La oración fue compuesta por
los capellanes del Santuario de Paray-le-Monial, con la participación de la
parroquia, los Visitandinas, los Jesuitas y los empleados en misión del
Santuario. Consta de tres partes: la introducción, las letanías y la peroración
final.
La introducción
Señor Jesús, que
revelaste a Santa Margarita María tu Corazón tan apasionado de amor por todos
los hombres y por cada uno en particular.
La oración se dirige a Jesús y
se expresa en primera persona del plural, porque la devoción al Sagrado Corazón
es a la vez personal y eclesial. La primera frase recuerda el acontecimiento
que conmemora el Jubileo: las Apariciones del Sagrado Corazón hace 350 años. Se
refiere directamente a la primera gran Aparición, el 27 de diciembre de 1673,
durante la cual Jesús declaró: “Mi divino Corazón está tan apasionado de amor
por los hombres, y por vosotros en particular”.
Hoy nos invitas a beber
del manantial de tu Corazón, que permanece más abierto que nunca.
La segunda frase expresa la
actualidad de la gracia experimentada en Paray y contiene una alusión al
cántico de Isaías 12: “Exultantes de alegría, sacaréis agua de las fuentes de
la salvación” (v. 3); versículo que dio nombre a la Encíclica del Papa Pío XII
en 1956, Haurietis Aquas in Gaudio. El final retoma las palabras
del Papa Juan Pablo II el 6 de enero de 2001, en la clausura de la Puerta Santa
durante el Gran Jubileo del Año 2000 en Roma: “Con el cierre de la Puerta
Santa, se cierra un símbolo de Cristo. Pero el Corazón de Jesús permanece más
abierto que nunca”.
Las seis letanías
En este sacramento del
amor que es la Eucaristía,
La segunda parte está
introducida por la expresión “Sacramento de amor”, con la que el Señor designó
la Eucaristía durante la gran Aparición de junio de 1675. Se compone de cinco
letanías, que ponen a los peregrinos en la escuela de la experiencia espiritual
de Santa Margarita María.
Te ofrecemos nuestros
trabajos y nuestros cansancios: que encontremos en ti nuestro descanso.
En primer lugar, el 27 de
diciembre de 1673, va a descansar largo tiempo sobre el Corazón de Jesús: “Me
hizo descansar mucho tiempo sobre su divino pecho”. En una carta al padre
Croiset, precisa que este reposo duró “varias horas”. Responde así a la llamada
de Jesús en el Evangelio a descansar en su Corazón: “Venid a mí todos los que
estáis agobiados por una pesada carga, y yo os aliviaré. Llevad mi yugo y
haceos mis discípulos, porque soy manso y humilde de corazón, y encontraréis
descanso para vuestras almas”. (Mt 11, 28-29). El discípulo San Juan fue el
primero en tener tal experiencia en la Última Cena (Jn 13, 25), hecho de tal
importancia que el Evangelio vuelve a referirse a él después de la resurrección
(Jn 21, 20). Muy pronto, los primeros cristianos asociaron a Juan con esta
experiencia tan especial. En 180 d.C., Ireneo de Lyon escribió: “Entonces Juan,
el discípulo del Señor, que descansaba sobre su pecho, publicó también el
Evangelio, mientras vivía en Éfeso de Asia” (Contra las herejías III,1,1).
Te presentamos nuestros
sufrimientos y nuestras heridas: consuélanos y cúranos;
En segundo lugar, el Corazón
de Jesús es fuente de consuelo y curación. El Papa Francisco nos invita a
acercar nuestras heridas a las heridas de Jesús. El himno de la primera
epístola de Pedro aplica a Jesús lo que el profeta Isaías anunció en el cuarto poema
del siervo sufriente: “Por sus llagas hemos sido curados” (Isaías 53,5 y 1 Pe
2,24). Lo que el Papa dice de todo santuario: “vamos a los santuarios para ser
consolados” (Congreso de Rectores de Santuarios, noviembre 2023) se aplica de
modo singular a Paray.
La analogía del Corazón con la
imagen del sol y el horno durante la aparición de 1674 recuerda el versículo
del profeta Malaquías “saldrá el Sol de justicia: traerá la curación en sus
rayos” (Mal 3, 20) frecuentemente citado en la espiritualidad parediana.
