En aquel tiempo, Jesús dijo a
sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’.
Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la
mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para
quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una
milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo
no le vuelvas la espalda.
Habéis oído que se dijo:
‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os digo: Amad a vuestros
enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre
celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e
injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No
hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros
hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?
Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».
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