Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Concluimos hoy el ciclo de catequesis sobre la figura de San José.
Estas catequesis son complementarias a la Carta apostólica Patris corde,
escrita con ocasión de los 150 años de la proclamación de San José como Patrón
de la Iglesia Católica, por parte del beato Pío IX. ¿Pero qué significa este
título? ¿Qué quiere decir que San José es “patrón de la Iglesia”? Sobre esto
quisiera reflexionar hoy con vosotros.
También en este caso son los Evangelios los que nos dan la clave
de lectura más correcta. De hecho, al final de cada historia que ve a José como
protagonista, el Evangelio anota que él toma consigo al Niño y a su madre y
hace lo que Dios le ha ordenado (cfr. Mt
1,24; 2,14.21). Resalta así el hecho de que José tiene la tarea de proteger a
Jesús y a María. Él es su principal custodio: «De hecho, Jesús y María, su
madre, son el tesoro más preciado de nuestra fe» [1] (Cart. ap. Patris corde,
5), y este tesoro es custodiado por san José.
En el plan de la salvación no se puede separar el Hijo de la
Madre, de aquella que avanzó «en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmente
su unión con el Hijo hasta la cruz» (Lumen gentium, 58), como nos recuerda el
Concilio Vaticano II.
Jesús, María y José son en un cierto sentido el núcleo primordial
de la Iglesia. Jesús es Hombre y Dios, María, la primera discípula, es la
Madre; y José, el custodio. Y también nosotros «debemos preguntarnos siempre si
estamos protegiendo con todas nuestras fuerzas a Jesús y María, que están
misteriosamente confiados a nuestra responsabilidad, a nuestro cuidado, a
nuestra custodia» (Patris corde, 5). Y aquí hay una huella muy hermosa de la
vocación cristiana: custodiar. Custodiar la vida, custodiar el desarrollo
humano, custodiar la mente humana, custodiar el corazón humano, custodiar el
trabajo humano. El cristiano es —podemos decir— como san José: debe custodiar.
Ser cristiano no es solo recibir la fe, confesar la fe, sino custodiar la vida,
la propia vida, la vida de los otros, la vida de la Iglesia. El Hijo del
Altísimo vino al mundo en una condición de gran debilidad: Jesús nació así,
débil, débil. Quiso tener necesidad de ser defendido, protegido, cuidado. Dios
se ha fiado de José, como hizo María, que en él ha encontrado el esposo que la
ha amado y respetado y siempre ha cuidado de ella y del Niño. En este sentido,
«san José no puede dejar de ser el Custodio de la Iglesia, porque la Iglesia es
la extensión del Cuerpo de Cristo en la historia, y al mismo tiempo en la
maternidad de la Iglesia se manifiesta la maternidad de María. José, a la vez
que continúa protegiendo a la Iglesia, sigue amparando al Niño y a su madre, y
nosotros también, amando a la Iglesia, continuamos amando al Niño y a su madre»
(ibid.).
Queridos hermanos y hermanas, os animo a pedir la intercesión de
san José precisamente en los momentos más difíciles de vuestras vidas y de
vuestras comunidades. Allí donde nuestros errores se convierten en escándalo,
pidamos a san José la valentía de enfrentar la verdad, de pedir perdón y
empezar de nuevo humildemente. Allí donde la persecución impide que el
Evangelio sea anunciado, pidamos a san José la fuerza y la paciencia de saber
soportar abusos y sufrimientos por amor al Evangelio. Allí donde los medios
materiales y humanos escasean y nos hacen experimentar la pobreza, sobre todo
cuando estamos llamados a servir a los últimos, los indefensos, los huérfanos,
los enfermos, los descartados de la sociedad, recemos a san José para que haya
para nosotros Providencia. ¡Cuántos santos se han dirigido a él! ¡Cuántas
personas en la historia de la Iglesia han encontrado en él un patrón, un
custodio, un padre!
Imitemos su ejemplo y por esto, todos juntos, rezamos hoy; rezamos
a san José con la oración que puse en la conclusión de la Carta Patris corde,
encomendándole nuestras intenciones y, de forma especial, la Iglesia que sufre
y que está en la prueba. Y ahora, vosotros tenéis en mano en diferentes
idiomas, creo que cuatro, la oración, y creo que estará también en la pantalla,
así juntos, cada uno en su idioma, puede rezar a san José.
Salve,
custodio del Redentor
y
esposo de la Virgen María.
A
ti Dios confió a su Hijo,
en
ti María depositó su confianza,
contigo
Cristo se forjó como hombre.
Oh,
bienaventurado José,
muéstrate
padre también a nosotros
y
guíanos en el camino de la vida.
Concédenos
gracia, misericordia y valentía,
y
defiéndenos de todo mal. Amén.
PAPA FRANCISCO
Audiencia
General, Aula
Pablo VI,
Miércoles, 16 de febrero de 2022.
[1]S. Rituum Congreg., Quemadmodum Deus (8 diciembre
1870): ASS 6 (1870-71), 193; B. Pío IX, Carta
ap. Inclytum Patriarcham (7 julio 1871): l.c.,
324-327.
No hay comentarios:
Publicar un comentario