Carlos García Costoya, periodista y escritor. |
La
elección de Jorge Mario Bergoglio como pontífice de la Iglesia pilló a todo el
mundo con el pie cambiado. Si recurrimos a un lenguaje, quizá mediático,
quizá especulativo, se podría decir que los primeros meses de su pontificado
han estado marcados por una concatenación de revoluciones.
La primera revolución fue la renuncia de
Benedicto XVI, hecho desconocido en la Iglesia moderna, y que el papa sabio por
excelencia, con sus mejores dotes de docente, está convirtiendo en normal. Esa
misma naturalidad es la que lleva a Francisco, no sólo a aprender a convivir en
una situación nueva para el papado, sino a aprovechar la sabiduría de su
predecesor para firmar la primera encíclica escrita a cuatro manos, y para
poner las primeras piedras en la necesaria reconstrucción del edificio humano
que desde Roma sustenta la Iglesia universal.
Las tres siguientes revoluciones salieron
directamente del cónclave. Por primera vez los cardenales eligieron un papa ajeno
a la Vieja Europa, y como dijo el propio pontífice en su primer mensaje, lo
fueron a buscar al fin del mundo, a la hermana Argentina, de donde también
llegó el primer papa hijo de San Ignacio, y además también fue el primero que tomó
el nombre de otro de los grandes santos, Francisco, con lo que quería dejar
claro que no se iba a olvidar de los pobres. A estas tres revoluciones
siguieron, y siguen, muchas otras, la renuncia a vivir en el apartamento
pontificio, la cercanía de un papa que abraza y besa, y sobre todo, la
humanidad de un vicario de Cristo que trata a su predecesor con el cariño de un
hijo, que nos habla a todos con la dura sinceridad de un padre, y que recuerda
la sabiduría de su abuela con los ojos enamorados de un nieto. Esta es su
grandeza, no la sencillez del hombre que intentan presentar alejado de la
doctrina, sino la magnificencia de un intelectual que desde una estructura
tomista recurre a las palabras de su abuela para poner el mayor altavoz posible
a las casi siempre ignoradas enseñanzas de Cristo. No es un papa que habla con
las palabras de la abuela, sino es un pastor que reconoce a Cristo en la
sabiduría de las cosas sencillas.
La llamada del Espíritu a ocupar la cátedra de
Pedro despertó una reacción en los
Medios, totalmente diferente a lo que ocurrió con los dos cónclaves anteriores.
Juan Pablo II era un desconocido al que no se había tenido en cuenta, y al que
se fue descubriendo poco a poco. Benedicto XVI no era, ni sorpresa ni
desconocido, y desde el primer momento, y muchas veces a lo largo de su
pontificado, se le juzgó teniendo en cuenta prejuicios de su etapa cardenalicia
que no guardaban relación alguna con su ministerio petrino. Bergoglio no era
ninguna de las dos cosas, no era conocido aunque sí se había hablado de él,
pero se le consideraba del pasado; los días previos a su elección fueron muchos
los que recordaron su “ruego fraternal” para no ser elegido en el cónclave que
señaló a Benedicto XVI, motivo por el cual se le daba por amortizado y nadie le tuvo en cuenta.
La
elección de Bergoglio, y sus primeros pasos, llevaron a que mucha gente se
intentase subir a un carro que hasta entonces iba vacío. Desde el primer
momento salieron expertos anunciando que ellos tenían el pálpito, cuando sus artículos
y comentarios previos estaban llenos de cardenales papabile pero no del padre Jorge;
y también fueron muchos los que, desde el primer momento, se presentaron
como amigos del Papa, cuando la realidad es que, muchos de ellos, no sólo no tenían
relación personal alguna con el que fue arzobispo de Buenos Aires, sino que en
sus abanderamientos anteriores a la elección se postulaban como adalides de la
crítica más mordaz.
