Queridos
amigos y hermanos: hoy, 19 de marzo, la Iglesia celebra al Glorioso Patriarca San
José, justo entre los justos, es el Padre de la Iglesia Católica y jefe
indiscutido de la Sagrada Familia. Figura patriarcal del Evangelio es símbolo
de protección, ejemplo de firmeza y personificación de bondad y seguridad.
Después de su Esposa, fue el primero en escuchar el anuncio de la venida del
Mesías; él guió al Señor y su Madre a Egipto, escapando de la persecución de Herodes,
y él les dio resguardo mientras Dios hecho Hombre aguardaba el momento de
iniciar su vida pública.
San
José nació en Belén, ciudad natal de David, uno de sus ilustres antepasados,
alrededor del año 20 antes de Cristo. Pero en tiempos de la Anunciación, ya se
hallaba afincado en Nazareth. Por entonces, se lo conocía como modelo de
virtud, castidad, honestidad y bondad. A él se dirigió el Ángel enviado por
Dios cuando sometido a tremenda prueba de fe, se hallaba en la disyuntiva de
ver si repudiaba a su esposa o no. “José, hijo de David, no temas tomar contigo
a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz
un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, pues Él ha de salvar a su pueblo de
sus pecados” (Mt. 1, 20).
A
san José se le encomendó la misión de más alta responsabilidad en la historia
humana, ser esposo de la Santa Virgen María, ser padre de Dios hecho Hombre y
custodio de la Sagrada Familia. Cumplió cabalmente las tres cosas, dejando
claro, para las generaciones futuras, que el amor conyugal y filial es paralelo
al amor divino. San José ama a su familia pero, por sobre todo, ama a Dios. San
Juan llama “Hijo de José” a Nuestro Señor Jesucristo: “Felipe halló a Natanel,
y le dijo: Hemos encontrado a Aquel de quien escribió Moisés en la Ley de los
Profetas: a Jesús, el hijo de José, el de Nazareth” (Jn. 1, 45); “¿No es Este
aquel Jesús, hijo de José, cuyo padre y cuya madre nosotros conocemos?( Jn. 6,
42), y si bien, como hemos dicho, no fue su padre natural, lo adoptó como tal y
Aquel que vino al mundo a redimirnos del pecado, se sometió a su autoridad,
como corresponde a todo vástago ante la figura paterna.
La
influencia de San José sobre Jesús, sobre su persona y su desarrollo humano ha
sido inconmensurable, al punto que los vemos trabajando codo a codo en el
taller de Nazareth. Influencia evidentemente enriquecida por la perfecta unión
entre el santo patriarca y su esposa, la Virgen María, santísimo ejemplo del
matrimonio cristiano.
Con
indescriptible bondad y profunda responsabilidad, San José se entregó al
cuidado de su esposa convaleciente y su hijo recién nacido. Su ejemplo no solo
enterneció a los pastores presentes sino a la misma posteridad. El hombre
casto, puro y virtuoso, al servicio de un Rey y una reina, llamó incluso la
atención de los tres sabios de oriente que se postraron a los pies del Creador.
La
última referencia que hacen los Evangelios a San José es la que alude a la
pérdida y encuentro del Señor en el Templo: “Iban sus padres todos los años a Jerusalén
para la fiesta solemne de Pascua. Siendo el Niño ya de doce años cumplidos,
subieron a Jerusalén como de costumbre en esa solemnidad”. Habiéndose percatado
de que su hijo se había extraviado, le buscaron sus padres con angustia y desesperación
hasta que lo hallaron en el tabernáculo, predicando y maravillando a los allí
reunidos (Lc. 2, 41-50).
Y
en este punto es donde la historia y las Sagradas Escrituras pierden el rastro
de nuestro santo patriarca, jefe de la Sagrada Familia, padre de la Iglesia
Universal, patrono de los trabajadores, de la buena muerte y de infinidad de
ciudades y comunidades religiosas. Todo
parece indicar que falleció antes que el Señor iniciase su ministerio ya que no
estuvo presente en las célebres bodas de Caná ni en ningún otro momento de la
vida pública de Jesús.
San
José, ejemplo vivo de existencia interior, virtudes y bondad, encarna el
paradigma del individuo devoto, obediente y temeroso de Dios. Pero por sobre
todas las cosas es modelo de paternidad. La fe alimentada en la oración: este
es el tesoro más precioso que nos transmite San José. En su senda se han puesto
generaciones de padres que, con el ejemplo de una vida sencilla y laboriosa,
han impreso en el espíritu de sus hijos el valor inestimable de la fe, sin el cual
cualquier otro bien corre el riesgo de ser vano. Ya desde ahora quiero asegurar
una oración especial a todos los papás, en su día: pido a Dios que sean hombres
de robusta vida interior para cumplir de manera ejemplar su misión en la familia
y en la sociedad.
Por
San José somos conducidos directamente a María, y mediante María a la fuente de
toda santidad, Jesús, que con su trato consagró en José y Maria las virtudes
domésticas. Hacia estos grandes ejemplos deben volverse las familias cristianas
para que, protegidas en su purea y su Fe, difundan una nueva sangre por todos
los miembros de la sociedad humana. Así, no sólo se seguirá la enmienda de las
costumbres privadas, sino también de la vida común y de la disciplina civil.
Acudamos
pues a San José que nos socorre en todas las necesidades y bajo cuya protección
Santa Teresa de Jesús colocaba las situaciones más serias y difíciles, segura
de que le mostraría como su poder, tan grande como su bondad, les daría
solución.
Con
mi bendición.
Padre
José Medina
No hay comentarios:
Publicar un comentario