir privadamente su intercesión”.
El Prelado precisa en el texto
de la oración que “en conformidad con los decretos del Papa Urbano VIII,
declaramos que en nada se pretende prevenir el juicio de la Autoridad
eclesiástica y que esta oración no tiene finalidad alguna de culto público”.
Asimismo señala que las
gracias atribuidas a la intercesión del Papa Benedicto XVI deben ser
comunicadas al Vicariato de Roma, con una carta escrita a la siguiente
dirección:
Emmo.
Sr. Cardenal Vicario para la Diócesis de Roma
Piazza
di S. Giovanni in Laterano
6,
00184 Roma RM, Italia.
A continuación, la oración que
propone el Prelado, “que no debe ser rezada públicamente”:
Dios
Todopoderoso y eterno,
que
inspiraste en el corazón de tu siervo, el Papa Benedicto XVI,
el
sincero deseo de encontrarte y anunciarte,
haciéndose
un humilde “Cooperador de la Verdad”
y
ofreciéndose como siervo, para Cristo y para la Iglesia.
Haz
que también yo sepa amar a la Iglesia de Cristo
y
pueda seguir en mi vida las verdades eternas que ella proclama.
y
concede, por su intercesión, la gracia que ahora te pido (hágase el pedido).
Amén.
Rezar
el Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria.
jueves, 5 de enero de 2023
BENEDICTO XVI: Las palabras del “Rogito”, un patrimonio sobre las verdades de la fe
El féretro con los restos del
Papa emérito se cerró con algunos signos de dignidad pontificia en su interior
y el texto que recuerda brevemente la historia de la vida y el ministerio de
Joseph Ratzinger
Los últimos actos se
realizaron en la discreción tras el interminable homenaje público. Después de
tres días en el centro de la peregrinación ininterrumpida que tributaron más de
200.000 personas en la basílica vaticana, los restos mortales de Benedicto XVI
fueron colocados en un féretro de ciprés, en el que se depositaron el palio,
las monedas y medallas del pontificado y el “Rogito”, un texto conservado en un
cilindro metálico que recuerda los rasgos más destacados de la vida y el
ministerio del Papa emérito, desde su nacimiento hasta sus últimos días.
El texto del Rogito fue leído
por el maestro de las celebraciones litúrgicas papales, monseñor Diego Ravelli.
Tras el funeral presidido por el Papa Francisco, el féretro de ciprés fue
colocado en un revestimiento de zinc y después en un ataúd de madera para ser
finalmente enterrado en las Grutas Vaticanas.
A continuación el texto integral
del “Rogito”:
A la luz de Cristo resucitado
de entre los muertos, el 31 de diciembre del año del Señor 2022, a las 9.34 de
la mañana, cuando terminaba el año y nos disponíamos a cantar el Te Deum por
los muchos beneficios concedidos por el Señor, el amado Pastor emérito de la
Iglesia, Benedicto XVI, pasó de este mundo al Padre. Toda la Iglesia, junto con
el Santo Padre Francisco, acompañó en oración su tránsito.
Benedicto XVI fue el 265º
Papa. Su memoria permanece en el corazón de la Iglesia y de toda la humanidad.
Joseph Aloisius Ratzinger,
elegido Papa el 19 de abril de 2005, nació en Marktl am Inn, en la diócesis de
Passau (Alemania), el 16 de abril de 1927. Su padre era comisario de la
gendarmería y procedía de una familia de agricultores de la baja Baviera, cuyas
condiciones económicas eran más bien modestas. Su madre era hija de artesanos
de Rimsting, en el lago Chiem, y había sido cocinera en varios hoteles antes de
casarse.
Pasó su infancia y
adolescencia en Traunstein, una pequeña localidad cercana a la frontera
austriaca, a unos treinta kilómetros de Salzburgo, donde recibió su educación
cristiana, humana y cultural.
La época de su juventud no fue
fácil. La fe y la educación de su familia le prepararon para la dura
experiencia de los problemas asociados al régimen nazi, conociendo el clima de
fuerte hostilidad hacia la Iglesia católica en Alemania. En esta compleja
situación, descubrió la belleza y la verdad de la fe en Cristo.
