Queridos amigos y hermanos del
blog: El Gabinete de Prensa del Obispado de Cádiz y Ceuta, me invitó a escribir
en abril de 2013 un artículo sobre el sentido y la importancia de la Fiesta de
la Divina Misericordia que se celebra en el II Domingo de Pascua en toda la
Iglesia. Fue publicado en la Web del Obispado. Se los trascribo a continuación:
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Este IIº Domingo de Pascua, es la Fiesta de la Divina Misericordia que tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es Misericordioso y nos ama a todos... “y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia” (Diario “La Divina Misericordia en mi alma” escrito por Santa Faustina Kowalska, 723).
En este mensaje, que Nuestro
Señor nos ha hecho llegar por medio de Santa Faustina, se nos pide que tengamos
plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre
misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y
oraciones... “porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil” (Diario,
742). Con el fin de celebrar apropiadamente esta festividad, se recomienda
rezar la Coronilla y la Novena a la Divina Misericordia; confesarse -para la
cual es indispensable realizar primero un buen examen de conciencia-, y recibir
la Santa Comunión el día de la Fiesta de la Divina Misericordia.
La Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó el 23 de mayo del 2000 un
decreto en el que se establece, por indicación del entonces pontífice reinante,
el hoy Beato Juan Pablo II, la fiesta de la Divina Misericordia, que tiene
lugar el segundo domingo de Pascua. La denominación oficial de este día
litúrgico es “segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia”. Ya el mismo
Papa lo había anunciado durante la canonización de Sor Faustina Kowalska, el 30
de abril de ese mismo año: “En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua
recibirá el nombre de domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne
para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina,
las dificultades y las pruebas que esperan a la humanidad en los años
venideros”.
El texto evangélico de ese
domingo (Jn. 20, 19-31) es elocuente en cuanto a la Misericordia Divina: narra
la institución del Sacramento de la Confesión o del Perdón. Es el Sacramento de
la Misericordia Divina.
¿En qué consiste, entonces,
esta Fiesta de la Divina Misericordia? He aquí lo que dijo Jesús a Santa
Faustina: “Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio y amparo para
todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están
abiertas las entrañas de mi Misericordia. Derramo un mar de gracias sobre las
almas que se acerquen al manantial de mi Misericordia. El alma que se confiese
y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las
penas” (Diario, 699).
Es decir, quien arrepentido se
confiese y comulgue el Domingo de la Divina Misericordia, podrá recibir el
perdón de las culpas y de las penas de sus pecados, gracia que recibimos sólo
en el Sacramento del Bautismo o con la indulgencia plenaria. O sea que, si su
arrepentimiento ha sido sincero y si cumple con las condiciones requeridas, el
alma queda como recién bautizada, libre inclusive del reato de las penas del
purgatorio que acarrean sus pecados aun perdonados.
Nuestro Señor dijo en una
ocasión a Santa Faustina: “Mi misericordia es tan grande que en toda la eternidad
no la penetrará ningún intelecto humano ni angélico”. Es un hecho que la grandeza, importancia y
trascendencia de esta Fiesta, “nacida de las entrañas de la Misericordia
Divina”, no podrá ser suficientemente comprendida por nosotros, pero debemos vivirla
con toda la capacidad de amor y ansias de salvación de nuestro corazón.
Que la Santísima Virgen María,
Madre y Reina de Misericordia nos ayude a entender y a vivir este misterio
insondable de Dios: su Divina Misericordia.
Con
mi bendición.
Padre
José Medina