Ramón Terrones Casado de la Virgen del Carmen (Porcuna 1935 - Burgos 2017) |
El comunicado que
leí el 9 de agosto de 2017 en la página web de los Carmelitas Descalzos de la
Provincia Ibérica fue escueto, determinante y dejó mi alma sumida en una
sensación muy especial:
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Ha fallecido nuestro hermano
el padre Ramón Terrones
Queridos hermanos y hermanas: Nos han comunicado que
ha muerto nuestro hermano el padre Ramón de la Virgen del Carmen (Terrones
Casado) en el convento de Burgos - San José, aunque el óbito se ha producido en
el hospital. Había nacido en Porcuna (Jaén) el 6 de marzo de 1935 y era
carmelita descalzo profeso desde el 25 de septiembre de 1955 y sacerdote desde
el 22 de diciembre de 1962. Ha marchado al encuentro del Padre con 82 años y
casi 62 de profesión religiosa. El funeral y entierro se celebrará mañana día 9
a las 16.30 en Burgos.
Encomendemos su vida y su obra entre nosotros, dando
gracias y presentando toda su persona ante Dios, que reconocerá su entrega y
buen hacer. Un abrazo fraterno.
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Un buen cristiano
que alguna vez leyó en mi anterior blog el artículo donde hablaba de él tuvo la
delicadeza de ese día muy temprano comunicarse conmigo a través de Facebook y
contarme lo ocurrido. Dios le pague tamaño gesto de delicadeza y amor fraterno.
Fray Ramón y yo
En 1981 yo
tenía 18 años y estaba –junto con mi familia- viviendo en la ciudad cordobesa
de Alta Gracia, que es un antiguo y prestigioso lugar turístico caracterizado
por el emplazamiento del casco de una estancia jesuítica.
En esa hermosa
ciudad serrana conocí al fraile Ramón Terrones, quien cada tarde bajaba desde
la Gruta de la Virgen de Lourdes a celebrar la misa vespertina a las Madre
Carmelitas Descalzas, cuyo monasterio se encuentra bajo la advocación de
“Nuestra Señora de Belén y San José”.
Casa de Retiros "Las Moradas", Alta Gracia, Córdoba, Argentina, enero de 1984. |
Yo en esos
juveniles años no pensaba ser sacerdote, ni mucho menos. Estando terminando mis
estudios secundarios, de novio con una hermosa compañera de aquél último año de
la secundaria y soñando abrirme camino en los medios de comunicación social,
específicamente en el apasionante mundo del cine. Pero Dios tenía otros planes
y ¡Bendito sea! Que así haya sido.
Fray Ramón,
hombre de una gran sencillez y con el encanto y la gracia propia del buen
andaluz, fue captando poco a poco mi atención, fui acercándome a sus
vespertinas misas, quedándome al fondo de la Iglesia, hasta que un día me
invita a ayudarle como monaguillo, y ahí estaba yo en el altar, observado por
la atenta mirada de las monjas carmelitas descalzas y sin la menor idea de lo
que estaba haciendo en tan sagrado lugar…
De ahí
comenzaron a sucederse muchos encuentros e interminables conversaciones a la
salida de la Misa en las Carmelitas, en las visitas que le hacía en la gruta de
Lourdes y en “Las Moradas” un antiguo hotel de esa zona serrana que comprado
por los Carmelitas se convirtió en una Casa de Retiro, que fue también tiempo
después y por algunos años Noviciado.
Recuerdo que
una vez me animé a preguntarle ¿Qué hace un sacerdote? Ante lo cual me
respondió –con gran sabiduría- que lo más importante es “lo qué es un
sacerdote”, y luego lo que hace. Sabia distinción que me ha seguido acompañando
y cuestionando durante mis 28 años de ministerio sacerdotal.
Los años
fueron pasando, nos seguimos viendo y compartiendo distintas instancias de la
vida, ya que mi vocación ha estado unida –en distintos momentos y en distintas
formas- y lo estará por siempre al carisma y espiritualidad carmelitana, vivida
desde mi vocación al sacerdocio secular o diocesano.
Fray Ramón y
mi vocación sacerdotal
Fray Ramón
Terrones es a quien yo considero padre de mi vocación, fue quien con su ejemplo
de vida y con su “estilo de fraternidad” tan propio del Carmelo Teresiano
suscitó en mí los primeros destellos de la vocación sacerdotal. Hoy como
sacerdote sé que para despertar santas vocaciones al sacerdocio es necesario
rezar de manera convencida, humilde e insistente a Dios; así como también dar
un testimonio ardoroso de su amor que muestre la belleza de este llamado.
Pues bien,
todo esto que hoy yo creo convencido es lo que percibí en Fray Ramón, en el día
a día de un hombre que lejos de su tierra andaluza y de su gente, le dedicó 26
años de sacerdocio al Carmelo y a la Iglesia en Argentina y a quien hoy, a
través de estas palabras y estas imágenes, le agradezco todo lo que hizo por
mí, por que si yo cada día alzo en mis manos esa pequeña forma de plan blanco y
luego se convierte en el Cuerpo de Cristo, Pan vivo para nuestra salvación, es
porque un día, supo ver en mi -en semilla- el buen trigo que amasaría a un Sacerdote
para siempre.
¡Gracias
querido Ramón!, gracias por aquellos años que te desgastaste de un rincón a
otro de mi país como encargado vocacional; gracias por aquellas primeras misas
en que fui tu monaguillo, y te pasaba el vino cuando todavía no te había pasado
el pan; gracias por aquella vez que detuviste tu camioneta junto al rio que
atraviesa parte de la ciudad y lograste arrancarme aquella primera confesión
que comenzó a poner en orden mi juvenil vida; gracias por aquellas sopas que
tan ricamente preparabas en las frías noches serranas y por las interminables
charlas que acompañaban esas cenas; gracias en fin… es imposible escribir todo,
todo cuanto ha quedado grabado en nuestros corazones y en el corazón de Dios.
Ah, muy
especialmente gracias, por aquel reencuentro después de 12 años en el día de la
Virgen del Carmen de 2012 en el Convento del Santo Ángel de Sevilla…
Desde estas
sentidas palabras te mando un fuerte abrazo, mi cariño hecho oración y mi
eterna gratitud. Encomiendo tu noble alma a la dulce intercesión de la Virgen
del Carmen, Reina y Hermosura del Carmelo.
¡Hasta el Cielo,
Fray Ramón, hasta el Cielo!
Con mi
bendición.
Padre José
Medina.
Convento del Ángel de Sevilla, 16 de julio de 2012. |
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