Fr. Francisco Víctor López Fernández, ocd |
P. Ramón
Terrones Casado,
de la Virgen
del Carmen, ocd.
(Porcuna,
1935-Burgos, 2017)
Imaginarse al
Padre Ramón sin los niños no era fácil. Clases, estudios, ensayos, piano,
armonio, coro, excursiones, deportes, juegos, piscina…siempre estaba allí; y
así durante muchos años. Desde 1964 se le veía en ese ambiente. De este modo lo
conocí cuando llegué como teresiano al Seminario Carmelitano Teresiano de
Córdoba, en el año indicado. Era un día especial en mi vida: el 2 de octubre.
Tres cursos después nos acompañó en Baeza. Incluso, en su servicio pastoral en
Argentina, desplegó una amplia labor con
los postulantes, novicios y estudiantes en Tandil, Córdoba, Alta Gracia y La
Plata. Su carácter se amoldaba a los jóvenes y estaba dispuesto para servir con
los superiores. Era trabajador y amante del fútbol, del que se jugaba y del que
se veía por televisión, sin hostigar a los que preferían otras cosas. Su gusto
lo sabíamos todos.
Fr. Ramón Terrones, ocd - Fototeca de Carmen Cobo García. |
Había nacido
en Porcuna (Jaén) el 6 de marzo de 1935. Era carmelita descalzo profeso desde
el 25 de septiembre de 1955 en Úbeda. Málaga lo vio de sacerdote desde el 22 de
diciembre de 1962. En el hospital de Burgos le salió al encuentro la muerte en
el mes de agosto que gustaba celebrar con su familia. Desde el día 7 ya nos
lleva delantera en la vida eterna.
Sus
compañeros, que también formaban parte de mis formadores, decían que cuando
ingresó en el Seminario Carmelitano Teresiano de Córdoba era el mayor de su
curso; con el tiempo se ordenó el
primero de ellos, en diciembre de 1962. Y tras el tiempo de pastoral en Málaga
fue destinado con el equipo de formación a Córdoba. De aquí, siguió por Baeza,
Málaga, Argentina (Buenos Aires, Tandil, Córdoba, Alta Gracia, La Plata y
Buenos Aires), Cádiz, Sevilla y Burgos.
Dar clase en
nuestros colegios como al servicio de la formación de los candidatos a la vida
religiosa fue una de las facetas principales del P. Ramón. Casi era un clásico
en este campo. Como profesor de griego lo recordaremos, siempre, por su
vocabulario como por las etimologías de las palabras castellanas derivadas de
aquella lengua.
Gozaba de
buena salud como buen deportista, aunque comenzó a complicarse siendo superior
y formador en La Plata (199). Aquí se le cambió ritmo. Ya no estaba
tranquilo y esa continua preocupación le
acompañó hasta el final.
La dimensión
pastoral de párroco y vicario parroquial (además de decano o arcipreste) le
ocupó buena parte de su sacerdocio, con lo que lleva consigo en la tarea de
reuniones, grupos, encuentros, organizaciones, confesiones, predicaciones... Su
carácter le hacía cercano a los feligreses si bien su prudencia y timidez le
hacían poner distancia.
Fr. Ramón Terrones, ocd - Fototeca de Carmen Cobo García. |
Siempre
acogedor y dialogante cuando te encontrabas con él en la comunidad. Sabías que
tenías un hermano delante. Conectabas con facilidad si hablabas de
deportes, música, de los frailes o
comunidades, con su preguntita familiar: “¿Cómo andáis por allí?”.
Me parece que
en el asunto de la disciplina nos pasábamos un poco los chiquillos; pero es
cierto que lo queríamos mucho. Tanto sus celebraciones como predicaciones,
sencillas y cercanas, se mezclaban con los ensayos del coro en que lo sacábamos
de quicio, con los desafinamientos; entre sostenidos y bemoles, no entendíamos
fuesen tan importantes para las celebraciones. Pero, se superaba con facilidad,
y comenzaba de nuevo.
Siempre lo
veíamos padre, sencillo, respetuoso, piadoso y bondadoso. Nosotros lo
considerábamos el padre bueno. Y en sus oficios como superior, formador, rector
o de dimensión pastoral se le veía sin ánimo de cargos ni de superioridad. Así,
pues, buen recuerdo nos deja este hermano de hábito que amaba la Iglesia y la
Orden con el silencio y la soledad.
Quiero
recordar una anécdota que me contó más de una vez en la que se refleja su
docilidad: recién ordenado sacerdote, en la comunidad de Úbeda le pusieron la
celebración de la misa en Baeza, para ayudar a los padres de aquella casa. Se
despistó un poco con los horarios; el tiempo se le echó encima, y con su hábito
y sandalias fue corriendo hasta llegar a la iglesia de la Concepción. La
vuelta, tras la misa, la hizo en autobús. Más tarde, cuando se sacó el carnet
de conducir, se prestó a hacer muchos favores llevando a los hermanos a la
estación, a tal ciudad, efectuando encargos y con agilidad; uno de esos
favorecidos lo hizo conmigo llevándome desde Córdoba a Tucumán (560 km). Y con
el mundo del volante, los aparatos mecánicos y eléctricos le encantaban al
igual que las herramientas de trabajo. Quería que todo estuviese funcionando y
para el servicio de la comunidad. Era creativo. Ahora le llegó el momento de de
parar, y de desearte con todo corazón que descanse en paz.
* Fr.
Francisco Víctor López Fernández, ocd. (Fr. Francisco de la Virgen, Carmelita
Descalzo), es licenciado en Ciencias Eclesiásticas por la Facultad de Teología
de Granada y licenciado en Teología Espiritual (Teresianum – Roma) Al escribir
este artículo era conventual del Convento de Carmelitas de Ubeda-Baeza, España.
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