De 1946 a 1951 estudió en la
Escuela Superior de Filosofía y Teología de Freising y en la Universidad de
Múnich. El 29 de junio de 1951 fue ordenado sacerdote, iniciando al año
siguiente su actividad docente en la misma Escuela de Freising. Posteriormente
fue docente en Bonn, Münster, Tubinga y Ratisbona.
En 1962 se convirtió en perito
oficial del Concilio Vaticano II, como asistente del cardenal Joseph Frings. El
25 de marzo de 1977, el Papa Pablo VI le nombró arzobispo de Múnich y Freising,
y fue ordenado obispo el 28 de mayo del mismo año. Como lema episcopal eligió
"Cooperatores Veritatis".
El Papa Montini lo creó y
nombró Cardenal, del Título de Santa Maria Consolatrice al Tiburtino, en el
Consistorio del 27 de junio de 1977.
El 25 de noviembre de 1981,
Juan Pablo II le nombró Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe;
y el 15 de febrero del año siguiente renunció al gobierno pastoral de la
archidiócesis de Munich und Freising.
El 6 de noviembre de 1998 fue
nombrado Vicedecano del Colegio Cardenalicio y el 30 de noviembre de 2002 pasó
a ser Decano, tomando posesión del título de la Iglesia Suburbicaria de Ostia.
El viernes 8 de abril de 2005
presidió la misa funeral de Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro.
Por los cardenales reunidos en
Cónclave fue elegido Papa el 19 de abril de 2005 y tomó el nombre de Benedicto
XVI. Desde la Logia de las Bendiciones se presentó como un "humilde
trabajador en la viña del Señor". El domingo 24 de abril de 2005 inició
solemnemente su ministerio petrino.
Benedicto XVI puso el tema de
Dios y de la fe en el centro de su pontificado, en una búsqueda continua del
rostro del Señor Jesucristo y ayudando a todos a conocerlo, en particular
mediante la publicación de la obra en tres volúmenes Jesús de Nazaret. Dotado
de vastos y profundos conocimientos bíblicos y teológicos, tenía la
extraordinaria capacidad de elaborar síntesis esclarecedoras sobre los
principales temas doctrinales y espirituales, así como sobre cuestiones
cruciales de la vida de la Iglesia y de la cultura contemporánea.
Promovió con éxito el diálogo
con anglicanos, judíos y representantes de otras religiones; también reanudó
los contactos con los sacerdotes de la Comunidad de San Pío X.
En la mañana del 11 de febrero
de 2013, durante un Consistorio convocado para decisiones ordinarias sobre tres
canonizaciones, después de que los cardenales hubieran votado, el Papa leyó en
latín la siguiente declaración:
"Bene conscius sum hoc
munus secundum suam essentiam spiritualem non solum agendo et loquendo exerceri
debere, sed non minus patiendo et orando. Attamen in mundo nostri temporis
rapidis mutationibus subiecto et quaestionibus magni ponderis pro vita fidei
perturbato ad navem Sancti Petri gubernandam et ad annuntiandum Evangelium
etiam vigor quidam corporis et animae necessarius est, qui ultimis mensibus in
me modo tali minuitur, ut incapacitatem meam ad ministerium mihi commissum bene
administrandum agnoscere debeam. Quapropter bene conscius ponderis huius actus
plena libertate declaro me ministerio Episcopi Romae, Successoris Sancti Petri,
mihi per manus Cardinalium die 19 aprilis MMV commisso renuntiare ita ut a die
28 februarii MMXIII, hora 20, sedes Romae, sedes Sancti Petri vacet et Conclave
ad eligendum novum Summum Pontificem ab his quibus competit convocandum
esse".
En la última Audiencia General
del pontificado, el 27 de febrero de 2013, al tiempo que agradecía a todos y
cada uno el respeto y la comprensión con que había sido acogida su decisión,
aseguró: "Seguiré acompañando el camino de la Iglesia con la oración y la
reflexión, con esa entrega al Señor y a su Esposa que he tratado de vivir cada
día hasta ahora y que quisiera vivir siempre".
Tras una breve estancia en la
residencia de Castel Gandolfo, vivió los últimos años de su vida en el
Vaticano, en el monasterio Mater Ecclesiae, dedicándose a la oración y la
meditación.
