sábado, 26 de marzo de 2022

PAPA FRANCISCO: Crónica de la consagración mariana de Rusia y Ucrania

 


(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 25.03.2022).- La hora marcada para el inicio de la Liturgia Penitencial presidida por el Papa era las 5 de la tarde de la ciudad de Roma. La puntualidad vaticana es suficientemente parecida a la suiza por lo que más bien todos se la toman en serio. Por eso en los 45 minutos previos al inicio de la ceremonia litúrgica en la Basílica de San Pedro, pudimos ver un largo desfile de coches diplomáticos: se trataba de los automóviles en los que los diferentes embajadores de los países con los que la Santa Sede tiene relaciones diplomáticas iban llegando. Otro desfile, aunque de naturaleza más religiosa, era el que se apreciaba en la Plaza de San Pedro. Nos referimos al surtido color y estilo de vestimentas de monjas, frailes y curas que hacían la fila para ingresar en la Basílica.

Otros colores más uniformes y conocidos, el de obispos y cardenales, nos hacían apreciar que casi una cuarentena de los primeros y otra de los segundos, participaron en la ceremonia. Constaba también la participación -según algunos de los periodistas de L’Associazione Internazionale dei Giornalisti Accreditati in Vaticano- tanto del embajador ucraniano ante la Santa Sede, como del ruso. A quien sí pudimos claramente ver fue al recién nombrado embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede, el embajador Joe Donnelly. De hecho, se hizo una foto juntos a sus homólogos irlandés, británico y de la Unión Europea. Otros embajadores, como el de Canadá, no perdió la ocasión para las fotos también luego posteadas en Twitter.

Fue así que a las 5 de la tarde vimos salir al Romano Pontífice en procesión, mientras el Coro de la Capilla Sixtina entonaba el “Attende Domine”. Dentro de la Basílica de San Pedro se encontraban 3,500 personas. Fuera de la basílica al menos unas 2,000 personas, según las fuentes oficiales, seguían el evento a través de una de las cuatro pantallas gigantes. Millones más desde los medios de comunicación. Fue precisamente de la procesión de inicio que el embajador ucraniano ante la Santa Sede tomó un par de fotos que después compartió en Twitter con una imprecisión: que se trataba de una misa.

La realidad es que desde el año de la misericordia el Papa celebra todos los años una jornada penitencial en el contexto de la Cuaresma. La participación tan nutrida en esta ocasión se debe en parte al extra que había este año: la consagración de Rusia y Ucrania y al hecho que es de los primeros actos masivos que se organizan en el Vaticano en este “salir poco a poco de la pandemia”.

La solemne ceremonia penitencial continuó con el saludo inicial del Papa, con la escucha de la Palabra de Dios y con la homilía del Pontífice que se centraría en las tres palabras que el Ángel le dedicó a María en la anunciación (solemnidad que ese día se celebraba). De esas palabras del ángel el Obispo de Roma extrajo aplicaciones a nuestra vida (en ZENIT la hemos traducido al español y se puede leer en el enlace al final de la crónica). Continuaría después un examen de conciencia y después el rito de la reconciliación.

Una vez más hemos podido ver al Papa acercarse a un confesionario: tanto para confesarse primero él como para confesar él después. Ese mismo día por la mañana les había dicho a los seminaristas, diáconos y sacerdotes que participaron en un congreso sobre temas relacionados con la confesión lo siguiente: “acuérdense de rezar también por mí, porque hoy yo también debo confesarme”.

Terminado el amplio espacio en que cientos de personas pasaron a reconciliarse con Dios, tanto dentro como fuera de la basílica, el Papa se revistió con una capa pluvial morada (color propio del periodo litúrgico de cuaresma), dio gracias a Dios, después impartió la bendición final y posteriormente se acercó a la imagen de la Virgen de Fátima que estuvo todo el tiempo en la parte central de la basílica, justo debajo de la cúpula. Se trataba de una preciosa talla traída del Santuario de San Vittorino en Tivoli frente a la cual el Papa hizo el acto de consagración, que para este momento ya es ampliamente público.

Todos pudimos advertir dos cosas periféricas con relación a la jornada pero que no dejan de tener interés general: que el Papa no se hincó cuando se confesó (como sí se le pudo ver en otras confesiones de años pasados) ni se puso de rodillas frente a la Virgen para la consagración. Esto no es una constatación para criticar sino para evidenciar que el estado de salud no ha mejorado pues, de hecho, se le sigue viendo la dificultad que tiene para caminar. Un par de días antes -como de hecho ha sucedido en varias audiencias de los miércoles- el Papa volvió a saludar a los participantes en la audiencia general del miércoles 23, sentado.

Tras la consagración, momento altamente emotivo y de fervor, el Papa se retiró. Lo que se pudo ver a continuación en la basílica era el resultado del clima de fe que ahí se respiraba: tantas personas acercándose a la imagen de la Virgen de Fátima, cardenales y diplomáticos incluidos, para tocarla, besarla o rezarle. También para fotografiarla.

En la video transmisión de esta jornada que yo, a nombre de ZENIT, participé, el presentador me hizo una pregunta que más o menos giraba a si todo esto serviría para algo. Llegó a la oficina de ZENIT en Roma y me encuentro con una noticia: Rusia decidió la tarde de este 25 de marzo replegarse en la zona oriental de Ucrania, concretamente en el Donbás tras “haber finalizado con éxito la primera fase de su operación”. O en otras palabras: al menos por alcance, es el inicio de una desescalada, pues esto supone el repliegue. Todo parece indicar que mientras nosotros estábamos atentos a lo que pasaba en la basílica (y en Fátima), María estaba haciendo su trabajo en otras latitudes de la geografía interior de los responsables de esta guerra.

Jorge Enrique Mújica, director editorial de ZENIT.

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