martes, 5 de enero de 2021

SANTORAL: Fiesta de la Epifanía del Señor

MAÍNO, FRAY JUAN BAUTISTA,
La Adoración de los Reyes Magos,
Museo Nacional del Prado, España.

Queridos amigos y hermanos, el 6 de enero la Iglesia celebra la Epifanía del Señor, recordando a Jesús en su primera manifestación en la cual es reconocido como Dios. Exclama San León Magno: “Alegraos en el Señor porque a los pocos días de la solemnidad de la Navidad de Cristo, brilla la fiesta de su manifestación; y el que la Virgen había dado a luz en aquel día, es reconocido en éste por el mundo entero”. 

La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, más aún que la misma Navidad. Comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III y en Occidente se la adoptó en el curso del IV. Epifanía, voz griega que a veces se ha usado como nombre de persona, significa "manifestación", pues el Señor se reveló a los paganos en la persona de los magos. El sagrado misterio de la Epifanía está referido en el evangelio de san Mateo. Al llegar los Magos a Jerusalén, éstos preguntaron en la corte el paradero del "Rey de los judíos". Los maestros de la ley supieron informarles que el Mesías del Señor debía nacer en Belén, la pequeña ciudad natal de David; sin embargo fueron incapaces de ir a adorarlo junto con los extranjeros. Los Magos, llegados al lugar donde estaba el niño con María su madre, ofrecieron oro, incienso y mirra, sustancias preciosas en las que la tradición ha querido ver el reconocimiento implícito de la realeza mesiánica de Cristo (oro), de su divinidad (incienso) y de su humanidad (mirra).

En esta manifestación del misterio de Dios hecho Hombre, la Iglesia piensa y ora para que la totalidad del mundo se incorpore al Pueblo de Dios, cuerpo del Señor y templo del Espíritu Santo. “Epifanía” o “Teofanía”, quiere decir precisamente: “manifestación de Dios”, y el celo de los creyentes debe apresurar el momento en que la luz de la verdad llegue a todos los hombres y a todos los pueblos, para que todos conozcan “la insondable riqueza del misterio de Cristo”, y adoren en Él a su Dios.

“Hemos visto su estrella en Oriente y venimos con regalos a adorarle”, estas palabras de los Magos sintetiza la conducta que tuvieron con respecto a Cristo.  Divisar la estrella y ponerse en camino, fue todo uno.  No dudaron, porque su fe era sólida, firme, maciza.  No titubearon frente a la fatiga del largo viaje, porque su corazón era generoso. No lo dejaron para más tarde, porque tenían un ánimo decidido. En el cielo de nuestras almas aparece también frecuentemente una estrella misteriosa: es la inspiración íntima y clara de Dios que nos pide algún acto de generosidad, de desprendimiento, o que nos invita a una vida de mayor seguimiento de él.  Si nosotros siguiéramos esa estrella con la misma fe, generosidad y prontitud de los Magos, ella nos conduciría hasta el Señor, haciéndonos encontrar al que buscamos.

Los Magos continuaron buscando al niño durante el tiempo en que la estrella permaneció escondida a sus miradas, también nosotros debemos perseverar en la práctica de las buenas obras, aún en medio de las más oscuras tinieblas y contradicciones. “Sé que Dios lo quiere”, debemos repetirnos en los instantes en que nos da ganas de dejarnos arrastrar por la corriente.  Repetir asiduamente aquellas palabras de San Pablo que son una invitación a la confianza ilimitada en Dios: “Sé a quien me he confiado, y estoy muy seguro”, sé muy bien en que manos me he colocado y, a pesar de todo lo que pueda sucederme, no dudaré jamás de su bondad.

Animados con estas disposiciones, vayamos también nosotros con los Reyes Magos: “Y así como ellos en sus tesoros ofrecieron al niño Jesús místicos regalos, también del fondo de nuestros corazones se eleven ofrendas dignas del Señor”.

Con mi bendición.

Padre José Medina

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