Querido Amigo:
Hola, te amo mucho. Como
sabrás, nos estamos acercando otra vez a la fecha en que festejan mi
nacimiento.
El año pasado hicieron una
gran fiesta en mi honor y me da la impresión que este año ocurrirá lo mismo. A
fin de cuentas ¡llevan meses haciendo compras para la ocasión y casi todos los
días han salido anuncios y avisos sobre lo poco que falta para que llegue!
La verdad es que se pasan de
la raya, pero es agradable saber que por lo menos un día del año, piensan en
mí. Ha transcurrido ya mucho tiempo cuando comprendían y agradecían de corazón
lo mucho que hice por toda la humanidad.
Pero hoy en día, da la
impresión de que la mayoría de la gente apenas si sabe por qué motivo se
celebra mi cumpleaños.
Por otra parte, me gusta que
la gente se reúna y lo pase bien y me alegra sobre todo que los niños se
diviertan tanto; pero aún así, creo que la mayor parte no sabe bien de qué se
trata. ¿No te parece?
Como lo que sucedió, por
ejemplo, el año pasado: al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran
fiesta, pero ¿Puedes creer que ni siquiera me invitaron? ¡Imagínate! ¡Yo era el
invitado de honor! ¡Pues se olvidaron por completo de mí!
Resulta que habían estado
preparándose para las fiestas durante dos meses y cuando llegó el gran día me
dejaron al margen. Ya me ha pasado tantísimas veces que lo cierto es que no me
sorprendió.
Aunque no me invitaron, se me
ocurrió colarme sin hacer ruido. Entré y me quedé en mi rincón. ¿Te imaginas
que nadie advirtió siquiera mi presencia, ni se dieron cuenta de que yo estaba
allí?
Estaban todos bebiendo, riendo
y pasándolo en grande, cuando de pronto se presentó un hombre gordo vestido de
rojo y barba blanca postiza, gritando: "¡jo, jo, jo!".
Parecía que había bebido más
de la cuenta, pero se las arregló para avanzar a tropezones entre los
presentes, mientras todos los felicitaban.
Cuando se sentó en un gran
sillón, todos los niños, emocionadísimos, se le acercaron corriendo y diciendo:
¡Santa Claus! ¡Cómo si él hubiese sido el homenajeado y toda la fiesta fuera en
su honor!
Aguanté aquella
"fiesta" hasta donde pude, pero al final tuve que irme. Caminando por
la calle me sentí solitario y triste. Lo que más me asombra de cómo celebra la
mayoría de la gente el día de mi cumpleaños es que en vez de hacer regalos a mí,
¡se obsequian cosas unos a otros! y para colmo, ¡casi siempre son objetos que
ni siquiera les hacen falta!
Te voy a hacer una pregunta:
¿A tí no te parecería extraño que al llegar tu cumpleaños todos tus amigos
decidieron celebrarlo haciéndose regalos unos a otros y no te dieran nada a tí?
¡Pues es lo que me pasa a mí cada año!
Una vez alguien me dijo:
"Es que tú no eres como los demás, a ti no se te ve nunca; ¿Cómo es que te
vamos a hacer regalos?". Ya te imaginarás lo que le respondí.
Yo siempre he dicho "Pues
regala comida y ropa a los pobres, ayuda a quienes lo necesiten. Ve a visitar a
los huérfanos, enfermos y a los que estén en prisión!".
Le dije: "Escucha bien,
todo lo que regales a tus semejantes para aliviar su necesidad, ¡Lo contaré
como si me lo hubieras dado a mí personalmente!" (Mateo 25,34-40).
Muchas personas en esta época
en vez de pensar en regalar, hacen bazares o ventas de garaje, donde venden
hasta lo que ni te imaginas con el fin de recaudar hasta el último centavo para
sus nuevas compras de Navidad.
Y pensar todo el bien y
felicidad que podrían llevar a las colonias marginadas, a los orfanatorios,
asilos, penales o familiares de los presos.
Lamentablemente, cada año que
pasa es peor. Llega mi cumpleaños y sólo piensan en las compras, en las fiestas
y en las vacaciones y yo no pinto para nada en todo esto. Además cada año los
regalos de Navidad, pinos y adornos son más sofisticados y más caros, se gastan
verdaderas fortunas tratando con esto de impresionar a sus amistades.
Esto sucede inclusive en los
templos. Y pensar que yo nací en un pesebre, rodeado de animales porque no
había más.
Me agradaría muchísimo más
nacer todos los días en el corazón de mis amigos y que me permitieran morar ahí
para ayudarles cada día en todas sus dificultades, para que puedan palpar el
gran amor que siento por todos; porque no sé si lo sepas, pero hace 2 mil años
entregué mi vida para salvarte de la muerte y mostrarte el gran amor que te
tengo.
Por eso lo que pido es que me
dejes entrar en tu corazón. Llevo años tratando de entrar, pero hasta hoy no me
has dejado. "Mira yo estoy llamando a la puerta, si alguien oye mi voz y
abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos". Confía en mí,
abandónate en mí. Este será el mejor regalo que me puedas dar. Gracias.
Tu amigo.
Jesús
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