El magisterio doctrinal de
Benedicto XVI se resume en las tres encíclicas Deus caritas est (25 de
diciembre de 2005), Spe salvi (30 de noviembre de 2007) y Caritas in veritate
(29 de junio de 2009). Entregó cuatro Exhortaciones Apostólicas a la Iglesia,
numerosas Constituciones Apostólicas, Cartas Apostólicas, así como las
Catequesis ofrecidas en las Audiencias Generales y en las alocuciones, incluidas
las pronunciadas durante sus veinticuatro viajes apostólicos alrededor del
mundo.
Ante el relativismo y el
ateísmo práctico cada vez más difuso, en 2010, con el motu proprio Ubicumque et
semper, instituyó el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva
Evangelización, al que transfirió las competencias en materia de catequesis en
enero de 2013.
Luchó con firmeza contra los
delitos cometidos por representantes del clero contra menores o personas
vulnerables, llamando constantemente a la Iglesia a la conversión, la oración,
la penitencia y la purificación.
Como teólogo de reconocida
autoridad, dejó un rico legado de estudios e investigaciones sobre las verdades
fundamentales de la fe.
CORPUS
BENEDICTI
XVI P.M.
VIXIT
A. XCV M. VIII D. XV
ECCLESIÆ
UNIVERSÆ PRÆFUIT A. VII M. X D. IX
A D.
XIX M. APR. A. MMV
AD D. XXVIII M. FEB. A. MMXIII
DECESSIT
DIE XXXI M. DECEMBRIS ANNO DOMINI MMXXII
Semper
in Christo vivas, Pater Sancte!
PAPA FRANCISCO: Homilía en la Misa exequial por el Sumo Pontífice Emérito Benedicto XVI
«Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46). Son las últimas palabras que el Señor
pronunció en la cruz; su último suspiro —podríamos decir— capaz de confirmar lo
que selló toda su vida: un continuo entregarse en las manos de su Padre. Manos
de perdón y de compasión, de curación y de misericordia, manos de unción y
bendición que lo impulsaron a entregarse también en las manos de sus hermanos.
El Señor, abierto a las historias que encontraba en el camino, se dejó cincelar
por la voluntad de Dios, cargando sobre sus hombros todas las consecuencias y
dificultades del Evangelio, hasta ver sus manos llagadas por amor: «Aquí están
mis manos» (Jn 20,27), le dijo a Tomás, y lo dice a cada uno de nosotros: “aquí
están mis manos”. Manos llagadas que salen al encuentro y no cesan de ofrecerse
para que conozcamos el amor que Dios nos tiene y creamos en él (cf. 1 Jn 4,16) [1].
«Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu» es la invitación y el programa de vida que inspira y
quiere moldear como un alfarero (cf. Is 29,16) el corazón del pastor, hasta que
latan en él los mismos sentimientos de Cristo Jesús (cf. Flp 2, 5). Entrega
agradecida de servicio al Señor y a su Pueblo, que nace por haber acogido un
don totalmente gratuito: “Tú me perteneces… tú les perteneces”, susurra el
Señor; “tú estás bajo la protección de mis manos, bajo la protección de mi
corazón. Permanece en el hueco de mis manos y dame las tuyas” [2]. Es la condescendencia de Dios y su cercanía, capaz
de ponerse en las manos frágiles de sus discípulos para alimentar a su pueblo y
decir con Él: tomen y coman, tomen y beban, esto es mi cuerpo, cuerpo que se
entrega por ustedes (cf. Lc 22,19). La synkatabasis total de Dios.
Entrega orante que se forja y
acrisola silenciosamente entre las encrucijadas y contradicciones que el pastor
debe afrontar (cf. 1 P 1,6-7) y la confiada invitación a apacentar el rebaño
(cf. Jn 21,17). Como el Maestro, lleva sobre sus hombros el cansancio de la
intercesión y el desgaste de la unción por su pueblo, especialmente allí donde
la bondad está en lucha y sus hermanos ven peligrar su dignidad (cf. Hb 5,7-9).
