“Rogar a San José” para
obtener de él la gracia de la conversión, y celebrarlo como “patrono de la
Iglesia universal” a 150 años de la declaración de este título por Pío IX, es el
principal motivo que impulsó al papa Francisco a publicar el pasado 8 de diciembre
de 2020, fecha precisa del 150 aniversario, una carta apostólica titulada
“Patris corde” (corazón de un padre), enteramente dedicada al “padre adoptivo”
de Jesús.
El pontífice publicó además un
decreto que establece una indulgencia plenaria especial para todos los que
celebren el aniversario “en las ocasiones y en la forma” indicada por la
Penitenciaría Apostólica.
El decreto sobre la
indulgencia explica que Pío IX confirió a san José el título de “patrono de la
Iglesia universal”, “movido por las circunstancias graves y lúgubres en las que
una Iglesia se ve acosada por la hostilidad de los hombres”.
La carta de Francisco recuerda
el “papel central” de José “en la historia de la salvación”, tanto es así que
“después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el
Magisterio papal como José, su esposo”.
Y enumera: “El beato Pío IX lo
declaró ‘Patrono de la Iglesia Católica’, el venerable Pío XII lo presentó como
‘patrono de los trabajadores’ y san Juan Pablo II como ‘Custodio del Redentor’.
El pueblo lo invoca como ‘patrono de una muerte feliz’".
Una de las razones más
urgentes que impulsaron al Santo Padre a publicar la Carta es que su figura
está “tan cerca de la condición humana de cada uno de nosotros”.
Señala que en esta época de
pandemia “nuestras vidas están tejidas y sostenidas por gente corriente
-generalmente olvidada- que no aparece en los titulares de periódicos y
revistas, médicos, enfermeras y enfermeros, trabajadores de supermercados,
limpiadores, cuidadores, transportistas, fuerzas policiales, voluntarios,
sacerdotes, religiosos y muchos, pero muchos otros que han entendido que nadie
se salva solo”.
“Cuántas personas ejercen la
paciencia e infunden esperanza cada día, cuidando de no sembrar el pánico sino
la corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes
muestran a nuestros hijos, con pequeños y cotidianos gestos, cómo afrontar y
atravesar una crisis reajustando hábitos, mirando hacia arriba y estimulando la
oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos”.
San José es el modelo por
excelencia de este servicio discreto: “Todos pueden encontrar en San José, al
hombre que pasa inadvertido, al hombre de la presencia cotidiana, discreto y
oculto, intercesor, apoyo y guía en tiempos de dificultad. San José nos
recuerda que todos los que aparentemente están ocultos o en la 'segunda línea'
tienen un protagonismo inigualable en la historia de la salvación”.
La Carta tiene varios capítulos
dedicados a diversos aspectos de la figura del santo: “Padre amado”, “Padre en
la ternura”, “Padre en la obediencia”, “Padre en la acogida”, “Padre con valor
creativo”, “Padre trabajador”, “Padre en la sombra”.
“El mundo -afirma Francisco-
necesita a los padres, rechaza a los maestros, es decir, rechaza a quienes
quieren utilizar la posesión del otro para llenar su propio vacío; rechaza a
quienes confunden autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo,
enfrentamiento con opresión, caridad con bienestar, fuerza con destrucción”.
“Ser padre -especifica-
significa introducir al niño a la experiencia de la vida, a la realidad. No lo
retengas, no lo aprisiones, no lo poseas, sino hazlo capaz de opciones, de
libertad, de partidas. Quizás por eso, junto con el apelativo de padre, la
tradición también ha colocado el de “muy casto” a José. No es una indicación
meramente afectiva, sino la síntesis de una actitud que expresa lo contrario de
la posesión”.
Finalmente, Francisco sugiere
que se dirija una oración a San José:
Salve,
guardián del Redentor
y
esposo de la Virgen María.
A ti
Dios confió a su Hijo;
en ti
María puso su confianza;
contigo
Cristo se hizo hombre.
Oh
Beato José, muéstrate también como padre para nosotros
y
condúcenos en el camino de la vida.
Obtén
para nosotros gracia, misericordia y valor,
y
defiéndenos de todo mal. Amén.
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