Memoria Litúrgica, 1 de mayo /
Fuente: Archidiócesis de Madrid
Martirologio Romano
San José Obrero, el carpintero
de Nazaret, que con su laboriosidad proveyó la subsistencia de María y de Jesús
e inició al Hijo de Dios en los trabajos de los hombres. Por esta razón, en el
día de hoy, en que se celebra la fiesta del trabajo en muchas partes del mundo,
todos los obreros cristianos honran a san José como modelo y patrono suyo.
Breve Semblanza
Se cristianizó una fiesta que
había sido hasta el momento la ocasión anual del trabajador para manifestar sus
reivindicaciones, su descontento y hasta sus anhelos. Fácilmente en las grandes
ciudades se observaba un paro general y con no menos frecuencia se podían
observar las consecuencias sociales que llevan consigo la envidia, el odio y
las bajas pasiones repetidamente soliviantadas por los agitadores de turno. En
nuestro occidente se aprovechaba también ese momento para lanzar reiteradas
calumnias contra la Iglesia que era presentada como fuerza aliada con el
capitalismo y consecuentemente como el enemigo de los trabajadores.
Fue después de la época de la
industrialización cuando toma cuerpo la fiesta del trabajo. Las grandes masas
obreras han salido perjudicadas con el cambio y aparecen extensas masas de
proletarios. También hay otros elementos que ayudan a echar leña al fuego del
odio: la propaganda socialista-comunista de la lucha de clases.
Era entonces una fiesta basada
en el odio de clases con el ingrediente del odio a la religión. Calumnia dicha
por los que, en su injusticia, quizá tengan vergüenza de que en otro tiempo
fuera la Iglesia la que se ocupó de prestar asistencia a sus antepasados en la
cama del hospital en que murieron; o quizá lanzaron esas afirmaciones aquellos
que un tanto frágiles de memoria olvidaron que los cuidados de la enseñanza
primera los recibieron de unas monjas que no les cobraban a sus padres ni la
comida que recibían por caridad; o posiblemente repetían lo que oían a otros
sin enterarse de que son la Iglesia aquellas y aquellos que, sin esperar ningún
tipo de aplauso humano, queman sus vidas ayudando en todos los campos que
pueden a los que aún son más desafortunados en el ancho mundo, como Calcuta,
territorios africanos pandemiados de sida, o tierras americanas plenas de
abandono y de miseria; allí estuvieron y están, dando del amor que disfrutan,
ayudando con lo que tienen y con lo que otros les dan, consolando lo que pueden
y siendo testigos del que enseñó que el amor al hombre era la única regla a
observar. Y son bien conscientes de que han sido siempre y son hoy los débiles
los que están en el punto próximo de mira de la Iglesia. Quizá sean
inconscientes, pero el resultado obvio es que su mala propaganda daña a quien hace
el bien, aunque con defectos, y, desde luego, deseando mejorar.
Todo esto incluye ¡y mucho
más! la doctrina social de la Iglesia porque se toca al hombre al que ella debe
anunciar el Evangelio y llevarle la Salvación; así mantuvo siempre su voz la
Iglesia y quien tenga voluntad y ojos limpios lo puede leer sin tapujos ni
retoques en Rerum novarum, Mater et magistra, Populorum progressio, Laborem
exercens, Solicitudo rei socialis, entre otros documentos. Dar doctrina,
enseñar donde está la justicia y señalar los límites de la moral; recordar la
prioridad del hombre sobre el trabajo, el derecho a un puesto en el tajo común,
animar a la revisión de comportamientos abusivos y atentatorios contra la
dignidad humana... es su cometido para bien de toda la humanidad; y son
principios aplicables al campo y a la industria, al comercio y a la universidad,
a la labor manual y a la alta investigación científica, es decir, a todo el
variadísimo campo donde se desarrolle la actividad humana.
Nada más natural que fuera el
titular de la nueva fiesta cristiana José, esposo de María y padre en funciones
de Jesús, el trabajador que no lo tuvo nada fácil a pesar de la nobilísima
misión recibida de Dios para la Salvación definitiva y completa de todo hombre;
es uno más del pueblo, el trabajador nato que entendió de carencias, supo de
estrecheces en su familia y las llevó con dignidad, sufrió emigración forzada,
conoció el cansancio del cuerpo por su esfuerzo, sacó adelante su
responsabilidad familiar; es decir, vivió como vive cualquier trabajador y
probablemente tuvo dificultades laborales mayores que muchos de ellos; se le
conoce en su tiempo como José «el artesano» y a Jesús se le da el nombre
descriptivo de «el hijo del artesano». Y, por si fuera poco, los designios de
Dios cubrían todo su compromiso.
Fiesta sugiere honra a Dios,
descanso y regocijo. Pues, ánimo. Honremos a Dios santificando el trabajo
diario con el que nos ganamos el pan, descansemos hoy de la labor y disfrutemos
la alegría que conlleva compartir lo nuestro con los demás.
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