Encuentro de intercesión donde el Señor va gestando esa mansedumbre capaz de
comprender, recibir, esperar y apostar más allá de las incomprensiones que esto
puede generar. Fecundidad invisible e inaferrable, que nace de saber en qué
manos se ha puesto la confianza (cf. 2 Tm 1,12). Confianza orante y adoradora,
capaz de interpretar las acciones del pastor y ajustar su corazón y sus
decisiones a los tiempos de Dios (cf. Jn 21,18): «Apacentar quiere decir amar,
y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el
verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de
Dios; el alimento de su presencia» [3].
Y también entrega sostenida
por la consolación del Espíritu, que lo espera siempre en la misión: en la
búsqueda apasionada por comunicar la hermosura y la alegría el Evangelio (cf.
Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 57), en el testimonio fecundo de aquellos
que, como María, permanecen de muchas maneras al pie de la cruz, en esa
dolorosa pero recia paz que no agrede ni avasalla; y en la terca pero paciente
esperanza en que el Señor cumplirá su promesa, como lo había prometido a
nuestros padres y a su descendencia por siempre (cf. Lc 1,54-55).
También nosotros, aferrados a
las últimas palabras del Señor y al testimonio que marcó su vida, queremos,
como comunidad eclesial, seguir sus huellas y confiar a nuestro hermano en las
manos del Padre: que estas manos de misericordia encuentren su lámpara
encendida con el aceite del Evangelio, que él esparció y testimonió durante su
vida (cf. Mt 25,6-7).
San Gregorio Magno, al
finalizar la Regla pastoral, invitaba y exhortaba a un amigo a ofrecerle esta
compañía espiritual: «En medio de las tempestades de mi vida, me alienta la
confianza de que tú me mantendrás a flote en la tabla de tus oraciones, y que, si
el peso de mis faltas me abaja y humilla, tú me prestarás el auxilio de tus
méritos para levantarme». Es la conciencia del Pastor que no puede llevar solo
lo que, en realidad, nunca podría soportar solo y, por eso, es capaz de
abandonarse a la oración y al cuidado del pueblo que le fue confiado [4]. Es el Pueblo fiel de Dios que, reunido,
acompaña y confía la vida de quien fuera su pastor. Como las mujeres del
Evangelio en el sepulcro, estamos aquí con el perfume de la gratitud y el
ungüento de la esperanza para demostrarle, una vez más, ese amor que no se
pierde; queremos hacerlo con la misma unción, sabiduría, delicadeza y entrega
que él supo esparcir a lo largo de los años. Queremos decir juntos: “Padre, en
tus manos encomendamos su espíritu”.
Benedicto, fiel amigo del
Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz.
PAPA FRANCISCO
Plaza de San Pedro
Jueves, 5 de enero de
2023
[1] Cf.
Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 1.
[2] Cf.
Íd., Homilía en la Misa Crismal, 13 de abril de 2006.
[3] Íd.,
Homilía en la Misa de inicio del pontificado, 24 de abril de 2005.
[4] Cf.
ibíd.
miércoles, 4 de enero de 2023
PAPA FRANCISCO: “Benedicto XVI hizo teología de rodillas”
El Pontífice prologa un libro
que Editrice Vaticana publicará el 14 de enero y destaca “su capacidad de
mostrar siempre nueva la profundidad de la fe cristiana".
“Benedicto XVI hizo teología
de rodillas. Su argumentación de la fe fue realizada con la devoción de un
hombre que ha entregado todo de sí mismo a Dios y que, bajo la guía del
Espíritu Santo, buscó una penetración cada vez mayor en el misterio del Jesús
que le había fascinado desde su juventud”.
Así escribe el Papa Francisco
sobre su antecesor y lo hace en un prólogo que este miércoles COPE.es y
ECCLESIA publican en exclusiva en español. El libro, de la Editrice Vaticana,
titulado “Dios es siempre nuevo”, saldrá a la luz el próximo 14 de enero
recogiendo los pensamientos espirituales de Benedicto XVI.
Prólogo
completo
Estoy contento que el lector
pueda tener en sus manos este texto de pensamientos espirituales del fallecido
Papa Benedicto XVI. El título expresa uno de los aspectos más característicos
del magisterio y de la visión de la fe de mi predecesor: sí, Dios es siempre
nuevo porque es fuente y razón de la belleza, de la gracia y de la verdad. Dios
nunca es repetitivo, Dios nos sorprende, Dios trae novedad. La frescura
espiritual que se desprende de estas páginas, lo confirman con intensidad.