Te mostramos nuestra
dureza de corazón: haznos mansos y humildes;
En tercer lugar, el 27 de
diciembre, Jesús pidió a Margarita María su corazón. “Le rogué que lo tomara,
lo cual hizo, y lo puso en su adorable corazón, en el cual me lo mostró como un
pequeño átomo que se consumía en aquel horno ardiente, del cual, retirándolo
como una llama ardiente en forma de corazón, lo volvió a poner en el lugar de
donde lo había sacado”. Con ello, el Señor cumple la promesa profetizada en
Ezequiel: “Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de
vosotros. Os quitaré el corazón de piedra de vuestra carne y os daré un corazón
de carne. Pondré dentro de vosotros mi Espíritu y os haré andar según mis
preceptos” (Ez 36,26-27). Jesús describe su Corazón como “manso y humilde” (Mt
11,29) y constata la dureza de corazón de sus interlocutores o de los
discípulos (por ejemplo en Mt 19,8 o Mc 6,52).
Ponemos ante ti nuestras
ingratitudes e indiferencias: que te devolvamos amor por amor;
En cuarto lugar, durante la
aparición de 1674, Jesús se quejó de la falta de amor por parte de los hombres:
“Me reveló las maravillas inexplicables de su amor puro, y hasta qué exceso le
había llevado a amar a los hombres, de quienes no recibía más que ingratitud y
desprecio”. Pidió a Margarita Maria que “devolviera amor por amor”, expresión
utilizada varias veces por la Visitandina. Es también el tema elegido para este
350º Jubileo.
Te expresamos nuestra sed de
amarte y de anunciarte: envíanos la fuerza de tu Espíritu Santo.
En quinto lugar, la devoción
al Sagrado Corazón nos renueva en nuestro celo misionero para dar testimonio al
mundo de este amor ardiente, que es lo que Margarita Mariay Claude La
Colombière se propusieron hacer, cada uno según su propia vocación. “Mi divino
Corazón es tan apasionado en su amor por los hombres, y por vosotros en
particular, que no pudiendo ya contener en sí las llamas de su ardiente
caridad, debe difundirlas por medio de vosotros, y manifestarse a ellos para
enriquecerlos con sus preciosos tesoros que os descubro”, dijo Jesús durante la
aparición de 1673. El tema de la sed asociada al amor está también muy presente
en las apariciones. En una de sus cartas al padre Croiset, Margarita Maria
decía que Jesús la había elegido como “instrumento para establecer esta
devoción y atraer los corazones al amor de su adorable Hijo, que tenía una sed
tan ardiente de ser conocido, amado y honrado por los hombres”.
La peroración final
Señor, nos consagramos
a tu Corazón, horno ardiente de caridad
Finalmente, la tercera parte
aparece como la culminación del movimiento espiritual de esta oración de
consagración al Corazón de Jesús. Es bueno recordar que el lugar de la ofrenda
es la Eucaristía, como dijimos antes. Consagrarse al Corazón de Jesús no es
otra cosa que consagrarse a su persona, a Jesús mismo. Jesús habló de su
Corazón a santa Margarita María como “el horno ardiente del amor puro” (carta a
la madre de Saumaise). A lo largo de las apariciones, es el símbolo del fuego
el que predomina, como en la aparición de 1674 reproducida en el fresco de la
capilla de las Apariciones: “Jesucristo, mi dulce Maestro, se me presentó todo
deslumbrado de gloria con sus cinco llagas, resplandecientes como cinco soles,
y de esta sagrada Humanidad salían llamas por todas partes, pero especialmente
de su adorable pecho, que parecía un horno; y habiéndose abierto, me reveló su
Corazón todo amor y todo amor, que era la fuente viva de estas llamas. “
Haznos instrumentos que
atraigan los corazones a tu Amor.
En el retiro de 1678,
Margarita Maria anota esta afirmación de Jesús “Quiero que me sirvas de
instrumento para atraer los corazones a mi amor”, que se recoge en nuestra
oración.
Haznos arder en tu amor
compasivo que nos haga testigos ante el mundo de este Corazón que tanto nos ha
amado. Amén.
La petición de “arder en tu
amor compasivo” se sitúa en el registro simbólico del fuego en el que se sitúa
la experiencia espiritual de Margarita María, como acabamos de decir. Se trata
de entrar en “los sentimientos que hay en Cristo Jesús” (Flp 2,5), en la
compasión por las muchedumbres que embargaba su corazón: “Al ver a las
muchedumbres, Jesús sintió compasión de ellas, porque estaban desamparadas y
angustiadas, como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,36). (Mt 9, 36). La
oración termina con las palabras de junio de 1675, que parecen ser el culmen de
la experiencia espiritual de santa Margarita María: “Este es el Corazón que amó
tanto a los hombres que no escatimó nada hasta agotarse y consumirse para
mostrarles su amor”.
Este comentario de
la oración del jubileo ha sido realizado por los Padres Etienne Kern y
Jean-Rodolphe Kars
No hay comentarios:
Publicar un comentario