jueves, 9 de enero de 2020

COLUMNISTA INVITADO: In memoriam del P. Ramón Terrones Casado, de la Virgen del Carmen, ocd.

Fr. Francisco Víctor López Fernández, ocd
Escribe: Fr. Francisco Víctor López Fernández, ocd.*

P. Ramón Terrones Casado,
de la Virgen del Carmen, ocd.
(Porcuna, 1935-Burgos, 2017)

Imaginarse al Padre Ramón sin los niños no era fácil. Clases, estudios, ensayos, piano, armonio, coro, excursiones, deportes, juegos, piscina…siempre estaba allí; y así durante muchos años. Desde 1964 se le veía en ese ambiente. De este modo lo conocí cuando llegué como teresiano al Seminario Carmelitano Teresiano de Córdoba, en el año indicado. Era un día especial en mi vida: el 2 de octubre. Tres cursos después nos acompañó en Baeza. Incluso, en su servicio pastoral en Argentina, desplegó una amplia  labor con los postulantes, novicios y estudiantes en Tandil, Córdoba, Alta Gracia y La Plata. Su carácter se amoldaba a los jóvenes y estaba dispuesto para servir con los superiores. Era trabajador y amante del fútbol, del que se jugaba y del que se veía por televisión, sin hostigar a los que preferían otras cosas. Su gusto lo sabíamos todos.

Fr. Ramón Terrones, ocd - Fototeca de Carmen Cobo García.
Había nacido en Porcuna (Jaén) el 6 de marzo de 1935. Era carmelita descalzo profeso desde el 25 de septiembre de 1955 en Úbeda. Málaga lo vio de sacerdote desde el 22 de diciembre de 1962. En el hospital de Burgos le salió al encuentro la muerte en el mes de agosto que gustaba celebrar con su familia. Desde el día 7 ya nos lleva delantera en la vida eterna.

Sus compañeros, que también formaban parte de mis formadores, decían que cuando ingresó en el Seminario Carmelitano Teresiano de Córdoba era el mayor de su curso;  con el tiempo se ordenó el primero de ellos, en diciembre de 1962. Y tras el tiempo de pastoral en Málaga fue destinado con el equipo de formación a Córdoba. De aquí, siguió por Baeza, Málaga, Argentina (Buenos Aires, Tandil, Córdoba, Alta Gracia, La Plata y Buenos Aires), Cádiz, Sevilla y Burgos.

Dar clase en nuestros colegios como al servicio de la formación de los candidatos a la vida religiosa fue una de las facetas principales del P. Ramón. Casi era un clásico en este campo. Como profesor de griego lo recordaremos, siempre, por su vocabulario como por las etimologías de las palabras castellanas derivadas de aquella lengua.

Gozaba de buena salud como buen deportista, aunque comenzó a complicarse siendo superior y formador en La Plata (199). Aquí se le cambió ritmo. Ya no estaba tranquilo  y esa continua preocupación le acompañó hasta el final.

La dimensión pastoral de párroco y vicario parroquial (además de decano o arcipreste) le ocupó buena parte de su sacerdocio, con lo que lleva consigo en la tarea de reuniones, grupos, encuentros, organizaciones, confesiones, predicaciones... Su carácter le hacía cercano a los feligreses si bien su prudencia y timidez le hacían poner distancia.

Fr. Ramón Terrones, ocd - Fototeca de Carmen Cobo García.
Siempre acogedor y dialogante cuando te encontrabas con él en la comunidad. Sabías que tenías un hermano delante. Conectabas con facilidad si hablabas de deportes,  música, de los frailes o comunidades, con su preguntita familiar: “¿Cómo andáis por allí?”.

Me parece que en el asunto de la disciplina nos pasábamos un poco los chiquillos; pero es cierto que lo queríamos mucho. Tanto sus celebraciones como predicaciones, sencillas y cercanas, se mezclaban con los ensayos del coro en que lo sacábamos de quicio, con los desafinamientos; entre sostenidos y bemoles, no entendíamos fuesen tan importantes para las celebraciones. Pero, se superaba con facilidad, y comenzaba de nuevo.

Siempre lo veíamos padre, sencillo, respetuoso, piadoso y bondadoso. Nosotros lo considerábamos el padre bueno. Y en sus oficios como superior, formador, rector o de dimensión pastoral se le veía sin ánimo de cargos ni de superioridad. Así, pues, buen recuerdo nos deja este hermano de hábito que amaba la Iglesia y la Orden  con el silencio y la soledad.

Quiero recordar una anécdota que me contó más de una vez en la que se refleja su docilidad: recién ordenado sacerdote, en la comunidad de Úbeda le pusieron la celebración de la misa en Baeza, para ayudar a los padres de aquella casa. Se despistó un poco con los horarios; el tiempo se le echó encima, y con su hábito y sandalias fue corriendo hasta llegar a la iglesia de la Concepción. La vuelta, tras la misa, la hizo en autobús. Más tarde, cuando se sacó el carnet de conducir, se prestó a hacer muchos favores llevando a los hermanos a la estación, a tal ciudad, efectuando encargos y con agilidad; uno de esos favorecidos lo hizo conmigo llevándome desde Córdoba a Tucumán (560 km). Y con el mundo del volante, los aparatos mecánicos y eléctricos le encantaban al igual que las herramientas de trabajo. Quería que todo estuviese funcionando y para el servicio de la comunidad. Era creativo. Ahora le llegó el momento de de parar, y de desearte con todo corazón que descanse en paz.
  
* Fr. Francisco Víctor López Fernández, ocd. (Fr. Francisco de la Virgen, Carmelita Descalzo), es licenciado en Ciencias Eclesiásticas por la Facultad de Teología de Granada y licenciado en Teología Espiritual (Teresianum – Roma) Al escribir este artículo era conventual del Convento de Carmelitas de Ubeda-Baeza, España.

No hay comentarios: