Cayó el otro día en mis manos
un interesante escrito del obispo de Tortosa, D. Javier Salinas, titulado el
“Decálogo del veraneante cristiano”.
En su reflexión parte el
obispo de la convicción de que Dios no se toma vacaciones en su búsqueda del
hombre. Es lógico por tanto que el hombre tampoco se tome vacaciones en su
búsqueda de Dios.
La palabra “vacaciones” viene
del latín, y en su sentido etimológico y significado primitivo se trataba de
“vacare Deo” es decir, dedicarse más a Dios. El tiempo de vacaciones era un
tiempo en que el hombre se podía dedicar más a Dios, puesto que las
obligaciones laborales, así se lo permitían. Todo esto tiene una cierta
relación con el descanso sabático, un día dedicado al Señor.
En nuestro mundo al revés, hoy
día ocurre a veces todo lo contrario. Vacaciones significa vivir sin Dios,
vivir sin ley, vivir sin obligaciones, un poco sin preocuparse de los demás,
interesado únicamente en pasar unos días lo mejor posible, siempre pensado en
nuestro adorado cuerpo.
Son interesantes los diez
artículos del decálogo. Por el espacio que se me asigna solamente puedo fijarme
en dos. Dice D. Javier en el tercer punto: “Vive el domingo. En vacaciones, el
domingo sigue siendo el día del Señor y Dios no se va de vacaciones. Acude a la
Eucaristía dominical. Tienes además más tiempo libre para ello”.
Oído lo cual uno se pregunta:
¿cómo es posible que muchos cristianos comprometidos seriamente con su
parroquia, desaparecen totalmente del mapa parroquial, no solamente de la suya,
sino de todas las demás simplemente porque están de vacaciones? Tal vez están
en una casa de campo, a dos kms. De una Iglesia y con el coche en la puerta de
la casa. Pero no hay manera, ya no sienten la obligación de ir a misa hasta que
empiece el curso o los chiquillos vayan a catequesis.
Dice el cuarto artículo: “Vive
la familia. Dialoga, juega, goza con ellos sin prisa. Reza en familia. Asiste
al templo también con tus hijos” Ahora, uno se pregunta, ¿cómo es posible que
en el tiempo de vacaciones haya mucho más desorden familiar? Puesto que ya ni
se encuentran a las horas de comer.
Además están las fiestas de los
pueblos y de los barrios, llegan las noches locas. Y también el infierno de los
padres que esperan a sus hijos que vuelvan de madrugada. ¡Cuánta gente ansia
que llegue el fin de las vacaciones, la vuelta al cole o al trabajo para que
haya un poco más de orden en la casa!
Si las vacaciones debieran ser
un tiempo para “vacare Deo” es decir para estar más cerca de Dios, hagamos
nuestro posible para que nuestras vacaciones sean en verdad cristianas.
Por Manuel de Diego Martín en
la web del Obispado de Albacete, España.
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