Benedicto XVI hizo teología de
rodillas. Su argumentación de la fe fue realizada con la devoción de un hombre
que ha entregado todo de sí mismo a Dios y que, bajo la guía del Espíritu
Santo, buscó una penetración cada vez mayor en el misterio del Jesús que le
había fascinado desde su juventud.
La colección de pensamientos
espirituales presentados en estas páginas demuestra la capacidad creativa de
Benedicto XVI para indagar en los diversos aspectos del cristianismo con una
fecundidad de imágenes, lenguaje y perspectiva que se convierten en un estímulo
continuo para cultivar el precioso don de acoger a Dios en la propia vida. El
modo en que Benedicto XVI supo hacer interactuar corazón y razón, pensamiento y
afecto, racionalidad y emoción, es un modelo fecundo sobre cómo hablar a todos
de la fuerza disruptiva del Evangelio.
El lector lo verá confirmado
en estas páginas, que representan -también gracias a la competencia del editor,
a quien va nuestro más sincero agradecimiento- una especie de "síntesis
espiritual" de los escritos de Benedicto XVI: aquí brilla su capacidad de
mostrar siempre nueva la profundidad de la fe cristiana. Basta con un pequeño
florilegio. "Dios es un acontecimiento de amor", expresión que por sí
sola hace plena justicia a una teología siempre armoniosa entre razón y afecto.
"¿Qué podría salvarnos si no es el amor?", preguntó a los jóvenes en
la vigilia de oración de Colonia en 2005, una meditación que se recuerda
oportunamente aquí, planteando una pregunta que recuerda a Fëdor Dostoevskij. Y
cuando habla de la Iglesia, la pasión eclesial le hace pronunciar palabras
impregnadas de pertenencia y afecto: "No somos un centro de producción, no
somos una empresa con ánimo de lucro, somos Iglesia”.
La profundidad del pensamiento
de Joseph Ratzinger, basado en la Sagrada Escritura y en los Padres de la
Iglesia es una ayuda para nosotros también hoy. Estas páginas abordan una gama
de temas espirituales y son un incentivo para que permanezcamos abiertos al
horizonte de eternidad que el cristianismo lleva en su ADN. El de Benedicto XVI
es y seguirá siendo un pensamiento y un magisterio fecundos en el tiempo,
porque ha sabido centrarse en las referencias fundamentales de nuestra vida
cristiana: en primer lugar, la persona y la palabra de Jesucristo, y después
las virtudes teologales, es decir, la caridad, la esperanza y la fe. Y por ello
toda la Iglesia le estará agradecida. Para siempre.
En Benedicto XVI, una devoción
incesante y un magisterio iluminado se han fundido en una armoniosa alianza.
¡Cuántas veces ha hablado de la belleza con palabras conmovedoras! Benedicto
siempre consideró la belleza como un medio privilegiado para abrir a los
hombres a lo trascendente y poder así encontrarse con Dios, que para él era la
tarea más elevada y la misión más urgente de la Iglesia. En particular, la
música era para él un arte vecino con el que elevar el espíritu y la
interioridad. Pero esto no desvió su atención, como verdadero hombre de fe, de
las grandes y espinosas cuestiones de nuestro tiempo, observadas y analizadas
con juicio consciente y valiente espíritu crítico. De la escucha de la
Escritura, leída en la tradición siempre viva de la Iglesia, supo extraer desde
su juventud esa sabiduría útil e indispensable para establecer un diálogo con
la cultura de su tiempo, como confirman estas páginas.
Agradecemos sinceramente a
Dios por habernos dado al Papa Benedicto XVI: con su palabra y su testimonio,
nos ha enseñado que mediante la reflexión, el pensamiento, el estudio, la
escucha, el diálogo y, sobre todo, la oración, es posible servir a la Iglesia y
hacer el bien a toda la humanidad; nos ofreció herramientas intelectuales vivas
para que todo creyente pudiera dar razones de su esperanza utilizando una forma
de pensar y de comunicar comprensible para sus contemporáneos. Su intención fue
constante: entrar en diálogo con todos para buscar juntos los caminos a través
de los cuales podemos encontrar a Dios.
