viernes, 15 de octubre de 2021

SANTORAL: Santa Teresa de Jesús, la monja inquieta y andariega de Dios

 


Queridos amigos y hermanos del blog, he puesto como título del posteo, acompañando el nombre de la santa, aquello de que es “una monja inquieta y andariega de Dios” y esto que en vida de la santa era una afirmación despectiva sobre ella de quien no entendía ni aceptaba su camino, con el paso del tiempo se ha vuelto, una de las afirmaciones que con más claridad la identifican.

Santa Teresa de Jesús nació en Ávila, ciudad de Castilla la Vieja, España, en 1515, era la menor de una familia numerosa, sus padres cristianos de profunda piedad.  Al morir su madre, siendo Teresa muy joven, su padre se encargó de la dirección de sus hijos. Poco más tarde fue llevada al monasterio de Santa María de Gracia, allí nació su profundo anhelo por la vida religiosa; pero su precaria salud le impidió profesar. 

En su casa, junto con el cuidado de su padre, se dedicó a leer vidas de santos y encontró la solución al problema de su destino: vivir y batallar para la mayor gloria de Dios, de acuerdo con los ideales y las formas de expresión propias de su tiempo. Teresa había cumplido dieciocho años cuando declaró a su padre el deseo de ser religiosa.  En 1535 entró en el convento de la Encarnación de las Monjas Carmelitas, donde profesó dos años más tarde. Comenzaba así un camino de crecimiento espiritual, desde la superficialidad religiosa hasta la más completa entrega a los planes del Señor.

Santa Teresa contará más tarde que su conversión a una vida de santidad se realizó ante la imagen de un Cristo muy llagado.  “Acaéciome que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar (…) Era de un Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrójeme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle” (Vida 9, 1).

A partir de esa experiencia, la humanidad de Jesús será siempre el centro de su doctrina, que plantea la posibilidad cierta de una relación viva y vivificante con Dios a través de la Iglesia. Teresa vivió la época de la contrarreforma y por eso deseaba el retorno de su orden del Carmen a la pureza de sus tiempos primitivos. 

Contradicciones, resistencias y murmuraciones será todo lo que coseche al principio, pero estaba convencida del amor de Cristo y de sus promesas: “Os aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago y aun mayores”.  Después de muchos trabajos invertidos en aquella reforma, que como signo de desprendimiento llamaría Carmelo Descalzo, llegó a sus manos la aprobación del Papa Pío IV y el comienzo de una larga serie de 32 fundaciones de conventos de monjas por muchas ciudades y pueblos de España.

Tuvo en su largo camino una idea fuerza: Conquistar: aquí está su misión clara, concreta, terminante. Conquistar almas, conducirlas, guiarlas, congregarlas al servicio del Señor; ideal que dejó expresado en varios libros, que aún hoy siguen siendo pilares irremplazables de toda auténtica espiritualidad cristiana. Luego de la fundación del convento de Burgos cae enferma y muere el 4 de octubre de 1582. Santa Teresa de Jesús: mujer inquieta y andariega, religiosa del Carmelo, maestra de oración y Doctora de la Iglesia: ruega por nosotros, para que seamos, cómo tu lo fuiste y nos dejaste un claro ejemplo a seguir: “Amigos fuertes de Dios”.

Qué mejor que terminar este recuerdo teresiano haciendo oración con sus mismas palabras: “Nada te turbe, nada te espante todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta.”

Con mi bendición.

Padre José Medina.

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