Queridos amigos y hermanos del
blog: la devoción de los españoles a la Reina de cielos y tierra, María
Santísima, se remonta al principio del cristianismo. El templo del Pilar,
levantado en Zaragoza por el Apóstol Santiago, es una prueba clara y terminante
de que, aun viviendo en la tierra la Virgen María, España la honraba, veneraba
y tributaba culto como a Madre de Dios e imploraba su auxilio como Madre de los
hombres que gimen y lloran en este valle de lágrimas.
Hemos de creer también que los
españoles reconocieron desde el principio las gracias y dones con que Dios
quiso adornarla, y entre ellos, su Concepción Inmaculada. A esta conclusión nos
lleva un documentado estudio de la historia religiosa mariana en España.
La Inmaculada Concepción en
la época visigoda
San Fulgencio, que vivió al
principio del siglo sexto, dice: "La Santa Virgen fue excluida enteramente
de la primera sentencia."
San Ildefonso, Arzobispo de
Toledo, que floreció a mitad del siglo VII, dice: "Erradamente se quiere
sujetara la Madre de Dios a las leyes de la naturaleza, pues consta que ha sido
libre y exenta de todo pecado original y que ha levantado la maldición de
Eva." Este santo Obispo no se limitó a exponer su opinión sobre la
Concepción de María, sino que mandó celebrar solemnemente la fiesta de la
Concepción de la Madre de Dios.
El concilio IV de Toledo,
celebrado el año 633, aprueba con elogio el Breviario reformado por San
Isidoro, Arzobispo de Sevilla, en el que existe oficio de la Inmaculada
Concepción de María, y en él se le llama preservada de la culpa original.
El concilio XI de Toledo, año
675, hace un elogio de la doctrina de San Ildefonso, dando a entender que se
confirma en ella y designa a María con estas palabras: "La Santa e
Inmaculada Virgen María".
Que el pueblo español creía
unánimemente en la Concepción Inmaculada de María se desprende de una ley dada
por el rey Ervigio en la cual se obligaba a los judíos a abstenerse de trabajos
serviles en los días de fiesta de los cristianos, y entre las fiestas que cita
se encuentra la de "Concepción de la Virgen María".
Los reyes españoles y el
misterio de la Concepción Inmaculada
En el siglo XII, nuestro San
Juan de Mata defendió en la Sorbona, de Paris, con tal elocuencia el misterio
de la Inmaculada Concepción de María, que don Fernando Ramírez Luque escribe a
este respecto: "Desde que la gran Universidad de Paris, casi por los años
1190, oyó a nuestro San Juan de Mata tratar tan sublimemente la cuestión de la
inmunidad a todo pecado de María Santísima, quedó tan apasionada a este dulce
misterio, que después, con sus libros, sus votos, sus censuras y sus alumnos,
ha sido el muro de bronce de la sentencia pía".
En 1384, don Juan I, rey de
Aragón, mandó que se celebrase la fiesta de la Concepción Inmaculada en todas
las provincias de España liberadas del yugo del islamismo. En el real decreto
dice: "Así, Nos honramos con un corazón puro el misterio de la
bienaventurada y feliz Concepción de la Santísima. Virgen, Madre de Dios; y Nos
y todos los miembros de la real casa celebramos cada año la fiesta con toda
solemnidad, del mismo modo que la han celebrado nuestros excelsas predecesores,
quienes establecieron una Cofradía perpetua. Por ésta ordenamos que la fiesta de
la Inmaculada Concepción se celebre todos los años perpetuamente con gran
solemnidad y respeto en todos los Estados de nuestra obediencia".
El rey don Martín, hermano de
don Juan I, impuso la pena de muerte a los que hablaran contra los créditos y
pureza de la Concepción si no salen “en el término de diez días de la ciudad,
villa o aldea en que pecaron, y en el de treinta días, a contar desde entonces,
se marchen de nuestras tierras sin esperanza alguna de volver a ellas".
Los Reyes Católicos don
Fernando y doña Isabel eran cofrades de la Cofradía de la Purísima Concepción
de la Preservada Virgen, y lo fueron igualmente su nieto Carlos V de Alemania y
I de España, y, entre otros reyes de España. Felipe V, Fernando VI, Carlos III,
Carlos IV Y Fernando VII.
Voto de defender el misterio
de la Inmaculada Concepción
Fueron tan grande la devoción
y entusiasmo de los españoles por la Concepción Inmaculada de María Santísima,
que se fundó en España la Orden militar con el título de Milicia Cristiana de
la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Fue instituida esta
Orden el año 1624. Sus fundamentos son el juramento de obediencia a la Santa
Iglesia Romana para la exaltación de la fe contra los herejes y conquista de
Tierra Santa. Llevaba por hábito una cruz azul del centro de ella salía unos
rayos de oro, y sobre ellos la Virgen como nos la describe el Apocalipsis,
vestida del sol y coronada de estrellas con la luna debajo, de sus pies.
El rey Felipe II impuso ya
como obligatorio a las Universidades españolas, por decreto de 24 de enero de
1604, que es la ley 17, título I, libro I de la Novísima Recopilación, el hacer
voto de defender el misterio de la Concepción Inmaculada. El mismo voto o
juramento hacían los demás estamentos, tanto civiles como militares, de España.