En esta
coyuntura el libro escrito por el sacerdote y periodista José Antonio Medina
Pellegrini cobra un valor especial, porque él no sólo conoce y trabajó con
Bergolgio en la Conferencia Episcopal Argentina, sino también por el estudio que
realiza de su doctrina y pensamiento, que analiza en sus orígenes y desarrollo,
y que en ningún caso se limita a ese corta-pega
de discursos y homilías bajados de Internet, que caracterizan la mayoría de las
obras publicadas sobre el nuevo pontífice. El padre Medina hace realidad las palabras
iniciales de la primera carta de San Juan: lo
que hemos visto y oído, os lo anunciamos (1 Jn 1, 3). Esta premisa inicial
se recoge perfectamente en el muy bien elegido título, Francisco, el papa de todos; y es que esa es la realidad de un
libro que quiere presentar al nuevo pontífice, no sólo como un padre para
todos, sino que además está escrito para todo el mundo. No es una obra
destinada a sacerdotes, religiosas o jóvenes, es una semblanza y reflexión
sobre el nuevo vicario de Cristo dirigido a todas esas personas que quieren
tener una primera imagen de su vida, trayectoria y pensamiento, marcada no sólo
por el rigor personal, sino por el conocimiento de una persona que identifica,
en cada gesto del nuevo pontífice, al padre Jorge con el que trabajó. Como indica
el autor, Francisco no es un producto de marketing como algunos se empeñan en
señalar, sino un papa que insiste en los mismos gestos del pastor que él
conoció.
La
estructura que el padre Medina ha elegido para Francisco, el papa de todos, responde a una triple visión del nuevo
pontífice: la primera dedicada a la biografía del padre Bergoglio, la segunda a
los primeros pasos del papa Francisco, y la tercera al pensamiento de un
sacerdote, que lo manifiesta de la misma manera desde la cátedra de Pedro que
predicando en la más humilde de las calles de cualquiera de nuestras ciudades.
La
primera de las tres partes señaladas, la dedicada a la biografía del cardenal,
comienza hace casi cien años en Italia, cuando la familia Bergoglio decidió
vender todo lo que tenía para viajar a la tierra de promisión que representaba
la Argentina. Los primeros pasos en su nueva patria fueron de trabajo duro, de
sobreponerse a las penurias de una nueva vida, del matrimonio y la nueva familia
de su hijo, y del nacimiento de sus nietos, entre los que se encontraba el
futuro papa. El joven Jorge era un muchacho vivo y enamoradizo, pero sobre
todo, totalmente entregado a una familia marcada por la enfermedad de una madre
y la omnipresente presencia de una abuela que tuvo que hacer de madre de sus
nietos.
Rosa
Margherita, la abuela de Bergoglio, era una mujer con una profunda fe
religiosa, sentimiento que no sólo transmitió a sus nietos cuando eran pequeños
sino a lo largo de su carrera. Entre los muchos recuerdos que Bergoglio tiene
de su abuela, y que de manera profusa aparecen recogidos en la obra, el padre
Medina destaca dos por la trascendencia y profundidad que tienen, sobre todo
por el momento en que fueron transmitidos. Cuando Bergoglio era seminarista fue
su abuela quien le dio una de las lecciones teológicas de mayor profundidad : Celebra la Misa, cada Misa, como si fuera la
primera y la última; y años después, cuando ya era religioso y sacerdote,
en la carta que Rosa Margherita dejó escrita a sus nietos a modo de testamento,
les dice que no hay nada que no se pueda solucionar delante del sagrario: Que éstos, mis nietos, a los cuales entregué
lo mejor de mi corazón, tengan una vida larga y feliz, pero si algún día el
dolor, la enfermedad o la pérdida de una persona amada los llenan de
desconsuelo, recuerden que un suspiro al Tabernáculo, donde está el mártir más
grande y augusto, y una mirada a María al pie de la cruz, puedan hacer caer una
gota de bálsamo sobre las heridas más profundas y dolorosas.
