Queridos amigos y hermanos del
blog: estamos en junio y este mes la Iglesia tiene la santa costumbre de
dedicarlo a la piadosa conmemoración del Sagrado Corazón de Jesús. Luego de
haber celebrado el mes de María, que es como una introducción en el misterio
íntimo del amor de Jesucristo. Así como la Santísima Virgen fue la aurora
pre-anunciadora del Sol de Justicia y trajo la salvación a este mundo por medio
de su asentimiento al plan salvífico de Dios en la Encarnación del Verbo, de
modo semejante, el mes de Mayo nos ha servido para disponer nuestras almas,
mediante la consideración y la imitación de las virtudes de la Santísima
Virgen, a fin de mejor penetrar en la devoción al Corazón Divino, causa de
nuestra salvación. Aquí es donde se ve claramente cómo es verdad aquello de “a
Jesús por María”.
No hay devoción más agradable
a Dios en estos tiempos que ésta al Corazón de su Hijo, que nos ha sido dada
como un extremo auxilio de su gran Misericordia. Desgraciadamente, tampoco hay
actualmente devoción tan desperdiciada y olvidada, siendo así que es
eficacísima y reconfortante. Dice Jesucristo: “Venid a Mí todos los que estáis
fatigados y cargados, que Yo os aliviaré. Mi yugo es suave y mi carga ligera.
Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón”. No puede mostrarse más
compasivo y delicado hacia los pobres pecadores que somos. Nos sabe débiles y
frágiles y conoce nuestros problemas y los peligros que nos acechan. Y quiere
echarnos una mano… El mal en todas sus formas nos acosa y los espíritus
perversos nos persiguen, y Él abre la herida de su costado para mostrarnos el
seguro asilo de su Amor, que nos libra y nos salva.
San Juan Evangelista, el
discípulo amado, que cuando, ya anciano, le preguntaban sus seguidores y
oyentes por Jesucristo y su mensaje y respondía repitiendo invariablemente: “Amor,
Amor, Amor…”, fue el primero que, al recostar su cabeza en el divino
pecho, durante la Última Cena, tuvo el privilegio de oír los latidos de ese
Corazón amantísimo y amabilísimo.
Desde entonces, esta devoción
se ha ido abriendo paso a través de almas delicadas y particularmente sensibles
hasta la gran revelación que, hace ya más de trescientos años, quiso Jesús
hacer a su confidente santa Margarita María de Alacoque, una religiosa de la
Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor
especial por ella.
Se le apareció en varias
ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo
mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el
pecado.
Durante estas visitas a su
alma, Jesús le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a
rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que su Corazón no
sufra más con nuestros pecados.
El pecado nos aleja de Jesús y
esto lo entristece porque Él quiere que todos lleguemos al Cielo con Él.
Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con
nuestras obras: en esto precisamente consiste la devoción al Sagrado Corazón de
Jesús.
Fue ése el gran impulso, a
partir del cual se extendió el culto al Corazón de Jesús como fuego
incontenible por el mundo entero, que fue consagrado a Él por el Papa León
XIII.
Relacionados con la devoción al Sagrado Corazón están –además de la práctica recomendabilísima del ejercicio del mes de Junio– la de la comunión de los Nueve Primeros Viernes, la entronización en los hogares, el detente y la consagración personal. De algunos de estos temas iremos hablando a lo largo de este mes.
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