“Cuando tengo un problema, lo confío a ella. No le pido que lo resuelva, solo que lo tenga entre sus manos y que me ayude; como señal recibo casi siempre una rosa”.
Queridos amigos y hermanos: El
Padre Putigan, sacerdote jesuita, el día 3 de diciembre de 1925, comenzó una
novena en honor a Santa Teresita del Niño Jesús, pidiendo a la milagrosa santa
una gracia importante. Con esta intención comenzó a rezar durante la novena, 24
Glorias al Padre, en acción de gracias a la Santísima Trinidad, por los favores
y gracias concedidos a Santa Teresita del Niño Jesús durante los 24 años de su
existencia terrena. Pidió una señal de que su novena era escuchada; esta señal
sería recibir una rosa fresca y entreabierta. En el tercer día de la novena,
una persona busca al Padre Putigan y le ofrece una rosa encarnada.
El día 24 de diciembre del
mismo año, el Padre Putigan, comenzó una segunda novena y pedía ahora como
señal una rosa blanca. En el cuarto día de la novena, una Hermana enfermera del
hospital, le trajo una rosa blanca diciendo:- Aquí está una rosa blanca que
Santa Teresita envía a usted. Sorprendido pregunta el padre: ¿De dónde viene
esta rosa?
- Fui a la capilla donde se
encuentra adornada una imagen de santa Teresita, y al aproximarme al altar de
la santita, cayó a mis pies esta rosa. Quise colocarla de nuevo en el jarrón
pero me acordé de traerla a ud.
El Padre Putigan S.J., alcanzó
las gracias pedidas en la novena; resolvió propagarla formando una cruzada de
oraciones en honor a Santa Teresita. La Novena de los 24 Glorias al Padre se
suele hacer del 9 al 17 de cualquier mes, y participar así en la comunión de
oraciones de los que la hacen.
Papa Francisco y Santa Teresa
de Lisieux
La gran devoción del Papa
Francisco por la mística carmelitana y patrona universal de la misiones -cuya
fiesta celebra la Iglesia cada 1 de octubre- es notoria y muy significativa.
Santa Teresa de Lisieux murió a la edad de 24 años en 1897, canonizada por Pío
XI y proclamada Doctora de la Iglesia por Papa Juan Pablo II en 1997. Teresa,
mientras estaba todavía viva, había prometido que después de su muerte habría
hecho llover del cielo “pétalos de rosas”, es decir gracias concedidas por Dios
gracias a su intercesión. Escribió: “Un alma encendida de amor no puede
permanecer inactiva... Si ustedes supieran cuántos proyectos hago sobre todas
las cosas que haré cuando llegue al cielo... Sí, quiero pasar mi cielo haciendo
el bien en la tierra”.
¿Qué significa la rosa blanca
para el Papa Francisco? Lo explicó él mismo, cuando era cardenal, en el libro
entrevista “El Jesuita” escrito por Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti. Los
periodistas, al describir la biblioteca de Bergoglio en Buenos Aires, escriben:
“La escenografía de su biblioteca personal se completa con algunos retratos de
personas queridas. Por caso, una foto de un joven estudiante de ingeniería, que
murió en un accidente, y un cuadro de Daniela Pisarev, una amiga judía,
pintora, a quien casó con un católico. Nos llamó la atención ver en uno de los
estantes de la biblioteca un cuenco lleno de rosas blancas con una estampa de
Santa Teresita detrás. “Cuando tengo un problema -contó- le pido a la santa, no
que lo resuelva, sino que lo tome en sus manos y me ayude a asumirlo y, como
señal, recibo casi siempre una rosa blanca.”
Una nueva voz -y muy
autorizada- ha hecho mención a ella. Se trata del profesor Gerardo del Pozo quien
durante la lección inaugural “Teología de los santos en Joseph Ratzinguer:
Teresa de Liseaux”, del curso académico 2013-2014 de la Universidad
Eclesiástica San Dámaso, de Madrid, explicaba lo siguiente:
“El Papa Francisco se ha
referido ya varias veces a santa Teresa de Lisieux. Por ejemplo, cuando le
preguntaron qué llevaba en la bolsa con que subió al avión en su vuelo a Río de
Janeiro, dijo que, junto a los enseres habituales, incluía un libro de santa
Teresa de Lisieux”.
“A los pocos días de su
elección una periodista amiga suya, Stefania Farlasca, publicó un artículo con
el título: Una rosa blanca de santa Teresa. Cuenta allí que el cardenal
Bergoglio tenía la costumbre de acompañar sus cartas o simples saludos con una
imagen de Teresa de Lisieux y que siempre la lleva en los viajes”.
“En un Consistorio de
Cardenales de 2007, esta misma periodista se encontró en Roma con el cardenal
Bergoglio, que llevaba consigo la imagen de santa Teresita. Entonces le dijo
que cuando tiene un problema se lo confía a Teresa: “No le pido que lo
resuelva, sólo que lo tenga en sus manos y me ayude. Como señal recibo casi
siempre una rosa”. Incluso rezó delante de ella una parte de la oración para
obtener la rosa: Florecita de Jesús,
pídele hoy a Dios que me alcance la gracia que yo ahora pongo con confianza en
tus manos”.
“En una entrevista a la mencionada periodista
italiana durante la preparación del documento final de Aparecida, le dijo el
entonces cardenal Bergoglio ‘No hay que tener miedo a depender sólo de la
ternura de Dios, como lo ha hecho Teresa de Lisieux, que es por eso una hija
predilecta de María y una gran misionera’”.
El domingo 8 de septiembre de
2013, el día siguiente de la vigilia de oración por la paz en Siria, durante la
cual fueron leídos algunos pasajes de santa Teresa de Lisieux, el Papa
Francisco recibió como regalo, sorpresivamente, una rosa blanca. Una flor que
para él representa una “señal” vinculada justamente con la devoción a una de
sus santas predilectas.
Esto lo reveló, autorizado por
el mismo Francisco, el arzobispo de Ancona-Ósimo, Edoardo Menichelli, quien escuchó
la anécdota de los labios del mismo Papa, y la narró durante la presentación
del libro “Teresa de Lisieux. La fascinación de la santidad. Los secretos de
una doctrina reencontrada” (Lindau), el voluminoso y documentado ensayo de
Gianni Gennari que el Pontífice llevaba consigo en el equipaje de mano durante
el viaje a Brasil en ocasión de la JMJ.
El 1 de octubre de 2013, primera
vez que celebra el Papa Francisco la fiesta de santa Teresa de Lisieux, afirmó
en la homilía de la Santa Misa: “Nos hará bien reflexionar en el espíritu de humildad,
de ternura, de bondad. Un espíritu humilde que el Señor quiere de todos nosotros.
¿Dónde está por lo tanto la fuerza que nos conduce a este espíritu?
Precisamente en el amor, en la caridad, en la conciencia de que estamos en las
manos del Padre”.
“Esa caridad que todo sufre,
todo perdona, que no se vanagloria, que es humilde, que no se busca a sí misma.
Alguien puede decir -y había algunos filósofos que pensaban así- que esta sea
como una humillación de la majestad del hombre, de la grandeza del hombre.
¡Esto es estéril! La Iglesia sabia ha hecho a esta Santa, humilde, pequeña, confiada
de Dios, dócil: la ha hecho Patrona de las Misiones”.
“La caridad es simple: ¡adorar
a Dios y servir a los demás! Y este testimonio hace crecer a la Iglesia. He
aquí el por qué una monja tan humilde, pero tan confiada en Dios, como Santa
Teresa del Niño Jesús, fue declarada Patrona de las Misiones, porque su ejemplo
hace que la gente diga ¡Queremos venir con vosotros!”.
Terminamos esta breve síntesis
sobre la devoción del Papa Francisco a santa Teresa de Lisieux, coincidiendo
totalmente con el profesor Del Pozo, quien en la citada lección inaugural afirma
que “el cardenal Bergoglio es ahora el papa Francisco, y por tanto, seguro que
ha puesto en manos de Teresa su solicitud por la Iglesia”.
Padre José Medina
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