El padre
Medina destaca muchos de los aspectos que configuran la personalidad y
ministerio del jesuita que llegó a arzobispo y cardenal, su labor pastoral e
intelectual (incluyendo un libro del que fueron coautores el hoy papa y el
padre Medina), su relación con Juan Pablo II y Benedicto XVI, y su devoción
mariana que le lleva a proclamarse hijo de la Virgen Gaucha, ante la cual el
cardenal Bergloglio proclamó: Nosotros
necesitamos de su mirada tierna, su mirada de Madre, esa que nos destapa el
alma. Su mirada que está llena de compasión y de cuidado. Y por eso hoy le
decimos: Madre, regálanos tu mirada. Porque la mirada de la Virgen es un
regalo, no se compra. Es un regalo de Ella. Es un regalo del Padre y un regalo
de Jesús en la Cruz. Madre, regálanos tu mirada.
La
segunda parte del libro la dedica a recorrer los primeros pasos del papa
Francisco, desde la renuncia de Benedicto XVI, la coexistencia de un papa con
un papa emérito, nunca de dos papas, el desarrollo del cónclave, el primer
mensaje del nuevo pontífice, su lema y escudo, así como las palabras con las
que fue recibido por los obispos argentinos.
La
tercera y última parte de la obra recoge un compendio del pensamiento de Jorge
María Bergoglio, de la siempre presencia de Dios en todas sus predicaciones, de
su constante ruego de reza por mí, del
compromiso con los pobres, de los retos de la nueva evangelización y de su
inevitable idea de nación a la luz del Martín
Fierro, para terminar con un diccionario de textos breves y una selección
de oraciones escritas de puño y letra durante los años de ministerio argentino
de Bergoglio.
Francisco, el papa de todos, es una obra fundamental para conocer la
historia y personalidad de Jorge Mario Bergoglio, hoy papa Francisco.
Evidentemente no es una obra definitiva porque no se refiere a su pontificado,
pero sí es una obra iluminadora, y hasta para algunos profética, porque ese
padre Jorge que José Antonio Medina conoció en sus años de trabajo común, es el
que hoy lleva las sandalias del pescador. Los gestos, las sensibilidades, las
pasiones y la forma de anunciar a Cristo, son las mismas, las que tenía el
padre Jorge cuando viajaba en metro, y las que hoy tiene Francisco cuando
habla, no sólo para todos los cristianos sino para todo el Orbe.
La obra
escrita por el padre Medina es imprescindible para conocer los primeros pasos
de este pontificado que está comenzando, y que en gran medida, no sólo
reproduce los movimientos argentinos de Bergoglio, sino las proféticas palabras
que desveló el cardenal de la Habana, Jaime Ortega, sobre las intervenciones del
hoy papa Francisco en la reunión de cardenales previas al cónclave, en las que
definía cómo creía que debía de ser el futuro Pedro, descripción que hoy está
siguiendo paso a paso, en los que tiene como objetivo prioritario las
periferias existenciales del hombre. Así es el nuevo papa, y así lo refleja el
padre Medina en su Francisco, el papa de
todos, donde se
presenta a un papa argentino, a un papa hispanoamericano, a un papa del Mundo,
que habla portugués, no con acento brasileiro sino gallego (de Galicia), grito
de fe en la cuna del patrón Santiago, destino fundamental de millones de
peregrinos, a donde más pronto que tarde peregrinará Francisco, y donde el
santo de Asís entendió en su dimensión universal la llamada que Dios le hacía.
Carlos García Costoya *
*
Periodista y escritor, A Coruña, España, 1968, es conocido por sus libros
dedicados a la divulgación histórica y mítica, así como varios anecdotarios. Es
director de Xerión, Comunicación y Publicaciones S.L. y ha publicado, entre otros
libros: El camino mágico de Santiago (1998); Las peregrinaciones jacobeas
(1999); El camino de Santiago (1999); El abogado en familia (2000); Anécdotas
de profesores (2000); El misterio del apóstol Santiago: mito y realidad del
enigma jacobeo (2004) y Anécdotas de farmacéuticos (2008).
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