El Pontífice prologa un libro
que Editrice Vaticana publicará el 14 de enero y destaca “su capacidad de
mostrar siempre nueva la profundidad de la fe cristiana".
“Benedicto XVI hizo teología
de rodillas. Su argumentación de la fe fue realizada con la devoción de un
hombre que ha entregado todo de sí mismo a Dios y que, bajo la guía del
Espíritu Santo, buscó una penetración cada vez mayor en el misterio del Jesús
que le había fascinado desde su juventud”.
Así escribe el Papa Francisco
sobre su antecesor y lo hace en un prólogo que este miércoles COPE.es y
ECCLESIA publican en exclusiva en español. El libro, de la Editrice Vaticana,
titulado “Dios es siempre nuevo”, saldrá a la luz el próximo 14 de enero
recogiendo los pensamientos espirituales de Benedicto XVI.
Prólogo
completo
Estoy contento que el lector
pueda tener en sus manos este texto de pensamientos espirituales del fallecido
Papa Benedicto XVI. El título expresa uno de los aspectos más característicos
del magisterio y de la visión de la fe de mi predecesor: sí, Dios es siempre
nuevo porque es fuente y razón de la belleza, de la gracia y de la verdad. Dios
nunca es repetitivo, Dios nos sorprende, Dios trae novedad. La frescura
espiritual que se desprende de estas páginas, lo confirman con intensidad.
Benedicto XVI hizo teología de
rodillas. Su argumentación de la fe fue realizada con la devoción de un hombre
que ha entregado todo de sí mismo a Dios y que, bajo la guía del Espíritu
Santo, buscó una penetración cada vez mayor en el misterio del Jesús que le
había fascinado desde su juventud.
La colección de pensamientos
espirituales presentados en estas páginas demuestra la capacidad creativa de
Benedicto XVI para indagar en los diversos aspectos del cristianismo con una
fecundidad de imágenes, lenguaje y perspectiva que se convierten en un estímulo
continuo para cultivar el precioso don de acoger a Dios en la propia vida. El
modo en que Benedicto XVI supo hacer interactuar corazón y razón, pensamiento y
afecto, racionalidad y emoción, es un modelo fecundo sobre cómo hablar a todos
de la fuerza disruptiva del Evangelio.
El lector lo verá confirmado
en estas páginas, que representan -también gracias a la competencia del editor,
a quien va nuestro más sincero agradecimiento- una especie de "síntesis
espiritual" de los escritos de Benedicto XVI: aquí brilla su capacidad de
mostrar siempre nueva la profundidad de la fe cristiana. Basta con un pequeño
florilegio. "Dios es un acontecimiento de amor", expresión que por sí
sola hace plena justicia a una teología siempre armoniosa entre razón y afecto.
"¿Qué podría salvarnos si no es el amor?", preguntó a los jóvenes en
la vigilia de oración de Colonia en 2005, una meditación que se recuerda
oportunamente aquí, planteando una pregunta que recuerda a Fëdor Dostoevskij. Y
cuando habla de la Iglesia, la pasión eclesial le hace pronunciar palabras
impregnadas de pertenencia y afecto: "No somos un centro de producción, no
somos una empresa con ánimo de lucro, somos Iglesia”.
La profundidad del pensamiento
de Joseph Ratzinger, basado en la Sagrada Escritura y en los Padres de la
Iglesia es una ayuda para nosotros también hoy. Estas páginas abordan una gama
de temas espirituales y son un incentivo para que permanezcamos abiertos al
horizonte de eternidad que el cristianismo lleva en su ADN. El de Benedicto XVI
es y seguirá siendo un pensamiento y un magisterio fecundos en el tiempo,
porque ha sabido centrarse en las referencias fundamentales de nuestra vida
cristiana: en primer lugar, la persona y la palabra de Jesucristo, y después
las virtudes teologales, es decir, la caridad, la esperanza y la fe. Y por ello
toda la Iglesia le estará agradecida. Para siempre.
En Benedicto XVI, una devoción
incesante y un magisterio iluminado se han fundido en una armoniosa alianza.
¡Cuántas veces ha hablado de la belleza con palabras conmovedoras! Benedicto
siempre consideró la belleza como un medio privilegiado para abrir a los
hombres a lo trascendente y poder así encontrarse con Dios, que para él era la
tarea más elevada y la misión más urgente de la Iglesia. En particular, la
música era para él un arte vecino con el que elevar el espíritu y la
interioridad. Pero esto no desvió su atención, como verdadero hombre de fe, de
las grandes y espinosas cuestiones de nuestro tiempo, observadas y analizadas
con juicio consciente y valiente espíritu crítico. De la escucha de la
Escritura, leída en la tradición siempre viva de la Iglesia, supo extraer desde
su juventud esa sabiduría útil e indispensable para establecer un diálogo con
la cultura de su tiempo, como confirman estas páginas.
Agradecemos sinceramente a
Dios por habernos dado al Papa Benedicto XVI: con su palabra y su testimonio,
nos ha enseñado que mediante la reflexión, el pensamiento, el estudio, la
escucha, el diálogo y, sobre todo, la oración, es posible servir a la Iglesia y
hacer el bien a toda la humanidad; nos ofreció herramientas intelectuales vivas
para que todo creyente pudiera dar razones de su esperanza utilizando una forma
de pensar y de comunicar comprensible para sus contemporáneos. Su intención fue
constante: entrar en diálogo con todos para buscar juntos los caminos a través
de los cuales podemos encontrar a Dios.
Esta búsqueda del diálogo con
la cultura de su tiempo ha sido siempre un deseo ardiente de Joseph Ratzinger:
él, como teólogo primero y como pastor después, nunca se ha limitado a una
cultura puramente intelectualista, desvinculada de la historia de los hombres y
del mundo. Con su ejemplo de intelectual rico en amor y entusiasmo, que
etimológicamente significa estar en Dios, nos mostró la posibilidad de que
buscar la verdad es posible, y que dejarse poseer por ella es lo más alto que
puede alcanzar el espíritu humano. En este viaje, todas las dimensiones del ser
humano, razón y fe, inteligencia y espiritualidad, tienen su propio papel y
especificidad.
PAPA FRANCISCO
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