martes, 31 de diciembre de 2019

IN MEMORIAM: Juan Rodolfo Laise (1926-2019), Obispo de San Luis, Argentina

Mons. Juan Rodolfo Laise, el 6 de abril de 2009,
en el Convento-Museo del Santo Padre Pío.

Queridos amigos y hermanos: últimas horas del año 2019. Año en el cual Juan Rodolfo Laise, Obispo emérito de San Luis, Argentina, pasó a sus 93 años de este mundo al Padre Eterno, concretamente el 22 de julio, allí en la casa de reposo San Padre Pío, de San Giovanni Rotondo, Italia, donde residía desde hacía 18 años tras renunciar por edad al gobierno pastoral de la diócesis argentina. Quiero dedicar, con gratitud y reconocimiento, mi último escrito de este año a Él y a su memoria.

Monseñor Laise, quien se mantenía activo en la comunidad capuchina y dedicaba muchas horas a escuchar confesiones, falleció tras sufrir una descompensación general. Era hasta su fallecimiento, el decano del episcopado argentino ya que el 29 de mayo de 2019 cumplió 48 años de ordenación episcopal. Sus restos fueron velados en el santuario Santa María de las Gracias, de San Giovanni Rotondo.

Breve reseña biográfica

Nació en Buenos Aires el 22 de febrero de 1926; hizo la profesión solemne en la Orden Franciscana de los Frailes Menores Capuchinos el 13 de marzo de 1949; ordenado sacerdote en la capilla de colegio Euskal Echea de Llavallol, Buenos Aires, el 4 de setiembre de 1949 por Mons. Miguel de Andrea, obispo titular de Temnos; elegido obispo titular de Giomnio y coadjutor con derecho de sucesión de San Luis el 5 de abril de 1971; ordenado obispo el 29 de mayo de 1971 en la capilla del colegio Euskal Echea, por Mons. Juan Carlos Aramburu, arzobispo coadjutor de Buenos Aires (co-consagrantes Mons. Antonio José Plaza, arzobispo de La Plata y Mons. Raúl Francisco Primatesta, arzobispo de Córdoba); obispo de San Luis por sucesión desde el 6 de julio de 1971; renunció por edad el 6 de junio de 2001. Lema episcopal: "Fideliter" (Fielmente).

Mi Obispo de Ordenación Diaconal y Sacerdotal

Mons. Laise ordenando sacerdote a José
Medina el 29 de septiembre de 1991.
Tengo 28 años de ordenado sacerdote. Esto fue el 29 de septiembre de 1991. ¡Qué gran Don el Sacerdocio y qué gran Misterio! Dios llama, uno escucha… y la Iglesia, como Madre y Maestra discierne. Y ese llamado tan eterno como él mismo Dios, en un momento determinado y concreto, necesita un hombre “llamado de entre los hombres para las cosas que miran a Dios” que consagrado Obispo diga en nombre de la Iglesia: elegimos a éste hombre para ser ordenado sacerdote para siempre.

Y ese “hombre-Obispo” en mi vida y vocación, tiene un nombre concreto: Mons. Juan Rodolfo Laise. Cómo les decía “Fielmente” fue su lema episcopal. Lema que lo pinta de cuerpo entero. Y creo que es el gran legado que nos deja a los sacerdotes que fuimos formados en su Seminario, el Seminario “San Miguel Arcángel” situado en el bellísimo El Volcán en plena serranía puntana. Recuerdo con inmensa felicidad los años allí pasados: ambiente de oración, de estudio, de sana y viril fraternidad. Tiempo de ideas muy claras en la doctrina para poder afrontar con claridad y convicción los tiempos difíciles que podían venir… y vinieron.

Recuerdo con especial gratitud su visita de cada miércoles por la tarde, cuando nos reunía a todos los seminaristas en una de las aulas y nos compartía experiencias, enseñanzas que fueron modelando mi alma sacerdotal, y la de muchos: la piedad Eucarística, la práctica de la Confesión frecuente, el amor a la Virgen María, el consejo de rezar a diario el Santo Rosario, la devoción al Papa y la fidelidad a su Magisterio, el sentir con la Iglesia, el preparar el corazón para ser el día de mañana sacerdotes sabios, santos, celosos del bien de las almas y de la Iglesia. Apartado especial en esos miércoles fueron las incontables referencias al santo Padre Pío, al que tenía desde siempre una gran devoción y supo inculcarla sabiamente en nuestros juveniles corazones

Cuantos recuerdos que brotan emocionados por salir a la luz y ser estampados en este escrito. Sólo Dios sabe las veces que recorrió de punta a punta la geografía de San Luis. Kilómetros y kilómetros para visitar los curas y las comunidades y llegar a todos. Sembró San Luis de ermitas a la Virgen, restauró sus templos y construyó otros tantos. Casas parroquiales y movilidad digna para sus sacerdotes. El delicado cuidado a las religiosas y religiosos. Su lucha incansable por la dignidad de la vida, desde el inicio mismo de su concepción. Su testimonio admirable acerca de la dignidad de la celebración del culto divino. ¡Sus catecismos! Y tantas otras cosas que se hace imposible transcribir en un acotado espacio.

Mons. Laise y José Medina celebrando la Santa Misa
juntos el 6 de abril  de 2009 junto al cuerpo
incorrupto del Santo Padre Pío.
Yo pude acompañarlo seis años como su Delegado de Prensa y Difusión. ¡Cuánto aprendí a su lado! ¡Qué claridad de conceptos y de sana formación en cada una de sus alocuciones y escritos! Yo, recién ordenado sacerdote, lo miraba como desde lejos, como un ejemplo a imitar y seguir. Lo que soy como sacerdote, a él se lo debo, como a un fiel instrumento de Dios que supo moldear en mi alma a ese futuro sacerdote para siempre.

Deja a las futuras generaciones el retrato de un obispo convencido de los deberes de su oficio, humilde al servicio de la Santa Iglesia, celoso en el apostolado, riguroso en la aplicación de los principios y valiente en la defensa de la Tradición de la Iglesia. Desde que dejó la Diócesis de San Luis y hasta sus últimos días prácticamente, se dedicó a la confesión de peregrinos, la oración, la penitencia y la difusión de la devoción al Santo Padre Pío de Pietrelcina, en cuyos pasos poco a poco fue colocando los suyos.

¡Gracias Mons. Laise por tu vida de fidelidad! Quizás, con toda certeza, sean estos los sentimientos de tantos sacerdotes, religiosas y religiosos, y laicos de San Luis, que si tuvieran los medios que yo tengo expresarían con mejores y sentidas palabras la gratitud más entrañable al que fue nuestro fecundísimo Obispo, Padre y Pastor durante 30 años…

Atesoraré por siempre su cariño, estima y confianza. Y no me alcanzará ni el tiempo, ni la eternidad para agradecerle el Don de Sacerdocio. Que ciertamente es Don de Dios, pero que yo lo recibí de sus manos. ¡Dios lo tenga en su Gloria, María Santísima lo cobije bajo su manto!

Con mi bendición.
Padre José Medina
Navidad de 2019.

No hay comentarios: