Queridos amigos y hermanos del
blog: durante las apariciones del Señor de la Divina Misericordia a Santa
Faustina, Cristo aseguró varias gracias a los que se acercaran a su
misericordia. San Juan Pablo II, más adelante, instituyó oficialmente la
indulgencia plenaria para esta fiesta.
“Deseo que la Fiesta de la
Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para
los pobres pecadores… El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión
obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas… Que ningún alma tema
acercarse a mí, aunque sus pecados sean como escarlata”, dijo el Señor en una
promesa que hizo a Santa Faustina Kowalska en una de las apariciones místicas
que le concedió.
En el 2002, esta promesa de
Cristo se hizo “oficial” en la Iglesia cuando, por mandato de San Juan Pablo
II, la Santa Sede publicó el “decreto sobre las indulgencias recibidas en la
Fiesta de la Divina Misericordia”, un don que también puede alcanzar a los
enfermos y los navegantes en altamar.
En el segundo domingo de
Pascua, se concede la indulgencia
plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión
eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que
participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina.
“O al menos rece, en presencia
del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado
en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al
Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, ‘Jesús misericordioso, confío en
ti’)”, dice el texto del decreto.
Asimismo se concede
indulgencia parcial “al fiel que, al menos con corazón contrito, eleve al Señor
Jesús misericordioso una de las invocaciones piadosas legítimamente aprobadas”.
También los enfermos y las
personas que los asisten, los navegantes, los afectados por la guerra, las
vicisitudes políticas o la inclemencia de los lugares “y todos los que por
justa causa no pueden abandonar su casa o desempeñan una actividad
impostergable en beneficio de la comunidad, podrán conseguir la indulgencia
plenaria”.
Esto siempre y cuando, con
total rechazo de cualquier pecado y con la intención de cumplir, en cuanto sea
posible, las tres condiciones habituales recen “frente a una piadosa imagen de
nuestro Señor Jesús misericordioso, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una
invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso”.
Asimismo, si ni siquiera se
pudiera hacer lo antes descrito, podrán obtener la indulgencia plenaria “los
que se unan con la intención a los que realizan del modo ordinario la obra
prescrita para la indulgencia y ofrecen a Dios misericordioso una oración y a la
vez los sufrimientos de su enfermedad y las molestias de su vida, teniendo
también ellos el propósito de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres
condiciones prescritas para lucrar la indulgencia plenaria”.
Jesucristo también prometió a
Santa Faustina que cuando se rece la Coronilla de la Divina Misericordia junto
a los moribundos se pondrá “entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez
justo sino como el Salvador misericordioso”.
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