Claramente se ve esto en el
memorial elevado por las Cortes al Papa, del cual son las siguiente palabras:
"Todos los diputados de das Reinos de España que representaban todas sus
provincias en las Cortes celebradas en 17 de julio de este año (1760),
expresaron al Serenísimo Rey Católico la perpetua e innata piedad y religión de
todos los que tienen el nombre español a la Santísima Madre de Dios y Reina de
los ángeles, Virgen María, principalmente en el misterio de la Inmaculada
Concepción, y que: siendo muy pocos las vasallos del Rey Católico que no están
incorporados a alguna Orden Militar, Universidad, Ayuntamiento. Colegio,
Cofradía u otro Cuerpo establecido legítimamente, se observa en todos ellos con
el mayor cuidado que al entra haga ceda uno juramento solemne de sostener y
defender con todo celo y hasta donde alcancen sus fuerzas el misterio de la
Inmaculada concepción, cuyo juramento hicieron también el Rey Católico y los
Diputados de los Reinos de España en las Cortes celebradas en el año
1621."
El rey Carlos III, accediendo
a los deseos manifestados por las Cortes; tomó como universal Patrona de toda
la monarquía a la Santísima Virgen en su Inmaculada Concepción. A instancias de
este monarca, el Papa Clemente XIII, por Breve de 8 de noviembre de 1760,
confirma este Patronato de María en todos los dominios de España; manda que
todo el clero, secular y regular, celebre la fiesta de la Inmaculada Concepción
bajo el rito doble de primera clase y con octava y concede indulgencia
plenaria y remisión de todos los pecados
a los fieles que, debidamente dispuestos, visiten aquel día cualquier templo
dedicado a Dios en honor de su Santísima Madre.
Con otro Breve amplia y
extiende a el clero el oficio y misa de la Concepción, como practicaba ya la
Orden seráfica.
Finalmente, con otro Breve
autoriza Clemente XIII para que en la Letanía lauretana, después de decir
"Mater intemerata", se añada "Mater inmaculata".
Más tarde el Romano Pontífice
Gregorio XVI, a instancias del Cardenal Arzobispo de Sevilla, concedió que en
la misma Letania se diga "Regina
sine labe original concepta".
La Inmaculada y las ciencias y
artes españolas
Cuando la ciencia española
llegó a mayor altura y dirigían sus sabios el movimiento científico del mundo
civilizado, juraban las profesores de las Universidades más famosas defender
hasta morir el privilegio mariano, Así lo hicieron las Universidades de
Valencia, Salamanca, Sevilla, Granada., Valladolid, Oviedo, Compostela, Oñate,
Baeza, Alcalá, Osuna, Huesca, Barcelona, Zaragoza, etc, y de tal modo estaban
convencidos de la certeza de su doctrina, que ninguna de las Universidades de
España se volvió atrás de su voto.
Los artistas españoles se
elevaron a la cumbre de la inspiración cuando pintaron o cantaron el misterio
augusto de la Concepción sin mancha de María.
¡Concepciones de Ribera, de
Juan de Juanes, de Antolinez, de Valdés Leal y de Murillo! Las almas de estos
artistas volaron al cielo, contemplaron allí la belleza ideal de la Inmaculada
y la trasladaron a sus cuadros, joyas del arte ambicionadas por todos los
museos del mundo.
De la poesía española han
brotado los cánticos más inspirados, las estrofas más líricas y bellas en honor
de la Purísima Concepción.
Contemplad los floridos y
aromáticos rosales de sus poemas, desde "El duelo de la: Virgen", en
el siglo XII, hasta los líricos del siglo XIX. Repasad las "Cantigas del
rey sabio", el "Cancionero", de Baena, el "Cancionero
general". Subid a las cumbres más elevadas de la literatura, y si
preguntáis a Lope de Vega, a Tirso de Molina, a Calderón, etc.., cuál es el
ideal que les inspiraba en las obras más portentosas de su ingenio, os
contestarán que la Pureza bellísima de la Inmaculada Concepción.
El pueblo español y la
Inmaculada
El gran amor del pueblo
español ha sido siempre la Virgen María.
Imposible encontrar un templo en España que no tenga una imagen de
María; imposible encontrar un hogar en donde no se venere y se invoque a la
Reina de cielos y tierra con el dulce nombre de Madre.
El pueblo de España expresa el
amor que tiene a la Purísima en sus cantares, en los gozos de las iglesias, en
las jotas en los romances de los ciegos y de las abuelas, en las plegarias
mezcladas de piropos que manan muchas veces de corazones tristes, que, en su
dolor, ponen la única esperanza en el auxilio de la Virgen sin mancilla.
¿Cómo no recordar la santa
costumbre de nuestros mayores? Cuando se entraba en una casa, decía el pueblo:
"Ave María Purísima", y la contestación que daba el mismo pueblo era
ésta: "Sin pecado concebida"; la oración que todos los españoles
aprendemos desde niños es: “Bendita sea tu pureza ..., y eternamente lo
sea..."; por la mañana, al mediodía y por la tarde, cuando las campanas
tocan el "Ángelus", todos dirigimos nuestro pensamiento a la
Santísima Virgen saludándola y felicitándola, porque, al hacerla Madre de Dios,
el omnipotente también la hizo "gratia plena", llena de gracia, esto
es, Inmaculada. ¿Quién puede poner en duda que el pueblo español es el defensor
más decidido, el trovador más ferviente, el poeta más inspirado y el hijo más
amante de la Inmaculada Virgen María?
Desde que nace nuestra Patria se une de tal forma a la Virgen María, que ya no habrá modo de separarla del regazo maternal de su Reina y Madre; y cuando descubre un mundo nuevo, lleva a este mundo, juntamente con la civilización cristiana, el más preciado de los dones espirituales y la más grande de todas las esperanzas; el culto a la Reina y Madre de misericordia, María Santísima, haciendo nacer en los corazones de veinte pueblos estos dos grandes amores: el amor a la madre Patria, España, y el amor a la Madre celestial, la Pura e Inmaculada Concepción.
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