Pobre por elección, siguiendo
los pasos de Francisco
Domingo de Ramos 1211. El silencio en la noche de la campiña en Asís
se rompe con los pasos de Clara. Sabe que está a punto de contradecir a su
amada y rica familia, pero Dios ha puesto en ella el deseo de la verdadera
libertad: quiere ser pobre. Esa fuga a la seguridad que le daba su familia, es
el epílogo de un recorrido iniciado siete años antes cuando es testigo de un
hecho emocionante: un joven rico se desnuda, se quita sus vestidos y los
devuelve al padre y abraza la Virgen Pobreza. Es Francisco. Cuando escapa de su
casa, Francisco espera a Clara en la Porciúncula: le corta sus cabellos, le
pone una túnica de lana cruda y le encuentro un lugar donde quedarse en el
monasterio benedictino de San Pablo en Bastia Umbra. Su padre tratará de
convencerla inútilmente para que regrese a casa.
“Damas pobres”
La luz especial de Clara
conquista a otras mujeres, entre ellas, su madre y las hermanas: muy pronto
serán unas cincuenta. Francisco las llama “damas pobres” o “reclusas pobres” y
dispone para ellas el pequeño monasterio de San Damián, que recién había
restaurado y donde el joven recibió la invitación “Ve y repara mi casa “. Entre el pobrecito y Clara hay una comunión
plena, ella se define “su planta de semillero” y acompaña en misión a los
frailes por el mundo con la oración continua junto con las hermanas.
Primera mujer que escribe una
Regla
Fuerte y determinada, es la
primera mujer que escribe una Regla y que obtiene la aprobación del Papa
Gregorio IX, sellada luego por la bula de Inocencio IV en 1253, la Regla habla
del “privilegio de la pobreza” y del ardiente deseo de “observar el evangelio”.
Incansable adoradora de la
Eucaristía
La enfermedad marca sus
últimos 30 años, pero no abandona jamás el contacto gozoso con el Señor de la
oración: “No hay nada tan grande – escribe – como el corazón del hombre, allí
en su intimidad, vive Dios”. Incansable adoradora de la Eucaristía, provoca la
fuga de los sarracenos de Asís con la píxide en sus manos.
Proclamada santa dos años
después de su muerte
Una noche de Navidad, absorta
en sus oraciones, contempla desde las paredes de su celda los ritos que se
celebran en esos momentos en la Porciúncula, corazón de la comunidad de los
frailes. Por este motivo fue declarada por Pío
XII protectora de la televisión.
Muere el 11 de agosto del 1253
sobre el frío pavimento de San Damián. Sus últimas palabras fueron una acción
de gracias: “Señor, Tú que me has creado, bendito seas”. En los funerales
participa una muchedumbre jamás vista y sólo dos años más tarde fue proclamada
santa por Alejandro IV.
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