En aquel tiempo, al enterarse
Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio
tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los
pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los
enfermos.
Como se hizo tarde, se
acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde,
despide a la multitud para que, vayan a las aldeas y se compren de comer».
Jesús les replicó: «No hace falta qué vayan, dadles vosotros de comer». Ellos
le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces». Les dijo:
«Traédmelos».
Mandó a la gente que se
recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces alzó la mirada
al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los
discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta
quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos
cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
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