Por Iván de Vargas (Zenit.org)
- El lema del papa Francisco, “Miserando atque eligendo”, es un homenaje a la
misericordia divina. Ciertamente, esta expresión reviste un significado
particular en la vida y en el itinerario espiritual del santo padre.
En 1953, a la edad de 17 años,
el joven Jorge Mario Bergoglio experimenta, de un modo del todo particular, la
presencia amorosa de Dios en su vida. Después de una confesión, siente su
corazón tocado y advierte la llegada de la misericordia de Dios, que, con
mirada de tierno amor, le llama a la vida religiosa a ejemplo de san Ignacio de
Loyola.
Una vez elegido obispo, el
religioso jesuita, en recuerdo de tal acontecimiento, que marca los inicios de
su total consagración a Dios en Su Iglesia, decide elegir, como lema y programa
de vida, el citado enunciado de San Beda "lo miró con misericordia y lo eligió",
que también ha querido reproducir en su escudo pontificio.
Para el nuevo papa, la
misericordia de Dios es el mensaje "más fuerte" y una idea central de
su pensamiento.
Al ser creado cardenal por el
papa Juan Pablo II, monseñor Bergoglio dice: "Sólo alguien que ha
encontrado la misericordia, que ha sido acariciado por la misericordia, está
feliz y cómodo con el Señor".
Además, el entonces purpurado
argentino acude anualmente al santuario de Villa Urquiza, en Buenos Aires, para
celebrar la fiesta patronal en honor de Jesús Misericordioso. Asimismo, no
falta a su cita con la Caravana Nacional de la Divina Misericordia.
Siendo arzobispo de Buenos
Aires, tiene también una importante intervención en el Primer Congreso
Apostólico Mundial de la Divina Misericordia, celebrado en el año 2008 en Roma.
Quienes le conocen bien
aseguran que el padre Bergoglio siempre recomienda a sus sacerdotes
misericordia, valentía apostólica y puertas abiertas a todos.
Tras su elección como sucesor
de Pedro, todavía resuenan con fuerza las palabras del papa Francisco en la
pequeña iglesia parroquial de Santa Ana: "La misericordia cambia el mundo,
hace al mundo menos frío y más justo. El rostro de Dios es el rostro de la
misericordia, que siempre tiene paciencia. [...] Dios nunca se cansa de
perdonarnos. El problema es que nosotros nos cansamos de pedirle perdón. ¡No
nos cansemos nunca! Él es el padre amoroso que siempre perdona, que tiene
misericordia con todos nosotros".
En un reciente pregón pascual,
la invitación del santo padre es clara: "Dejémonos renovar por la
misericordia de Dios, dejemos que la fuerza de su amor transforme también
nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia".
Por tanto, no es de extrañar
que el pontífice haya elegido, para tomar posesión de la Cátedra como Obispo de
Roma, el segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia.
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