Santo Tomás de Aquino compuso
una oración para antes de estudiar, escribir, enseñar o predicar, impregnada,
como todas las suyas, de buena teología. Es teología hecha oración y oración
hecha de teología. Esta plegaria pide que un rayo de la claridad divina disipe
nuestras tinieblas. En efecto, Dios es luz para nuestra inteligencia. Uno de
los principales efectos de la fe es iluminar la inteligencia. Porque solo quien
tiene las ideas claras puede obrar rectamente. Solo se puede caminar por allí
donde hay luz.
Tomás de Aquino pide que esta
luz disipe los dos obstáculos que oscurecen nuestra vida: la ignorancia y el
pecado. La ignorancia, de por sí, no es mala ni culpable; es debida
principalmente a nuestra limitación. Hay muchas cosas que no sé y es mejor que no
sepa. Y hay muchas cosas que ignoro, no por desidia, pereza o negligencia, sino
debido a mi limitación. La ignorancia es un signo de la imperfección humana.
Sólo Dios es perfecto. Por eso, solo participando de la perfección divina puede
el ser humano elevarse más allá de su limitación. El otro obstáculo que
oscurece nuestra vida es el pecado: el pecado siempre es debido a la libertad
humana, que se ha desviado o desencaminado. Tomás pide a Dios que nos ilumine
para volver al buen camino.
Hay, pues, un obstáculo
natural y un obstáculo personal que dañan nuestra inteligencia. Es importante
este matiz: Tomás pide luz para la inteligencia, porque la fe es un asunto de
la inteligencia más que del corazón. Sólo los que tienen la mente bien iluminada
pueden orientar bien su vida. Las ideas rigen la vida y nos llevan a actuar de
un modo u otro. El que tiene las ideas claras obra libre y espontáneamente, no
necesita de coacción alguna para hacer el bien, pues hace lo que piensa y lo
que le nace.
En esta oración, el santo pide
a Dios que su luz se extienda a todos los momentos del aprendizaje: atender,
entender, retener, comprender e interpretar. Finalmente, Tomás pide gracia
abundante para hablar. Porque el estudio, y más el estudio de la teología, está
destinado a transmitirse, a la enseñanza. El estudiante está llamado a ser
maestro. Por eso, una vez que ha aprendido tiene que saber transmitir. De ahí
la gracia abundante para hablar.
Oración
para antes de estudiar de Santo Tomás de Aquino
Creador
inefable,
que en
los tesoros de tu sabiduría
has
establecido tres jerarquías de Ángeles,
y las
has colocado sobre el cielo empíreo
con
orden admirable
y has
dispuesto admirablemente
todas
las partes del universo.
Tú,
pues, que eres considerado verdadera
fuente
de la luz,
y
principio eminentísimo de la sabiduría,
dígnate
infundir un rayo de tu claridad
en las
tinieblas de mi inteligencia,
alejando
de mí las dos clases de tinieblas
con
las que he nacido:
la del
pecado y la de la ignorancia.
Tú,
que sueltas las lenguas de los niños,
prepara
mi lengua
e
infunde la gracia de tu bendición
en mis
labios.
Concédeme
la agudeza para entender,
la
capacidad para asimilar,
el
modo y la facilidad para aprender,
la
sutileza para interpretar
y la
gracia abundante para hablar.
Instruye
el comienzo,
dirige
el desarrollo,
completa
la conclusión.
Tú,
que eres verdadero Dios y hombre, y que
vives
y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
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