Esta búsqueda del diálogo con
la cultura de su tiempo ha sido siempre un deseo ardiente de Joseph Ratzinger:
él, como teólogo primero y como pastor después, nunca se ha limitado a una
cultura puramente intelectualista, desvinculada de la historia de los hombres y
del mundo. Con su ejemplo de intelectual rico en amor y entusiasmo, que
etimológicamente significa estar en Dios, nos mostró la posibilidad de que
buscar la verdad es posible, y que dejarse poseer por ella es lo más alto que
puede alcanzar el espíritu humano. En este viaje, todas las dimensiones del ser
humano, razón y fe, inteligencia y espiritualidad, tienen su propio papel y
especificidad.
PAPA FRANCISCO
domingo, 1 de enero de 2023
BENEDICTO XVI: Mi testamento espiritual
Ayer, 31 de diciembre de 2022
se ha publicado el documento redactado por el Papa emérito el 29 de agosto de
2006, a continuación, el texto completo:
Si en esta hora tardía de mi
vida miro hacia atrás, hacia las décadas que he vivido, veo en primer lugar
cuántas razones tengo para dar gracias. Ante todo, doy gracias a Dios mismo,
dador de todo bien, que me ha dado la vida y me ha guiado en diversos momentos
de confusión; siempre me ha levantado cuando empezaba a resbalar y siempre me
ha devuelto la luz de su semblante. En retrospectiva, veo y comprendo que
incluso los tramos oscuros y agotadores de este camino fueron para mi salvación
y que fue en ellos donde Él me guió bien.
Doy las gracias a mis padres,
que me dieron la vida en una época difícil y que, a costa de grandes
sacrificios, con su amor prepararon para mí un magnífico hogar que, como una
luz clara, ilumina todos mis días hasta el día de hoy. La clara fe de mi padre
nos enseñó a nosotros los hijos a creer, y como señal siempre se ha mantenido
firme en medio de todos mis logros científicos; la profunda devoción y la gran
bondad de mi madre son un legado que nunca podré agradecerle lo suficiente. Mi
hermana me ha asistido durante décadas desinteresadamente y con afectuoso
cuidado; mi hermano, con la claridad de su juicio, su vigorosa resolución y la
serenidad de su corazón, me ha allanado siempre el camino; sin su constante
precederme y acompañarme, no habría podido encontrar la senda correcta.
De corazón doy gracias a Dios
por los muchos amigos, hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado; por
los colaboradores en todas las etapas de mi camino; por los profesores y
alumnos que me ha dado. Con gratitud los encomiendo todos a Su bondad. Y quiero
dar gracias al Señor por mi hermosa patria en los Prealpes bávaros, en la que
siempre he visto brillar el esplendor del Creador mismo. Doy las gracias al
pueblo de mi patria porque en él he experimentado una y otra vez la belleza de
la fe. Rezo para que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y les ruego,
queridos compatriotas: no se dejen apartar de la fe. Y, por último, doy gracias
a Dios por toda la belleza que he podido experimentar en todas las etapas de mi
viaje, pero especialmente en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi
segunda patria.
A todos aquellos a los que he
agraviado de alguna manera, les pido perdón de todo corazón.
Lo que antes dije a mis
compatriotas, lo digo ahora a todos los que en la Iglesia han sido confiados a
mi servicio: ¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! A menudo
parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la
investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura),
por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la
fe católica. He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde
hace mucho tiempo, y he visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas
contra la fe se han desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino
interpretaciones filosóficas que sólo parecen ser competencia de la ciencia.
Desde hace sesenta años acompaño el camino de la teología, especialmente de las
ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones, he visto
derrumbarse tesis que parecían inamovibles y resultar meras hipótesis: la
generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista
(Bultmann, etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la confusión
de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es
verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus
insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo.
Por último, pido humildemente:
recen por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados y defectos, me
reciba en la morada eterna. A todos los que me han sido confiados, van mis
oraciones de todo corazón, día a día.
Benedicto PP XVI